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De Clark a Hubert: el lado más triste de la Fórmula 2

01/09/2019 09:53

El deporte del automóvil evoluciona constantemente hacia estándares cada vez más seguros y tanto las federaciones como los organizadores de campeonatos están comprometidos al máximo con este principio. Sin embargo, la velocidad entraña inevitablemente un peligro y este sábado hemos tenido que vivir un episodio negro en la Fórmula 2.

El silencio se ha adueñado del paddock del circuito de Spa-Francorchamps a las 17:07. Es el testimonio común de todos los miembros del Gran Circo con los que hemos contactado desde el fatal accidente acontecido en la mítica pero peligrosa curva del Raidillon, y que ha segado la vida del prometedor francés Anthoine Hubert durante la carrera principal de la Fórmula 2 en la catedral belga del automovilismo. En un entorno individualista y ferozmente competitivo, ayer todos recordaron que son parte de una misma familia.

Hubert, campeón en título de la GP3 de 22 años, ha sido el primer fallecido en una carrera de la categoría de plata del automovilismo desde 1995. Entonces fue otra fatalidad, otra conjunción de imponderables, casualidades, la que se llevó para siempre al brasileño Marco Campos justo antes de la horquilla Adelaida del trazado francés de Magny-Cours. Entonces, la categoría de acceso directo a la Fórmula 1 no se llamaba Fórmula 2, ni GP2, sino Fórmula 3000. Fue aquella la primera muerte en Fórmula 3000 Internacional –en la japonesa hubo que lamentar más– y también la última. Sin embargo, otros nueve pilotos fallecieron en alguna modalidad de la F2 a lo largo de la historia. Por ejemplo, Henry Surtees perdió la vida en Brands Hatch en julio de 2009 cuando la Fórmula 2 no actuaba como escalón previo a la categoría reina, si bien estaba amparada perfectamente por la FIA.

Hans-Georg Büger, Gerry Birrell, Bert Hawthorne o Gerhard Mitter –este último en los entrenamientos del GP de Alemania de 1969, pero con un F2– también sucumbieron a su pasión en la categoría de plata del automovilismo, pero inevitablemente el accidente mortal más llorado en F2 fue el que se produjo aquel 7 de abril de 1968 en el circuito de Hockenheim, cuando el escocés volador, Jim Clark, nos dejó para brillar por siempre en la constelación de las leyendas del motor.

Este sábado, con el accidente fatal de Anthoine Hubert se ha escrito otro episodio increíblemente desgraciado al producirse en una de las curvas más rápidas de todo el campeonato, con menos escapatoria y además entre dos coches, la circunstancia menos habitual y para la que menos están preparados los propios monoplazas. El ángulo de impacto ha sido de prácticamente 90 grados y se ha producido a la altura del cockpit, donde menor espesor de carbono existe y puede existir en una célula de seguridad de un monocasco moderno y avanzado como es el del Dallara F2.

Precisamente por estas condiciones, es inevitable recordar el triste accidente de Alex Zanardi en el 2001 American Memorial disputado en el trazado alemán de Lausitzring, donde el piloto boloñés perdió ambas piernas tras colisionar en perfecta T con Alex Tagliani tras perder el control en la salida de boxes y salir hacia la pista involuntariamente como este sábado lo ha hecho Hubert desde las protecciones.  Nunca deseamos un accidente, pero cuánto hubiéramos preferido que la mala suerte de Hubert hubiera sido más similar al último accidente grave en la curva Raidillon, cuando Pietro Fittipaldi se rompió ambas piernas en las clasificaciones para las 6 Horas de Spa en mayo de 2018. Sólo nos queda desear que la suerte de Juan Manuel Correa, el piloto que impactó contra el coche de Hubert, sea la mejor dentro de su gravedad.