Héroes de un Dios de la velocidad menor
La actriz y guionista de Hollywood Mae West decía que si lo hacías bien, podría ser que tuvieras la suerte de vivir no una, sino hasta dos vidas. No es que Andrés Herrera lo hiciera bien ni mal, sino que le salió mal pero a cambio va a vivir dos vidas: la de antes, y la de después. En la de antes, su primera vida, supo que quería vivir pringado de grasa hasta los codos desde que se subió por primera vez a un kart. Desde muy niño asoció su vida a la gasolina, trasteando en el taller de coches de su padre, con apenas 14 años ya ejercía de mecánico para otros en las pistas, y desde entonces solo se ha separado de su pasión durante cuarenta y cinco días. Cuando aún no tenía ni espinillas empezó a rodar en el circuito de karting de Torrejón de Ardoz, Madrid. A cambio de ir apañando motores a otros críos le iban dando gasolina, ruedas, sprays para la cadena, piezas… Ese fue su primer empleo, cuyo beneficio iba íntegro a poder rodar.