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Así suenan los prototipos del Grupo C en Spa-Francorchamps

José Miguel Vinuesa
30/05/2017 09:40

El silencio es hoy un bien preciado para la salud y el equilibrio vital de las personas. Y eso está muy bien. Pero se nos ha ido de las manos, especialmente en el plano de la competición automovilística, donde además de la velocidad, el sonido de un coche formaba parte del espectáculo que encandilaba los aficionados.

Ese tiempo murió. La F1, aunque ha mejorado, suena poco y de manera escasamente atractiva. Y los prototipos de resistencia, con sus motores también híbridos, emiten un silbido más adecuado para la meditación que para poner los pelos de punta. Pero hubo un tiempo en que el suelo temblaba, los cielos se abrían y escuchabas desde la lejanía llegar un coche de carreras como un animal desbocado en actitud bélica. Era, por ejemplo, con el Grupo C de resistencia, que aún sigue vivo gracias a los eventos de clásicos.

Mira cualquiera de los dos vídeos. En el más largo, encontrarás una sinfonía de V12, V10, V8, V6 Bóxer. Lo que fuese, pero además de potente, con un sonido reconocible al instante, y que con su variedad llenaba de vida los circuitos. Hoy todo suena muy igual. Así que disfruta de lo que ves.

Y disfruta también del otro vídeo, que se centra en el espectacular Sauber Mercedes-Benz C11, un coche con el que el legendario Michael Schumacher logró empezar a despuntar en la escena internacional, gracias a sus actuaciones en el Mundial de Resistencia, y a la victoria en la carrera de México de 1990. Con ese coche, Schumacher aprendió el arte de ahorrar combustible, guardar neumáticos, apretar y conservar, pero también amplió su conocido pensamiento lateral, su inteligencia al volante.

Con un sonido ronco y penetrante, sea en La Source, sea en Eau Rouge-Raidillon, o en la recta hacia Les Combes, este sonido enamora. De cerca, o en la lejanía de las colinas belgas.

Hubo un tiempo casi extinto, del que no hace tanto tiempo en realidad, en el que escuchar el motor de un coche de carreras era una experiencia inolvidable por sí misma. Menos mal que aún queda un grupo de entusiastas que mantienen viva la sagrada llama de las sinfonías de motores.