60 años de la primera victoria de Citroën en Montecarlo

Recuerdo muy bien que el DS, el tiburón, con su suspensión hidráulica era en mi juventud un coche de comodidad envidiable y buenas prestaciones. Recuerdo que algunos pilotos españoles lo usaron en competición: Salvador Fábregas, el presidente del RACC, participó en varios rallies de Montecarlo. En uno de ellos, con Miguel Soler y Antonio Grifoll, sí, tres en un coche, y en otras llevando como copiloto a su chofer, Antonio Huguet.

Aquí, el tiburón era objeto de culto y deseo, simplemente porque las importaciones de coches estaban restringidas, había un cupo, y hacerse con alguno de ellos no estaba al alcance de cualquiera.

Recuerdo mi sorpresa cuando en 1966 Pauli Toivonen, el padre del malogrado Henri Toivonen, se impuso en Montecarlo con un DS oficial… pero todo había comenzando mucho antes y sin que la marca de los chevrons –así es como llaman en Francia a un tipo de engranajes, muy parecidos al logo de la marca, no vayan a pesar mal– tuviera mucho que ver.

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Quizás lo recuerdo muy bien porque ya con 15 años prestaba más atención a las carreras y podía comprarme no ya las revistas españolas, sino los primeros L'Automobile y Sport Auto, incluso en ocasiones L’Equipe, que vendían en un quiosco camino del colegio… pues me obligaban a ir andando para dedicar el importe del billete de bus a la incipiente pasión. Pero, sobre todo, porque la victoria llegó tras la descalificación de los pequeños y ágiles Mini Cooper por un detalle banal: los faros, la forma de pasar de cortas a largas, era gracias a un artilugio diferente al modelo de serie. La victoria de Mini tuvo que esperar a 1960.

Pero el inesperado triunfo de 1959 fue un asunto privado, de un cliente de la marca, Paul Cotelloni, lo que inició todo el proceso que acabaría dando lugar al nacimiento del equipo oficial y a la vinculación de la marca con los rallies.

El DS se había presentado en 1955 y Cotelloni tuvo la idea de alinearse con uno de ellos. Le gustó la idea y repitió en 1959 con el DS que había comprado a su mujer. De hecho, no era un DS, sino un ID, la versión más económica del DS, más ligera, con caja de cambios manual en lugar de semiautomática, y sin dirección asistida. Quizás por eso Cotelloni optó por ir con dos copilotos, lo que estaba permitido entonces: Pierre Alexandre y Claude Desrosiers.

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La victoria obtuvo gran resonancia en Francia. Tanta que el responsable de comunicación de la marca supo explotarla y presionó para la fundación de un servicio de competición. Los grandes directivos de Citroën no quisieron involucrarse de forma oficial, sino que decidieron ofrecer apoyo financiero a la Ecurie Ile-de-France, que llevaba René Cotton.

Los éxitos se fueron sucediendo. Las victorias se acumularon y Cotelloni se proclamó campeón de Europa de rallies. Y en 1966 llegó la victoria de Toivonen, a la que siguieron otras en Tour de Corse o Marruecos, no podían caer en saco roto: el DS no era el coche más potente, ni de lejos, pero sus suspensiones marcaban la diferencia en una época en la que los caminos de tierra estaban siempre rotos y los de asfalto, muchas veces, eran sucesión de baches.

Ante la evidencia, se creó el servicio oficial, con Cotton al frente. Era un servicio tan familiar que cuando falleció Monsieur Cotton fue su mujer, Marlene, la que tomó los mandos del equipo.

Citroën y DS. Las siglas se dejaron de usar en los 70, pero nunca se olvidaron, dado su prestigio. Los amantes del automóvil reconocían que Citroën se había adelantado tecnológicamente a todos. Y fueron resucitadas hasta que en 2011 dieron lugar a marca independiente, dentro del paraguas de Citroën, para distinguir a los modelos más lujosos y distintivos, más cool, dentro de cada segmento.