Louise Piëch, la mujer que hizo posible el nacimiento de Porsche

Pero hay muchas otras importantes en la historia de la automoción, tanto en competición como al frente de marcas. Entre estas últimas estarían Mary Barra, que rige los destinos de GM, y Linda Jackson, ahora recién nombrada máxima responsable de Peugeot o a la española Magda Salarich, durante años consejera delegada de Citroën España y que también tuvo cargo importante en PSA.

Pero hay una que no sale mucho en los papeles, pero que tuvo una importancia capital y que sin ella posiblemente Porsche no existiría, posiblemente no hubiera nacido: Louise Piëch.

Louise Piëch era hija de Ferdinand Porsche, casada con el abogado vienés Anton Piëch, a quien conoció porque defendió a su padre en un litigio entre Porsche y Daimler. Y madre de Ferdinand Piëch uno de los mayores ingenieros y directivos de la historia de la automoción.

Louise sabía desde su más tierna infancia lo que era un automóvil. Tenía uno a escala, similar a un kart, que usaba en el jardín de su casa paterna en Viena. Y a los 14 años ya tenía carnet de conducir. A los 19 ganó una competición organizada por su padre, superando al mítico Rudolf Caracciola… pero fue éste quien se llevó el trofeo al ganador ya que Porsche no quiso dárselo a su hija por temor a que le acusaran de favoritismo.

Tras la Guerra, con su padre encarcelado y su hermano Ferry intentando crear Porsche, Louise evitó que los bienes familiares fueran nacionalizados transfiriéndolos a una nueva empresa, Porsche Konstruktionen, creada en Austria, país del que poseía nacionalidad por su nacimiento y su matrimonio.

Así, mientras su marido, Anton, dirigía Volkswagen de 1941 a 1945, ella pudo salvar Porsche y el patrimonio familiar, evitando la nacionalización.

Los fallecimientos de Ferdinand Porsche y de Anton Piëch, sucedidos en apenas 18 meses –1951 y 1952– la colocaron al frente de la firma como mayor accionista de la misma, asumiendo la gerencia.

De hecho, durante la época en que Ferdinand y Anton, así como Ferry Porsche, estuvieron prisioneros tras la Guerra, ya ejerció el poder en la sombra y fue ella la que consiguió la exclusiva de la distribución de Volkswagen en Austria, elevó en dos años a 100.000 las unidades del escarabajo vendidas en Austria y creó una red de distribuidores, a la par que comenzó a importar los Porsche.

Si pudo hacer todo eso fue en buena parte porque Ferdinand Porsche estaba convencido de que su hija era una gran empresaria y por eso en su testamento, en lugar de dejar la fábrica a Ferry, como hubiera sido lo normal entonces, la repartió a partes iguales entre sus dos hijos.

Louise fue clave para que Porsche diera luz verde al 917, creado por su hijo Ferdinand Piëch, y propició la creación de la escudería Porsche-Austria o Porsche-Salzburg. Una decisión con premio: en 1981, el Porsche 917 Salzburg, con los colores rojo y blanco de la bandera austríaca, gano las 24 Horas de Le Mans, el primero de siete triunfos consecutivos de la marca.

Para entonces ya había abandonado sus responsabilidades cotidianas en la marca, aunque como presidente honoraría del Consejo de Vigilancia y accionista seguía manteniendo un discreto control.