Probamos el Bentley Flying Spur: ¿Por qué un coche puede valer más de 200.000 euros?

Hay coches que hay que probar aunque sea una vez en la vida. Cualquier Bentley entra dentro de esta categoría. En nuestro caso ha sido el Flying Spur el que ha pasado por la redacción de SoyMotor.com. Uno equipado con el acabado S y el paquete Blackline. Es decir, uno más exclusivo si cabe. Pero con su aspecto exterior iremos dentro de unas cuantas líneas. Si algo impresiona del coche que hemos probado es su habitáculo. Tanto en la parte delantera como en la trasera.

Tanto el asiento del conductor como del copiloto son cómodos hasta decir basta. Quedan separados, eso sí, por una consola central de gran tamaño –con demasiado negro piano, por cierto... con lo que ello supone de cara a mantenerla limpia– que dispone de bastantes mandos físicos. Desde ella se pueden controlar parámetros como el climatizador, los modos de conducción, la calefacción o ventilación de los asientos... Pero eso no quiere decir que el Flying Spur no disponga de una pantalla multimedia de altura. Tiene 12,3 pulgadas y la peculiaridad de que se oculta al apagar el coche para que el diseño del salpicadero no se vea alterado. También el cuadro de mandos es digital, y tanto en él como en la pantalla central se nota la mano del grupo Volkswagen. Por ejemplo, la tipografía utilizada es la de Audi. Por cierto, la compatibilidad con Smartphones se reduce a Apple CarPlay.

Los materiales utilizados, así como los acabados, son de primerísimo orden. También en una parte trasera donde el lujo eleva aún más su nivel. La unidad que hemos conducido contaba, además de con espacio a raudales –lógico en un coche de 5,31 metros de largo–, con dos pantallas situadas detrás de los respaldos de los asientos delanteros para los pasajeros de la zaga –en ésta hay dos butacas individuales y separadas– y con almohadas integradas en los reposacabezas. Por desgracia sólo pudimos probar esta zona del coche en parado, pero no nos hubiese importado que nos diesen una vuelta... y creednos, no es fácil que cualquiera de nuestro gremio 'renuncie' a conducir...

EL BENTLEY FLYING SPUR PUEDE TENER DOS CARACTERES MUY DIFERENTES

El Bentley Flying Spur que hemos probado contaba con un motor de ocho cilindros y 4.0 litros con doble turbo y 550 caballos, además de un par máximo de 770 Newton metro. Es cierto que quizá no tenga el encanto del 12 cilindros, pero en términos de rendimiento no merece pega alguna. Este propulsor es capaz de hacer que la berlina complete el esprint de 0 a 100 kilómetros/hora en 4,1 segundos y lanzarlo hasta 318 kilómetros/hora. El cambio es automático de doble embrague con ocho velocidades y el sistema de tracción, total conectable.

Son los diferentes modos de conducción los que le cambian el carácter al coche. Y no de forma leve. Con el denominado 'comfort' activado todo es dulce y progresivo. Incluso la suspensión, neumática adaptativa, puede pecar de permitir más oscilaciones de la cuenta. Pero en ningún caso se siente que haya una falta de estabilidad, ni siquiera en frenadas contundentes. ¡Qué bien ha conseguido Bentley que se pueda viajar como un marqués!

En el otro extermo está el modo 'sport' que, sin llegar a extremos de superdeportivo, –en ningún momento se pretende con un coche así– deja notar que tenemos una bestia entre manos. Los apoyos son mucho más firmes, el sonido del motor más notorio y las reacciones al pisar el acelerador mucho más agresivas. Todo ello, eso sí, de una forma predecible como sucede en otros modelos de altos vuelos del grupo Volkswagen. Y los giros, por cierto, ayudados por el sistema de cuatro ruedas directrices.

Todo esto, y los aproximadamente 2.200 kilos que pesa en vacío el Bentley Flying Spur, tiene su reflejo en el consumo. Aunque se realice una conducción normal –es decir, sin excesos pero sin esmerarse desde el lado de la eficiencia–, bajar de la barrera de los 13 litros a los 100 kilómetros es complicado. No obstante, el comprador tipo de este coche seguramente se preocupe bastante menos de este dato de lo que haríamos cualquiera de nosotros.

POR SI ERA POCA DISTINCIÓN CONDUCIR UN BENTLEY...

Como hemos adelantado al principio de este texto, el Bentley Flying Spur que hemos probado contaba con el acabado S y el paquete Blackline. Eso significa que disfrutábamos de detalles en negro como la parrilla –qué pena que esté parcialmente carenada, le resta gracia–, las enormes llantas de 22 pulgadas, las carcasas de los espejos retrovisores o la B alada sobre el capó, que puede esconderse para evitar tentaciones de los amigos de lo ajeno. Todo ello reemplaza al habitual cromado, puede que más elegante y desde luego mucho menos deportivo. A nosotros nos ha gustado mucho más esta imagen más agresiva.

Otros elementos especiales con los que contaba nuestra unidad eran un splitter o unas taloneras en fibra de carbono. Cuidado con ellas en los badenes, aunque es justo reconocer que no es un aspecto tan crítico como en coches 100% deportivos. Además, nos llamaron la atención los tiradores de las puertas, clásicos y no enrasados en la carrocería, un punto cada vez más extendido, especialmente en los coches de alta gama.

¿VALE LO QUE CUESTA UN COCHE DE ESTE CALADO?

El Bentley Flying Spur de base tiene un precio de casi 250.000 euros, cifra que supera la unidad probada. ¿Merece la pena pagar ese dineral por un coche? Racionalmente no tiene ningún sentido, pero es cierto que estamos hablando de una marca a la que casi nadie puede aspirar. Es decir, los ojos con los que lo vemos la mayoría no son los mismos que los de los clientes de la firma. Estatus, distinción, historia... todo eso se paga. A precio de oro, sí, pero a cambio se accede a todo eso y a un nivel de calidad que deja con la boca abierta incluso en los detalles que, a priori, pueden pasar desapercibidos.