17 días para los test: Van Rossem, un provocador en la F1

Van Rossem, economista, hizo dinero con Moneytron, una sociedad de inversiones. Decía que había encontrado un algoritmo que predecía las tendencias de la bolsa y muchos le creyeron. En 1989, es decir hace 30 años, se embarcó en financiar al equipo Onyx para dar a conocer todavía más a su sociedad. Fichó a Stefan Johansson y al belga Bertrand Gachot, sí, ese el piloto que por agredir a un taxista en Londres años después, no pudo correr el GP de Bélgica en Spa y permitió debutar en F1 a Michael Schumacher.

Gachot se declaró sorprendido el día que en Van Rossem le citó en su despecho: "Tenía la mesa cubierta de fajos de dólares". El equipo fue fundado por Mike Earle, mánager de éxito en Fórmula 2, y contaba con un buen ingeniero, Alan Jenkins, ex de McLaren.

El salto a la F1 quizás era un paso lógico para un fan de los ‘slot racing’, que llegó a financiar encuentros mundiales pagando viajes y estancias a los mejores ‘pilotos de slot’ americanos y europeos.

Los resultados tardaron en llegar, sólo tuvieron uno en 1989, el tercer puesto de Stefan Johansson en el GP de Portugal –el mismo en el que Gachot fue apeado en beneficio de JJ Lehto– pero al final de la temporada vino el desastre: Van Rossem fue juzgado y condenado a cinco años de prisión por estafa.

Moneytron no era un algoritmo milagroso sino una estafa piramidal, una más de las muchas que se han dado en la historia –y personajes de las carreras han sido protagonistas activos y víctimas pasivas–. Los personajes de las mismas suelen ser extrovertidos, muestran gran tren de vida, son snobs, están en el candelero para cubrirse con una patina de popularidad y credibilidad.

Van Rossem salió de la cárcel, escribió libros, protagonizó algún programa de TV, y fundó su propio partido llamado ROSSEM como él, aunque eran las iniciales en flamenco de "Reformadores Radicales y Guerreros Sociales por una Sociedad más Justa", una maniobra para conseguir inmunidad.

Le salió bien ya que le permitió ser diputado tanto del parlamento belga como del parlamento flamenco hasta 1995. Pero su paso por la política no atenuó sus modos y formas de provocador: fue explusado de la cámara en la toma de posesión del Rey Alberto II por gritar airadamente "¡Viva la República!" y finalmente fue condenado y cumplió prisión, e incluso provocó una pequeña crisis diplomática por llamar al primer ministro holandés "imbécil". Al salir de la cárcel volvió a refundar su partido, pero no salió elegido por poco.

Su vida fue excéntrica hasta su muerte. Un año antes, en una entrevista en televisión, dijo que iba a pedir la eutanasia para él. Años antes había hecho que criogenizaran a su mujer, enferma terminal, para despertarla cuando se hubiera encontrado cura para su mal; pero sus problemas financieros le obligaron a terminar con el proceso años después.