¿Cambiarías tu premium por un eléctrico? 1.000 kilómetros con el Polestar 4 Performance nos han convencido

Polestar es una marca que gusta, eso está claro por las miradas que despiertan sus coches. Su principal defecto ahora mismo es que es muy poco conocida, y eso es un pecado mayor en el mercado premium, en el que no se conquista a los clientes por precio, sino por imagen. Polestar es una marca con sede y equipo de diseño e ingeniería en Suecia y en Inglaterra, pero fabrica sus coches en China, y esto es porque, como Volvo, Smart o Lotus, está integrada en el grupo Geely, que ha diseñado algunas plataformas eléctricas perfectas para todo tipo de coches: desde utilitarios deportivos hasta modelos de altas prestaciones.

UNA GAMA COMPLETA Y… PREMIUM

El caso de Polestar es claro: la marca nació con el Polestar 2, con un diseño 100 % Volvo, muy llamativo y del tamaño del Tesla Model 3. Pero sus siguientes modelos, el Polestar 3 y el Polestar 4, son muy diferentes a los de la marca sueca, aunque se siguen relacionando mucho entre sí. El Polestar 3 es un SUV de gama alta que comparte chasis y mecánicas con el nuevo Volvo EX90 eléctrico. Es muy amplio y también caro –desde 81.900 euros– Sin embargo, es el Polestar 4 el que más llama nuestra atención: no es una berlina, tampoco un SUV, ni un coupé, pero no resulta extraño y, en cambio, es muy atractivo. ¿Por qué? Porque con una longitud de 4,84 metros y una altura de 1,54 metros, apuesta por una carrocería de cinco puertas, algo más elevada y con estilo coupé, a la venta desde 65.900 euros, una tarifa que no es barata, pero sí competitiva.

ESTILO ESCANDINAVO

El diseño es claramente ‘limpio’, algo que gusta mucho en Polestar, con faros delanteros separados ahora por una pieza intermedia de carrocería, frontal en cuña, retrovisores muy cuidados, manetas de puertas aerodinámicas y una trasera tan tendida que… han quitado la luneta posterior. ¿El motivo? Estaba tan inclinada y se veía tan poco que la han sustituido por una cámara de visión trasera ubicada en el techo, que hace las veces de retrovisor, al situarse en una perspectiva similar. El coche es una pasada: con puertas sin marcos y un aspecto neo-futurista que realmente marca tendencia.

INTERIOR: LUJO ECOLÓGICO

El interior apuesta por un estilo escandinavo en todos los sentidos, no solo en ambiente, sino también en materiales. Polestar apuesta por un lujo ecológico, siendo una de las marcas en las que cada pequeña pieza tiene una perfecta trazabilidad para conocer y reducir las emisiones en el proceso de producción, además del uso y reciclaje. El efecto conseguido es magnífico, en parte porque al coche no le falta de nada: una buena pantalla tras el volante, head-up display, una muy eficaz pantalla central, buenos asientos y un enorme espacio en la trasera. Se pueden encontrar fallos de ergonomía, como una consola central con poco sitio para el móvil, el dichoso retrovisor con cámara, que nos impide ver qué hacen los niños en la trasera o, en conducción, que no tengamos levas para regular la regeneración de la frenada eléctrica o modos de conducción accesibles. En la trasera se va muy pero que muy holgado, porque el espacio detrás es una maravilla: extraordinariamente largo y ancho, también tiene mejor altura de lo previsto –caben perfectamente adultos– y cuenta con un reposabrazos central que permite reclinar el respaldo trasero para descansar. El interior se remata con un maletero con portón de más de 541 litros y un pequeño maletero delantero –15 litros– para algunos cables de recarga.

REALMENTE MUY RÁPIDO

La mecánica merece punto y aparte, con dos versiones: Tracción trasera con 272 caballos y 620 kilómetros de autonomía –65.900 euros– o tracción total y 544 caballos y 580 kilómetros de autonomía. Es esta última la que estamos probando y a la que Polestar ha añadido el paquete Performance –4.500 euros–. Este incluye llantas de 22 pulgadas, frenos aún más potentes y unas suspensiones Bilstein de funcionamiento impecable. La autonomía, con estas ruedas se rebaja a 540 kilómetros pero… ¡hay que ver cómo anda este coche!

