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Bélgica 2015: Hamilton desatado

Responde con autoridad tras las críticas por sus extravagantes vacaciones
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José Miguel Vinuesa
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25 Ago 2015 - 15:54

Fueron unas vacaciones polémicas para quien quiso verlas polémicas: puros, bailes sensuales con famosas cantantes, ropa estridente. Luego, a ocho minutos de empezar la carrera, se hacía una fotografía con el actor Adrien Brody. "¿Qué hace Lewis?", podrían pensar algunos, "¿es que no sabe concentrarse en la carrera?". Pero Lewis separa placer y trabajo, farándula y carreras.

Lewis estaba muy concentrado, de hecho. Tanto, que con el mismo coche consiguió una diferencia de casi medio segundo con su compañero de equipo en clasificación. Una inmensidad. En su trabajo, ese que consiste en exprimir un coche de carreras al límite, Lewis volvió a dar muestras de un nivel cercano a lo perfecto. Ni siquiera la gran incógnita de la nueva salida manual se interpuso en su camino. Lo hizo en el de su centrado, metódico y correcto compañero. Porque Lewis salió perfectamente y enseguida construyó una ventaja suficiente para su comodidad, mientras que Rosberg se veía engullido por otros coches que le complicaron el trabajo de volver a ver la zaga de su rival por el título. Cuando pudo verla, fue desde una distancia prudencial e inalcanzable.

Lewis marcaba impolutamente el ritmo en las colinas belgas, impecable. Sí, quizás aún sea ligeramente inestable, puede que aún no sea todo lo maduro que podría esperarse, y puede que no lo sea nunca, pero como piloto es una delicia, sin más. Y de esa manera –deliciosamente- subyugó al circuito de circuitos del campeonato, ese que, puede que sinceramente, puede que por diferenciarse, dice no ser su preferido. Poco importaba: cuestión de gustos, cuestión de actitudes. Trabajo inconmensurable.

Quizá Lewis aún sea ligeramente inestable y no del todo maduro, pero como piloto es una delicia

Y pese a todo ello, por un momento, subiendo hacia Les Combes, a su izquierda apareció un coche plateado y negro que nunca hubiera esperado ver: el Force India de Sergio Pérez, que no solo firmó una gran sesión de clasificación, sino que por unos escasos centímetros y décimas de segundo, se encaramaba al liderato. Un liderato que no podía ser suyo. Quizás el recuerdo de que, cuarenta y cinco años antes, otro mejicano como Pedro Rodríguez conseguía en el viejo Spa su última victoria para sí y hasta ahora para su país con un BRM que no estaba entre los más competitivos, alimentaba de alguna manera el torbellino en el que Pérez se transformó en los inicios. Su carrera nos trajo de vuelta al mejor Pérez, y aunque se fue retrasando conforme avanzaba la carrera, su quinto puesto final es toda una muestra de calidad que esperemos siga sacando a relucir.

La verdad es que, quitando a los Mercedes de la ecuación, la carrera estuvo muy barajada. Los problemas técnicos y de pilotaje de Ferrari en clasificación, y el buen rendimiento de otros monoplazas, dejaron bastante incierto el tercer escalón del podio. Claro que Vettel, constante como un martillo y aprovechando una estrategia diferente de la Scuderia, subió a una tercera posición que era suya a falta de una vuelta. Se puede debatir hasta el infinito sobre quién es el culpable de la explosión del neumático, si de un Vettel y una Scuderia que tomaron una decisión arriesgada (la de ir una parada), o de una Pirelli cuyos neumáticos dieron otra vez muestras de ciertas deficiencias, tanto en F-1 como en las categorías menores. En realidad, es difícil poner el peso de la culpa en ninguno: lo que intentó la Scuderia de la mano de Vettel se ha visto en otras carreras, donde la marca de neumáticos recomendaba un cierto número de paradas, y luego algún equipo hacía menos y funcionaba. La ejecución de Sebastian del plan previsto fue excelente, y trepó posiciones con constancia. No funcionó porque el neumático no aguantó, algo que podía pasar. La línea entre héroes y villanos es siempre muy delgada.

Lo que Ferrari intentó con Vettel se ha visto en otras carreras, es difícil repartir el peso de la culpa

Puede que si por detrás no hubiera estado tan presionado por Romain Grosjean, el esfuerzo requerido al neumático hubiera sido menor y hubieran recogido el tercer puesto en su Gran Premio novecientos. Pero este fin de semana el Lotus, tanto de la mano de Maldonado como de Grosjean, funcionaba perfectamente. Lástima que Maldonado tuviera un problema de motor. Pero Romain, que partía noveno tras sufrir una penalización de cinco puestos, hizo una carrera excelente, como hacía tiempo que no se le veía, de puro corazón unido a talento. En los compases finales presionó a Vettel con mucha intensidad, pero no podía con el alemán hasta que el problema en el neumático del Ferrari le dio una tercera posición muy merecida. Fue él el que se llevó el gato el agua de un podio disputado, y sus emociones se desbordaron, fruto del duro camino por el que transita desde hace tiempo, y que parece aclararse con un coche con mejor rendimiento.

Un podio disputado porque Red Bull, sobre todo con Ricciardo, estaban en la pelea por ese puesto, pero el coche se "apagó", y los esfuerzos del australiano quedaron desvanecidos. Dejó claro, sin embargo, que la excelencia aerodinámica del Red Bull sigue existiendo, aunque ya no es el mejor: los Mercedes se mostraban mucho más estables y dóciles en ciertas partes del circuito donde la aerodinámica prima. Es comprensible la frustración en el equipo austríaco, porque el coche en sí no es malo, pero con un Renault que apenas avanza, no hay manera de explotar como correspondería el conjunto.

