Arenas movedizas

Hoy, la única arena que los pilotos tienen que sacarse de los ojos es la que proviene de un circuito como el de Baréin, que curiosamente también tiene una larga recta de meta que acaba en una horquilla. Pero sólo eso y los diminutos granos de tierra es lo que tiene en común con su arenoso antecesor. Bueno, y un ritmo de vuelta interesante.

De toda esa arena en suspensión, como auténtico jefe de la tribu itinerante que es la Fórmula 1, surge Lewis Hamilton, que con su actuación ya supera la distancia en puntos de un Gran Premio con su inmediato perseguidor. Puede permitirse un cero en su casillero, y seguir en la misma posición, que parece intocable. Ni siquiera pequeños fallos en boxes o en el monoplaza le apartan de su posición natural en este momento: el liderato. Son los perseguidores los que se han movido en arenas movedizas todo el fin de semana.

Primero Nico Rosberg, que al menos se encarama a la segunda posición del Campeonato, pero cuya actuación se vio marcada por altibajos. El más grave, su pobre rendimiento en la clasificación. Si quiere apretar a Hamilton, tiene que salir como mínimo a su lado, que es además lo que se le debería exigir con un coche como el Mercedes. Pero claro, hablar es fácil, porque ser capaz de extraer todo el rendimiento a un monoplaza no está al alcance de todos. Y a una vuelta, Nico ha perdido esa capacidad de la que sí disfrutaba, y con firmeza, el pasado año. Era casi su única arma contra su compañero de equipo. Por el contrario, en la carrera estuvo muy incisivo, lo que es una buena señal.

Por desgracia, la salida fue pésima, y eso condicionó en parte su carrera. Porque adelantó bien, y pese a que se vio siempre superado estratégicamente por el Ferrari de Vettel, supo recuperar pronto su posición. Incluso en la fase central de la carrera estuvo muy cerca de Hamilton, pero era un espejismo en el desierto: Nico no podía intimidar a Lewis. Se puede decir que le perjudicaron en la segunda parada al detener primero al Mercedes número 44, pero Mercedes quería cubrir la victoria ante la hipotética amenaza de Kimi Räikkönen. Que llegó, pero sólo hasta el alemán, que sucumbió víctima de unos frenos destrozados. Y ser tercero no es una buena noticia para Rosberg, que además es el Mercedes contra el que Ferrari puede pelear. Y no lo es porque, de seguir así, pronto será el lacayo al servicio del líder. Agridulce Gran Premio para Nico.

Como desequilibrado fue el de Sebastian Vettel. Su vuelta en clasificación fue extraordinaria, y con el ritmo que mostraba Ferrari, se antojaba por primera vez en mucho tiempo la posibilidad de una lucha tú a tú (o casi) con Mercedes. ¡Quién lo hubiera dicho justo hace un año, cuando Ferrari fue doblada, detonando una crisis que acabaría con una fuerte reestructuración! Pero Vettel perdió la brújula en la carrera, y estuvo vagando errático y sin destino aparente. Porque cuando parecía que podía luchar con Hamilton (relativamente) y con Rosberg (claramente), cometió varios y costosos fallos.

Tampoco es de recibo que te adelante dos veces el mismo piloto en la misma curva utilizando la misma estrategia. No estuvo preciso el alemán, y sus errores le costaron el podio muy posiblemente. Y cuando llegó con facilidad a la altura de Bottas, se estancó. Perdía con reiteración el ápice de algunas curvas, especialmente en la 3. No pudo con un excelente Valtteri, que se mantuvo impasible ante la presión, esta vez sí insistente, del alemán, que reconocería sus errores al acabar la carrera. Marcó la segunda vuelta rápida de carrera, pero fue una floja actuación que rubricó con un quinto puesto cuando el podio era muy razonable. O no.

Porque Kimi Räikkönen fue otro que dio luces y alguna sombra. La clasificación sigue siendo su talón de Aquiles, aunque al menos estuvo en segunda fila. Quizás sea lo único negativo en el fin de semana, pero es un mal endémico que no logra superar, y que condiciona notablemente sus carreras. Claro, que luego realiza una salida como la del domingo, o la de China, y lo arregla, pero a fuerza de correr más riesgos que pueden arruinar tu carrera, como ya le ha ocurrido este año. Pero esta vez le robó la cartera a Rosberg por el exterior de la primera curva con brillantez, si bien luego no pudo defender lo ganado. Por un momento, Ferrari había puesto en jaque a Mercedes: se habían librado de Rosberg y estaban justo detrás de Hamilton. Habían mostrado mejor ritmo con el neumático blando en los entrenamientos. Pero ese ritmo desapareció, o mejor dicho, los Mercedes tuvieron uno mejor.

Sin embargo, Kimi estuvo impecable en carrera, y la arriesgada estrategia de Ferrari no tuvo nada de equivocado, sino que por primera vez se permitieron jugar a dos bandas con sus coches, esperando que alguna funcionara. Vettel se autoeliminó. Pero el finlandés se fue muy atrás en tiempo y parecía descartado, hasta que empezó a verse que con los medios iba también muy rápido. Ahí, el podio de Vettel estaba en entredicho, porque el ritmo de su compañero de equipo al final de la carrera se anunciaba rapidísimo. Quizás el único fallo fue parar un par de vueltas tarde para el segundo cambio de ruedas. A partir de ahí, el objetivo era alcanzar a Rosberg.