Salimos de Madrid con un 70 por ciento de batería, así que sabemos que haremos una recarga de camino a Valencia, lo que nos lleva a dar algo de ritmo a nuestro viaje ‘eléctrico’, aunque el coche dice que llegaríamos con un tres por ciento de carga. El Polestar 4 responde siempre pidiendo un poco más. Es preciso, cómodo, tiene buena visibilidad e ilumina por las noches de forma excelente la carretera con sus luces Pixel LED –parte de un paquete opcional de 5.500 euros–. Nuestra unidad alcanza los 91.000 euros con casi todas las opciones incorporadas –le falta el techo de cristal oscurecible–. El caso es que el coche va de maravilla, pero consume también de lo lindo: llegamos a nuestro punto de recarga con un consumo de 27 kilovatios hora cada 100 kilómetros, lo que no resulta precisamente bajo.

CONSUMOS ALTOS… A RITMO ALTO

Aprovechamos para recargar al 95 por ciento y usamos los 102 kWh de batería para llegar a Valencia a muy buen ritmo. Precisión, velocidad, confort… realmente este coche se comporta como un modelo premium y, como aquéllos, el consumo no es una premisa tan, tan importante, también porque, al tener batería de sobra, no nos preocupamos demasiado del tema. En la conducción no hay varios modos ni levas de regeneración de carga tras el volante, dos cosas que nos gusta tener en los eléctricos. A cambio, podemos elegir desde la pantalla entre conducción sin retención, normal o con un pedal para regenerar más batería. Nos gusta la intermedia, ya que con la que no retiene, el coche ‘se embala’ en las bajadas, haciendo que recorramos muchos metros sin gasto, pero… ¡vaya con las inercias! en cambio el ‘one pedal’ que evita frenar para parar el coche, nunca ha sido de mi gusto.

Realizamos un trayecto extra de casi 400 kilómetros, en familia, con algo de carga y por carreteras nacionales. De nuevo, confort, seguridad, calidad y equipamiento. El coche informa muy bien de lo que ocurre, el Google Auto nos dice exactamente dónde están los cargadores, si necesitamos repostar o no, con cuánta batería llegaremos, con cuánta volveríamos a casa, cuánto tarda en recargar… toda la información que deberían tener todos los eléctricos, pero que muy pocos tienen. El silencio de marcha es enorme y es ‘natural’, conseguido con muy buena aerodinámica y cero silbidos en piezas críticas como los retrovisores del coche, no con insonorización extra.

Volvemos a Madrid, y cuesta arriba –la capital está a unos 700 metros por encima del nivel del mar– el coche consume un poco más que cuesta abajo, lo que alarga nuestra primera parada. El coche carga a 200 kilovatios, pero estas potencias solo se alcanzan en cargadores muy específicos con mangueras refrigeradas, así que se mueve entre los 100 y 150 kilovatios y tardamos unos 40 minutos. Si queremos paradas más cortas, es mejor ser suaves con el acelerador para consumir menos. El alto consumo –más de 30 kilovatios hora yendo rápido– nos lleva a recargar una vez más en Madrid antes de movernos por la ciudad y sus alrededores.

EXCELENTE COCHE, PERO MEJOR LA VERSIÓN ‘BASE’

Devolvemos nuestro Polestar 4 con más de 1.200 kilómetros recorridos, y nos ha gustado mucho el coche y, en esta versión, las prestaciones. Pero por consumo y precio se escapa de la lógica de los eléctricos en España. Si queremos viajar con más tranquilidad de recarga, es más recomendable la versión de tracción trasera y 272 caballos, ya muy prestacional, sumar un par de opciones y quedarnos con un precio entre 60.000 y 70.000 euros. Si nos gusta el Polestar 4 y no nos importa un alto consumo, este Performance es una maravilla, pero es la versión de acceso la que  puede competir con los Audi e-tron Sportback, Porsche Macan o Mercedes EQE, rivales más naturales que otros coches que ‘se parecen’ en cuanto a diseño, como el KIA EV6, BYD Sealion o Cupra Tavascan, muy atractivos, pero alejados de los premium en cuanto a imagen.