Perdamos la inocencia: las normas se aplican según el color del cristal con que se mira

Las normas, en cualquier ámbito, se supone que son creadas para poner un poco de orden en este puñetero mundo y ser aplicadas de forma justa por igual a todos. Sólo así, un reglamento o norma podrá considerarse de salida, al menos, como justo. Después ya está la opinión de cada uno, que depende del cristal con que se mira. Cualquier norma o reglamento del ámbito que sea nos puede parecer más o menos justa, incluso más o menos útil para la causa o que tenga o carezca de todo sentido común.

Pero... ¡oh!, el mundo es injusto. La vida y sociedad que hemos creado también lo son. En la naturaleza, la mayoría de nuestros problemas los solucionaría en gran parte, la selección natural, pero la aplicación de las normas está en manos de seres humanos. Personas como tú y yo, personas con anhelos, sueños y envidias.

De los que finalmente se encargan de interpretar y aplicar las normas los hay que ya poseen un gran poder. Por tanto, no es de extrañar que apliquen el reglamento de forma que obtengan cierto beneficio directo o indirecto, que lo hagan buscando perpetuar su poder y control, incluso aumentando ambos, deshaciéndose de posibles rivales por el camino.

Por otro lado, los hay que faltos de poder, envidian y anhelan este. Así que es muy posible que, de estar en su mano, apliquen las mismas normas que el anterior buscando escalar posiciones para lograr ese poder que anhelan, convirtiéndose finalmente con toda seguridad en los primeros mencionados en el párrafo anterior.

Ambas formas de aplicar las normas son injustas, egoístas y totalmente parciales.

Y no nos olvidemos que poder suele ser igual a dinero.

Por desgracia pocas personas justas y sabedoras de lo que se hacen suelen estar a cargo de aplicar el reglamento. Suele ocurrir que la honradez, sinceridad y sentido común, además de pasados de moda, están peor recompensados que el no hacer gala de estas cualidades. Por tanto, este tipo de personas no suele medrar en su entorno, logrando por tanto mucho menos poder e influencia que los que aplican el reglamento buscando solo algún beneficio propio. Ser una persona sincera, honrada y que se mantiene en sus principios no está bien recompensado hoy día. Así nos va.

Además, estando en manos de seres humanos, casi nunca hay criterio uniforme a la hora de tomar decisiones y aplicar las normas, diría que en un 99% de las veces, llámenme exagerado u hombre de poca fe si quieren. Raramente lo hubo antes y mucho menos ahora.

Hay tantos criterios y formas de aplicar las normas como personas las aplican. Para gustos, colores, o como diría Harry el Sucio: “Las opiniones son como los culos: Todo el mundo tiene uno”, frase que a mí me gusta más utilizar.

Y de aquellos polvos, estos lodos. Seguimos a día de hoy con el aficionado confundido y cabreado a partes iguales, con una fuerte sensación de que el reglamento no se aplica de forma justa y por igual a todos los pilotos y equipos. Confundido porque no entiende por qué algunas normas, las mismas, se aplican con toda su dureza unas veces y otras no, en circunstancias parecidas o iguales en la pista. Muchas normas incluso son difíciles de entender en sí mismas. Cuando la justicia no se entiende no es justicia, es sólo ley. En definitiva, un fiel reflejo de la vida misma y la sociedad en la que vivimos. Ni más ni menos que eso.

No voy a entrar en teorías conspiranoicas ni culebrones sobre si todo esto, a veces no responde más que a maniobras en la sombra de unos y otros miembros de los estamentos oficiales o no con el simple ánimo de vengarse, medrar o simplemente fastidiar al prójimo o con el fin de lograr más poder, control o cualquier otro ilegitimo objetivo.

Habrá quien piense que algo de esto hay. Está en su derecho a hacerlo y no seré yo quien se lo quite. Personalmente, quiero pensar que esto no es así, aunque con toda probabilidad esté equivocado. Quizá todavía me queda una pizca de inocencia y fe en la justicia.

¿Y CUÁL ES LA SOLUCIÓN?

Pues a falta quizá, ya puestos a pedir, de una buena limpieza a todos los niveles de los estamentos oficiales. Finalmente, para desengrasar un poco este texto tan serio, diré que tal vez, en un futuro, confiar en la aplicación de las normas a una Inteligencia Artificial sea la solución definitiva. Una I.A. que no sienta ni padezca, verdaderamente independiente, insobornable e insensible a cualquier influencia externa.

Quién sabe si una especie de Skynet sea la solución. Aunque sea a riesgo de que en un futuro nos tengamos que enfrentar a un Terminator como comisario de pista, quizá tengamos que asegurarnos de que lleve un interruptor de apagado, no como los que ahora se encargan de aplicar las normas.

Mientras tanto, tendremos que tragar con lo que hay, muy a nuestro pesar.

Saludos.

Javi C.