La que estuvo desaparecida en un circuito en el que deberían haber estado muy arriba fue Williams. Ni Bottas ni Massa estuvieron en ningún sitio durante la carrera, aunque sí en clasificación (Bottas tercero, si bien a 1’340 segundos de la pole). Massa volvió a demostrar un mejor desempeño en carrera que su compañero, pero entre ambos, nada especial, y fueron sin duda la decepción del fin de semana. En Monza, con menos exigencias aerodinámicas, deberían estar de nuevo en lucha por el podio, pero ahora mismo la competencia se está volviendo feroz.

Por detrás, Carlos Sainz hizo una exhibición de talento al colar su Toro Rosso en la Q3. Sí, ayudado por el fallo de motor en Q2 de Kimi Räikkönen (es para hacérselo mirar, por cierto), pero fue él quien se hizo con esa posición. Luego, el cuarto problema técnico consecutivo le apartó de la carrera en los primeros compases, y aunque se reincorporó, y rodó en buenos tiempos, su carrera ya estaba arruinada. En el otro lado del box, su compañero Max Verstappen continúa haciendo las delicias de los aficionados con su ímpetu y su frescura. Recuerda con mucha intensidad gracias a su carácter indómito, su búsqueda de huecos imposibles, sus adelantamientos extasiantes y sus errores en cierto modo inocentes, a pilotos como Gilles Villeneuve. No, no se debe comparar (es algo estéril), pero que Max es un ingrediente que hacía tiempo que no se veía en la F-1 es innegable. Hoy, que todo está regulado, medido, pesado, encuadrado y programado, una figura como la del holandés es una bendición para esta F1. El espectáculo que dio en Spa pudo haber acabado en un muro o en un excelente octavo puesto, como hizo. Pero en ambos casos, hubiera sido excitante de contemplar.

Otro que deja gotas de calidad es Roberto Merhi. Con un coche inferior al de su compañero, sigue batiéndole con consistencia. Es un campeonato íntimo, no tienen otro objetivo en el que centrarse sino el uno contra el otro, y ahí Roberto, en carrera, se muestra como un piloto mejor, más fiable, inteligente y rápido que Stevens. Son victorias pírricas, insignificantes para el ojo global, pero que no pueden sino remarcarse. Su trabajo debe estar siendo (es, de hecho) impecable, porque sigue subido al monoplaza, uno que no luchará por los puntos, que no trae grandes evoluciones, pero Roberto se faja como de costumbre y le saca todo el jugo, aunque sea escaso. Con un material mejor, Merhi nos sorprendería, sin duda.

En McLaren empiezan a echarse las culpas mútuamente, los patrocinadores escasean y no llegan ni se atisban en el horizonte

Y ya que hablamos de grandes evoluciones y mejoras, llegamos a McLaren. La salida de Alonso y de Button, ambos los últimos en parrilla con la insultante sanción de 55 y 50 posiciones en parrilla respectivamente, fue sencillamente perfecta. Se pusieron a la puerta de los puntos. Pero entonces llegó el gélido baño de realidad que llevaban dándose todo el fin de semana. No hay coche. Según Arai, en Hungría el motor Honda era mejor que el Renault, y en Spa debería estar a la altura del Ferrari. Pero ver a Button y Alonso no poder contener a los Sauber (recordemos, equipados con motor Ferrari), dejó la prueba palpable de que el objetivo no se había cumplido en la evolución del motor. Al final, palabras que se vuelve a llevar el viento. Un viento que, además, no es benigno con el McLaren. El coche no es bueno tampoco en el apartado de chasis y aerodinámica. Empiezan a echarse las culpas mutuamente. Los patrocinadores escasean, y no llegan ni se atisban en el horizonte. 

Pero el problema no es de Honda, ni de McLaren. O no solo. Es de un reglamento que te obliga a acertar a la primera. Honda pensó haberlo hecho. McLaren también. Fallaron estrepitosamente. Y recuperar la distancia con Mercedes se muestra a los ojos de los expertos y de los simples aficionados como un trabajo difícil, de varios años y muchos sinsabores. El panorama sigue siendo igual de negro que el coche, como lo lleva siendo todo el año. Y como todo el año, cada promesa se transforma en una decepción. Que Fernando le sacase cuarenta segundos a Button trae al recuerdo mensajes llenos de frustración. No deja de ser significativo, pero ni él ni Jenson deben luchar por eso. El gigante McLaren despertará algún día, pero su sueño empieza a ser demasiado pesado.

Y ahora se acerca Monza. Hace sesenta años, Mercedes hizo un doblete con Fangio y Moss en Spa. Meses después, hizo un doblete con Fangio y Taruffi en Italia. Hoy, cíclicamente como la historia nos demuestra, Mercedes es el equipo al que poner, de inicio, en el 1-2 de cada carrera. Aunque pueda pasar cualquier cosa en el corazón, a veces tan vivo, de ese Parco Reale que acoge al catedralicio Autódromo Nazionale.

2 comentarios
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26 Ago 2015 - 12:37
Lewis ya no sorprende, esto es, todos saben que es el mejor, que es el hombre a batir, y que, cualquier superación que le puedan hacer seria una Azaña. Varios campeonatos vendrán a su espalda.
V.Petrov
25 Ago 2015 - 17:02
"PANCHITO.....VOLVE "
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