Mercedes estudió una colosal mecánica de 24 cilindros para el regreso de Maybach

En un momento automotriz en que el exceso de los grandes grupos se llevaba por bandera, Mercedes decidió revivir la antigua marca Maybach sobre la que tenía los derechos desde 1960. El plan era crear lujosísimas limusinas con base Mercedes para hacer la competencia a la eterna referencia del segmento: Rolls-Royce.

Por entonces, el grupo Volkswagen coqueteaba asimismo con el nuevo renacimiento de Bugatti y mecánicas de hasta 18 cilindros, así como con el proyecto Nardó, con un W12 real con el que batió varios registros de velocidad. La rival BMW había realizado ya un estudio real para incorporar una mecánica V16 a su berlina insignia, el Serie 7, y en 1998 ésta se hizo con el control de Rolls-Royce en lugar de ellos. Estaba claro, Mercedes, como la marca pionera del automovilismo debía mover ficha.

En 1997 fue cuando presentó el modelo conceptual en el Salón de Tokyo. A mediados de 1999 ya comenzaron a filtrarse algunos datos y cifras que debería tener el modelo cuando llegase a las calles, como una longitud total de más de seis metros, una batalla de 3,8 metros, 2.200 kilos de peso y un precio que partiría de los 380.000 euros de base si aplicamos la inflación. Por comparar, la Clase S de por aquel entonces superaba por poco los cinco metros, con una batalla de 2,9 metros y partía de los 102.000 euros.

No obstante, el rumor más mareante que surgió de aquellos años fue la posibilidad del desarrollo de un motor de nada menos que 24 cilindros forjado de la unión de dos unidades V12 en serie. Esta información fue desvelada en su momento por la revista 'Auto Motor und Sport' en mayo de 1999 y mencionaba estos datos como una posibilidad plausible que los jefes e ingenieros de Singelfinden ya tenían en mente.

Según los cálculos de los técnicos de la marca, el motor cabría de manera ajustada pero perfecta en el vano motor del Maybach de producción y, según lo que filtraba la propia revista, estaba previsto presentar un adelanto todavía en fase de estudio en el Salón de Tokyo de 2001, sobre una novedosa carrocería que revelaría un nuevo estilo coupé en lugar del de la berlina ya conocida.

Era muy osado —y de hecho todavía lo es— aventurarse a decir las cifras de prestaciones, pues no hay constancia completa ni oficial tampoco de que se llegase a fabricar. Se especulaba con una cilindrada de entre 12 y 15 litros y una potencia que con sobrealimentación alcanzaría fácilmente a la barrera de los 1.000 caballos de potencia, con una cifra de par que se situaría en torno a los 1.200 Newton metro.

Es más que probable que el proyecto no viese la luz por los costes de desarrollo que implicaría, emisiones y precios de venta frente a unidades comercializadas previstas que lo harían inviable en términos de amortización. En el apartado técnico, los ingenieros debían vérselas con una mecánica con graves problemas de vibración, así como desarrollar de manera específica un tren motriz, con su transmisión y palieres reforzados o una centralita de gestión para 24 cilindros.

Al final, los Maybach 52 y 62 aparecieron en 2002 con mecánicas V12 biturbo que en las versiones S se quedaba en 612 caballos y 1.000 Newton metro, tras un desarrollo que llevó más de lo que a la marca le hubiese gustado principalmente por contar con poco personal. Por desgracia, la aventura de Maybach puede considerarse un rotundo fracaso, ya que desde la llegada de estos modelos hasta su cese en 2013 debido a las bajas ventas se fabricaron unas 3.000 unidades, cuando los objetivos planteados eran de 2.000… anuales.

Los motivos que se pueden atribuir al mismo sean tal vez la poca diferenciación que un comprador percibía entre este modelo y un Clase S corriente o el hecho de que Rolls-Royce y BMW desarrollaron un modelo específico como el Phantom, mientras que Maybach se servía de la plataforma del Clase S de la generación previa.