Westworld

A Toto se le queda cara de idiota porque no sabe muy bien si lo que le acaba de decir el empleado del año es una broma o no. El rubiales le ve la jeta a la parte contratante e insiste.

—Que si, que me largo, que quiero estar con Vivi y la cría, y esto me empieza a pesar. Ya tengo la luz pagada pa unos pocos años y una tonelada de helados ibicencos me van a venir mejor que estar aquí enzarzao con Lewis. Se acabó el entrenamiento de horas en el gimnasio, el coñazo de los actos promocionales y todo ese jaleo de viajes interminables a sitios a los que nunca voy a volver. Que me piro pa casa, capo. La decisión está tomada.

Torger Christian "Toto" Wolff, un bigardo de casi dos metros de altura y 110 kilos de peso, alzó una diestra que pensando de manera autónoma no sabía si aplastar de un castañazo al nuevo Campeón del Mundo o darle un abrazo de despedida. La mano determinó que lo mejor era rascarse la coronilla para ayudar a pensar a esa cabeza en la que a sus cuarenta y cuatro tacos no reside ni una sola cana. Ante la tesitura, la boca del mismo propietario de la mano soltó de manera solidaria un casi imperceptible: "menudo marrón en el que me acabas de meter, chaval".

No existen coches coches marrones en la Formula 1 desde hace años, pero los hay grises. El color gris es el tono de lo soso, tedioso y aburrido, pero el gris de los Mercedes casi nos ha sabido a gloria a los mas frikis de la velocidad cuando los motores se ha quedado en silencio. La sorprendente salida de Nico Rosberg hacia una vida, a su entender mejor, ha dejado a la tía más buena de la clase sin pareja de baile. Todos los pilotos del mundo querrían tener un coche que ha sacado, sin apretar, una diferencia media de siete décimas a su más cercano perseguidor. El monoplaza creado por Aldo Costa junto al motor de Andy Cowell no es que sea la referencia, es que ha barrido del espectro por aplastamiento a cualquier otro contendiente durante los últimos tres años. El año que viene todo va a cambiar, y puede que se rompa esa regla no escrita que dictamina que de manera tradicional los coches suelen comenzar las temporadas tal y como la acabaron el año previo. Mercedes es el equipo campeón de los últimos tres años, tienen el mejor motor que fabrican ellos mismo y venden a otras formaciones. Mercedes posee un fondo financiero virtualmente inagotable y en caso de les hiciera falta un pellizco les resultaría relativamente fácil conseguirlo. El piloto Campeón del Mundo contra el que tendrían que pelear el resto no está, el honor de la estrella será defendido por el subcampeón y según los jefes de equipo Lewis ha sido el piloto que ha hecho la mejor temporada de todos.

El problema ahora no es bailar con la más fea sino seducir a la más guapa y sólo los campeones serían capaces de llevarse al huerto a la reina de la fiesta… pero es la reina de la fiesta la que elige, no los chicos que se acercan a ella. Los hay que van de smoking pelao, manos en los bolsillos y pose de duros a lo Humphrey Bogart, hay otros que arriman la cebolleta vestidos de traje del Zara y zapatos cuidados, y los hay que llegan con aspecto de quinceañeros algo desaliñados aunque se hacen acompañar por un buen ramo de flores.

Los del primer tipo aportan eficacia probada, resultados garantizados y beneficios netos en forma de puntos recaudados. El problema de estos es que llegan envueltos en esas lustrosas bolsas de las tiendas madrileñas de Loewe pero pueden romper el equilibrio interno que tanto sudores fríos han costado a Herr Wolff y Mister Lowe. ¿Alguien imagina a Lewis, Alonso o Max reducir su ritmo para dejar pasar a su compañero porque hay órdenes de equipo? Rosberg lo asumió, Lewis lo hizo a veces, pero soltarles este mensaje por radio a los posibles nuevos invitados es como encender la mecha de una peligrosa carga de dinamita en el edificio principal de Brackley, el que está al lado de riachuelo. Puestos a valorar aquí bien podrían entrar Vettel o Ricciardo, que a día de hoy lideran sus equipos, y a nadie debería escapar que aunque se pidieran el traslado, pasar de ser el mandamás de un reino propio a pasar a ser el monaguillo de otro debe ser como zamparse de una sentada un tren de mercancías… acompañado de pan duro y sin agua.

Los chicos de los trajes sin firma y zapatos limpios, los de la clase media, aún no son estrellas fulgurosas pero tienen mimbres para serlo si les das un coche pata negra. Si que acatarían las órdenes, no serían igual de mediáticos y recabarían muchos puntos, pero si el primer espada se les pira o se quiebra la pata no se fiarían del todo de ellos para liderar al equipo campeón, y esto es también un riesgo. Checo, Bottas, Hulkenberg, Grosjean, Sainz o los egresados Button y Massa encajan en la descripción. Todos ellos miran al futuro W08 como el niño que mira un merengue de a kilo en el escaparate de una pastelería, pero hay trabas varias. Entre los primeros es como quedarían sus equipos, ya contratados, sin su presencia.

Checo Pérez, Force India: con Esteban Ocon, con nueve carreras disputadas

Valtteri Bottas, Williams: con el absolutamente novato Lance Stroll

Nico Hulkenberg, Renault: con Jolyon Palmer

Romain Grosjean, Haas: con Kevin Magnussen

Carlos Sainz, Toro Rosso: siéntate con Marko a negociar si tienes lo que hay que tener

Jenson Button y Felipe Massa se han retirado ya por activa y pasiva. De momento guardan silencio pero su retorno podrían ser solución a regañadientes de este rompecabezas dinerario-deportivo en sustitución de alguno de estos que se desplace.

Al final de la cola de contendientes a beneficiarse a la entaconada reina de la belleza del instituto están los jovenzuelos. Tipos como Wehrlein, Ocon, o incluso Nasr podrían llevar ese segundo Mercedes con dignidad, pero un equipo campeón no puede entregarse a tipos carentes de historia, con una experiencia limitada, sin garantías de un éxito seguro, sin títulos o vicetítulos, o que no es que no haya ganado carreras sino que haya visto el pódium solo por la tele. Un equipo campeón necesita un ganador… y volvemos a la casilla de salida en nuestro particular juego de la oca, aves que por cierto, campan plácidamente en el riachuelo que hay delante del despacho de Toto.

Bottas, Hulk y Wehrlein llevan una cabeza de ventaja al resto por la sencilla razón de pertenecer a la cuadra de la estrella, y para algo ha de servir todo ese €$fu€rzo previo. Hay que darle sentido al programa de pilotos de la marca, pero estar en él tampoco te da la garantía de que acabes convertido en Fangio.

Menuda liada tiene Wolff en su jardín, el de los patos esos. Si por él fuera, tendría una máquina como la que tiene Anthony Hopkins en la serie Westworld y en vez de comprarse un piloto apañao, se lo fabricaría a medida. Su desgracia es que esa máquina aún no existe. Bueno, ya existirá, tan solo necesita una plantilla adecuada, y precisamente en su plantilla eso es lo que falta: el muñeco que lleve sus coches. Ale, a darle a Google hasta que aparezca, o hablar con los de Westworld para que lo fabriquen.