Volvió el Kimi de las grandes ocasiones, veloz (vuelta rápida para él, otra más en su abultado palmarés), impecable, agresivo, y cortante por la radio. Ya se anunció en China, cuando se acercaba a Vettel al final de la carrera, viendo cercenado su ataque con el coche de seguridad. Aquí destapó el tarro de las esencias, y deleitó a quien quiso verlo. Cierto que al final fue un fallo en los frenos de Rosberg lo que le dio la segunda plaza, pero su llegada como un huracán hacía presagiar que Nico acabaría sucumbiendo.

Y lo hizo. Incluso a Hamilton lo pusieron en aviso, no porque pudiera recortar en una vuelta la distancia, sino porque también padecía problemas de freno: una o dos vueltas más, y según Toto Wolff podría haber ganado Kimi. Quizás esas dos vueltas de más antes de parar. Aunque hay poco que reprochar: el muro de Ferrari fue valiente, y encontró a un piloto que ejecutó a la perfección las órdenes. Bienvenido de vuelta, porque es un gran atractivo para este año. Y con una Ferrari que realmente funciona en casi todos los aspectos, que está ahí, cerca de Mercedes, es de esperar que sigamos viendo a un Kimi así de efectivo.

Los que se ahogan en el lodo son Red Bull y Toro Rosso. No tanto por sus coches o por sus pilotos, que hicieron todo lo que pudieron, destacando sobre todo Daniel Ricciardo y Carlos Sainz (pena de fallo en boxes, pero buen Gran Premio del español), sino por sus motores. Lentos y con problemas. La explosión a pocos metros de la meta en el Red Bull de Ricciardo fue la viva imagen del dramatismo de la situación. Al menos pudo cruzar la línea de llegada y hacerse con un merecidísimo sexto puesto, y su compañero Kvyat con el noveno (humeando por cierto en el parque cerrado).

Pobre resultado o hazaña, según se mire, porque el rendimiento y fiabilidad del Renault son decepcionantes. Pero que el único equipo que de verdad retó a Mercedes en 2014 y que dominó el inicio de este decenio con mano de hierro, esté en horas tan bajas, es preocupante. Y no se anuncian mejoras en el motor, sino todo lo contrario: en breve estarán usando motores más allá de lo permitido, y acumulando sanciones. Lástima.

Otros que siguen dejando un sabor agrio son McLaren. Es inaceptable que un equipo de la categoría y la tradición de Mclaren no sea capaz de encontrar y resolver un problema recurrente (o distintos, es indiferente) en el monoplaza de Jenson Button. Da una imagen muy poco seria, porque lo mínimo es saber qué pasa en el coche. La desesperación de Ron Dennis, vista ante las cámaras, expresa a la perfección la sensación de impotencia del equipo. Lo único que podría explicar el laberinto en que se vieron en Baréin, es que estaban exprimiendo ciertas áreas en el coche de Button, y no funcionaron. El ERS les tuvo en jaque todo el fin de semana, y dejaron fuera de la carrera a todo un campeón del mundo. Triste.

Pero entonces, en el otro lado del box, tanto en clasificación como en carrera, se vieron progresos interesantes. Y el hecho de que Alonso se quedara a las puertas de los puntos, aunque sigue sin ser del todo real (abandonos o problemas de pilotos con mejor rendimiento), no oculta que el paso adelante es visible, y mucho, desde Australia. El camino sigue siendo largo, y una comparativa de tiempos entre Alonso y Räikkönen, con el mismo neumático (aunque nuevo en el caso del finlandés) en la última parte de la carrera, deja traslucir una distancia de entre 2 y 3 segundos por vuelta ahora mismo. Y eso con Ferrari. Hay que cogerse a lo positivo, que es que están mejorando, aunque ver a Alonso adelantado con suma facilidad, sin capacidad de respuesta ni lucha, pueda ser desmoralizador. Y que el otro coche no pueda correr, devastador.

En cuanto a los demás, Lotus remonta el vuelo tras un inicio complicado, pero el motor Mercedes empieza a hacer efecto. Eso sí, lo de Pastor Maldonado es para hacérselo mirar: todos los fines de semana le pasa algo. Force India, y sobre todo un excelente Sergio Pérez, sacan petróleo otro año más en el territorio árabe. El coche no es bueno, pero sus pilotos lo están poniendo en posiciones más arriba de las que podrían merecer. Sauber se empieza a desinflar, aunque sigue combativo en mitad del grupo.

Y en Manor, Stevens le gana la partida por segunda vez a un Roberto Merhi que se queja de un comportamiento extraño del coche. No, no veamos fantasmas, pero con todos los respetos a Stevens, la distancia con Merhi no parece demasiado real. De hecho sus vueltas rápidas se distancian en apenas 3 décimas en contra del castellonense. Pero que le saque casi un minuto con el mismo coche, no es normal. Y más sabiendo la calidad que atesora el español. El inconformismo y la autocrítica de Merhi es loable, y seguro que trabajará en poner soluciones. Esperemos que las encuentre también en el equipo.

Y mientras tanto, Lewis Hamilton mira desde su posición cómo se retuercen todos los demás. Sí, Ferrari es una amenaza que obliga a pensar, a actuar con inteligencia. Pero de momento, y salvo por una vez que hizo despertar a Mercedes, su posición de preeminencia es intocable una vez pasado el primer quinto de la temporada. Sigue sin contrato, y no le preocupa: cada actuación suya y de su compañero, corren a su favor de cara a la cúpula germana.

Sí, se atisban algunos rebeldes que planean el ataque al poder, que se revuelven escapando de las arenas movedizas. El jefe de la tribu les estudia y vigila, pero no tiene intención de pasar el mando. Tiene una misión, y está decidido a cumplirla: tricampeonato.