El BMW E1 cumple 25 años: concepto visionario

Nunca llegó a la producción debido a que la tecnología de baterías no estaba lo suficientemente desarrollada como para permitir un uso aceptable, ni tampoco había una infraestructura adecuada para permitir la recarga. Incluso la legislación estaba en blanco al respecto.

Todo comenzó cuando BMW Technik recibió un encargo muy especial: el código Z11, crear un coche impulsado por electricidad que tuviese una autonomía razonable y permitiese una utilización diaria. Por supuesto, debía tratarse de un coche en el que pudieran ir varias personas, nada de un concepto futurista, con la seguridad al nivel de los demás modelos de la marca.

Los técnicos necesitaron 10 meses para presentar su modelo acabado, y se llevó a Frankfurt, donde causó sensación. Se trataba de un coche urbano, de dimensiones y proporciones quizás un poco extrañas, y que recogía gran parte de la estética de los modelos de la marca por entonces. De hecho, tenía una gran distancia entre ejes, en parte para poder contar con un gran espacio interior. Todo con un peso muy contenido: tan sólo 907 kilogramos, de los cuales 200 eran de las baterías, a las cuales se les daba una vida útil de 5 años, todo un logro por entonces, y que se alojaban bajo los asientos traseros.

Sería dos años después cuando, gracias a materiales combinados como el Sodio, el Níquel y el Cloro, se logró mejorar el rendimiento, y más aún, implementar la regeneración y recuperación de energía con el frenado del coche. Cierto que la autonomía era de 160 kilómetros, pero hay que pensar que era un coche urbano, no para grandes desplazamientos, por lo que la perspectiva cambia: era más que suficiente incluso hoy en día.

Se podía recargar con una toma de corriente, y entre 6 y 8 horas, la batería estaba llena para un nuevo uso. Pero si se conectaba a un cargador de alta potencia, en dos horas estaba ya listo, y el 80% en sólo una hora. Es decir, tiempos muy similares a los actuales, lo que nos da una idea clara de lo avanzado del proyecto.

La potencia no era elevada, tan sólo 43 caballos provenientes de los 120 voltios de las baterías que alimentaban al motor, colocado todo ello en posición trasera. En realidad, era potencia suficiente para alcanzar los 120 kilómetros por hora, y bastante como para rodar en el tráfico urbano.

Finalmente fueron 5 los modelos construidos, pero jamás pasó a la producción en serie. Era un laboratorio de pruebas, y la ausencia de demanda –aún se veían a los coches eléctricos como algo curioso, pero excéntrico–, unido a la tecnología disponible y las infraestructuras, hicieron que el modelo quedase como una pieza de estudio al que deben mucho, sino todo, modelos actuales como el i3 o el espectacular i8. Sin el E1, hubiera sido más difícil. BMW decidió mirar al futuro, y lo hizo con una claridad y solidez que aún hoy hacen de este modelo una referencia en el mundo del vehículo eléctrico.