El día que Mayländer decidió el ganador

En condiciones normales, el resultado del GP de Bakú o de Azerbaiyán debería haber sido muy distinto. Daniel Ricciardo hubiera estado fuera del podio y Valtteri Bottas no habría acabado en los puntos. 

Tanto uno como otro, ganador y segundo clasificado de este caótico Gran Premio, le deben mucho, muchísimo, todo, al coche de seguridad. Y nunca un Safety-Car puso tan nerviosos a los pilotos, pidiendo a gritos que el Mercedes del veterano expiloto corriera más porque los neumáticos perdían temperatura y agarre y el asfalto de Bakú no colaboraba precisamente en calentar las gomas.

Bottas pasó de estar con vuelta perdida, a estar a sólo 20 segundos de la cabeza tras el primer coche de seguridad ya que las reglas le permitieron desdoblarse y correr más que los otros para intentar alcanzar la cola del pelotón. Y luego a 9 segundos con la bandera roja. Teniendo un Mercedes entre manos y viendo como Hamilton tenía que parar por un problema absurdo y Vettel era -justamente, aunque con benevolencia- penalizado, el podio estaba servido.

Algo similar le ocurrió a Ricciardo. Tuvo que parar en los compases iniciales. Los 43 segundos perdidos se convirtieron en 54 antes del primer Safety pero reducidos a 14 al reanudarse la carrera. Y se redujeron a menos de dos segundos gracias a la bandera roja. Al reanudarse la carrera, Hamilton y Vettel se le escapaban, pero la parada por un incidente absurdo del primero -el reposacabezas no estaba bien fijado- y la penalización de Vettel, por su injustificable comportamiento, le abrieron de par en par las puertas de la victoria.

Es cierto, el coche de seguridad brinda espectáculo, contribuye a relanzar las carreras a reintroducir emoción y mezclar las cartas… pero quizás no es deportivo. 

Y sobre todo es un anacronismo en los tiempos que corren, en los que la electrónica puede controlarlo todo. Bastaría activar el coche de seguridad virtualen la zona donde está el incidente, al igual que se activa el limitador de velocidad en la entrada en boxes, para no falsear la carrera. 

Deportivamente, no tengo dudas. Pero desde el punto de vista del espectáculo -el que seguro que mira Liberty- el 'thriller' visto en Bakú resultó difícilmente mejorable. Y las polémicas generadas darán que hablar, algo que desgraciadamente es cada vez más inseparable del mundo del 'show business'.

En cualquier caso lo tengo claro. En Bakú, sin quererlo ni saberlo, Mayländer y Whiting decidieron el ganador.