Betty Haïg ganó el rally olímpico de los Juegos de Berlín 1936, doblegando con su Singer a los pilotos y coches alemanes

Betty Haïg ganó el rally olímpico de los Juegos de Berlín 1936, doblegando con su Singer a los pilotos y coches alemanes
Betty Haïg ganó el rally olímpico de los Juegos de Berlín 1936, doblegando con su Singer a los pilotos y coches alemanes
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11 Ago 2024 - 10:15

En el ideario popular, los fastuosos Juegos Olímpicos, aparte de la parafernalia militar tan querida y cuidada por el nazismo, estuvieron marcados por las victorias de Jesse Owens en atletismo, que causaron el enfado y la furia de Adolf Hitler.

Betty Haïg ganó el rally olímpico de los Juegos de Berlín 1936, doblegando con su Singer a los pilotos y coches alemanesAmericano y negro, contraposición al dominio de la raza aria que preconizaba el Führer, quien se habría negado a dar la mano al atleta americano. Pero el propio Owens desmintió que esto hubiera sucedido. Lo dijo en sus memorias, donde reveló que recibió una felicitación oficial por escrito del gobierno alemán y que, sin embargo, el presidente americano, Franklin D. Roosevelt, ni le envió felicitación ni lo invitó a las celebraciones en la Casa Blanca. De hecho, Hitler solo felicitó personalmente a los dos primeros ganadores de oro olímpico, y no repitió las felicitaciones con nadie más.

Pero, suponiendo que la leyenda sobre Owens hubiera sido verdad, esta habría sido solo el segundo enfado morrocotudo de Hitler. El primero podría haberse producido con el automovilismo.

El deporte automovilístico formaba parte de los JJ. OO. como "deporte de demostración". Posiblemente, como ocurrió en París 1900, se trataba de promocionar las excelencias de la industria del automóvil alemana, algo que ya estaban haciendo con los Mercedes y Auto Union de Gran Premio. Y lo que quiso hacer Italia con los previstos JJ. OO. de Roma en 1908, cuando la intención era una prueba de automovilismo al estilo de la Targa Florio, pero una erupción del Vesubio en 1906 causó tantos daños que Roma renunció porque no podía afrontar la reconstrucción de la zona y los Juegos a la vez.

La prueba estaba organizada por la "Asociación Nacional de los Automóvil Club Reconocidos" –AIACR–, que más adelante daría origen a la FIA.

La prueba de automovilismo se disputó antes de la inauguración de los JJ. OO., el 1 de agosto. Era una prueba en formato rally, el "Olympic Automobile Sternfahrt", sin tramos cronometrados, más parecido a los rallies de orientación que hoy se celebran, por ejemplo, en el Sahara. Había unos 60 puntos de control de paso y cada uno de ellos otorgaba puntos: ganaba quien conseguía mayor número de puntos.

Cada punto de paso otorgaba 250 puntos, pero solo se podían hacer diez en los nueve días, y cada uno elegido debía estar a 250 km del anterior. Eso sí, el inicio era el 22 de julio y el final estaba previsto en el circuito de Avus ocho días más tarde, el 30 de julio, donde los participantes debían llegar entre las nueve de la mañana y las seis de la tarde. No solo eso, sino que era la única prueba mixta de los Juegos.

Otra característica importante: para atraer a participantes extranjeros, estos recibían 500 puntos de bonificación y 400 más si el 26 de julio se presentaban en el paddock de Nürburgring, coincidiendo con la disputa del GP de Alemania, en el que se impuso Bernd Rosemeyer con un Auto Union V16.

Betty Haïg ganó el rally olímpico de los Juegos de Berlín 1936, doblegando con su Singer a los pilotos y coches alemanes

Y, al parecer, no había oro, plata y bronce para los tres primeros, sino que el oro se lo llevaban todos los que superaban una cierta puntuación; un segundo listón, más modesto, otorgaba medalla de plata, y todos los que acababan sin llegar a este límite tenían la de bronce asegurada.

La mayor parte de los 124 participantes, algo más de la mitad –67–, eran alemanes, pero no ganó ni un coche ni un piloto alemán, sino un Singer británico pilotado por Elizabeth "Betty" Haïg y Barbara Marshall, aunque su verdadero nombre era Joyce Lambert. Ganaba una mujer y, a la vez, el único representante del automovilismo británico en la prueba.

Haïg fue una piloto muy reputada. Ganó numerosas competiciones con un MG descapotable, que cambió por un Singer Nine Le Mans —motor de litro y medio, seis cilindros y unos 40 CV— con el que sufrió un accidente en el Rally de Montecarlo. Mandó repararlo y, a la par, dotarlo con un cambio "corto" que disminuía la velocidad punta pero mejoraba el comportamiento del coche en carreteras de montaña; fue así como afrontó esta prueba olímpica. También llegó a disputar las 24 Horas de Le Mans de 1951, acabando 15ª con Yvonne Simon sobre un Ferrari 166 de Luigi Chinetti, el importador americano.

Medios no debían faltarle: era nieta del mariscal Douglas Haig, quien en la I Guerra Mundial ganó las batallas de Somme y la tercera batalla de Ypres, y biznieta del acaudalado propietario de las destilerías de whisky Haig & Haig.

Betty y Barbara partieron de Birmingham rumbo a Dover, atravesaron el Canal de la Mancha hasta Ostende y llegaron a la frontera alemana para comenzar la competición. Primero, Colonia, para ir hacia Baviera, pasar por el lago Constanza, las fronteras austríacas y checa y subir hasta Potsdam. La competición fue dura; los caminos eran polvorientos, duros, embarrados en ocasiones.

Las intrépidas británicas cosecharon 2.162 puntos, superando por poco al barón Huschke von Hanstein sobre un BMW 328, mientras que los suizos Paul Abt y Hanny Haïg —sin ningún parentesco conocido con Betty— lo hicieron sobre un Riley. No hubo mucha diferencia: los tres superaron los 2.000 puntos y se vieron acreedores de medallas de oro, mientras que todos aquellos que sumaron 1.000 puntos se llevaron medallas de plata, y los restantes que hubieran finalizado la prueba, medallas de bronce.

Von Hanstein, reputado piloto en la época, es más conocido por haber sido el director deportivo de Porsche y, durante los años 70, por su entrada en la FISA, donde, como vicepresidente —ya era presidente del AvD, el automóvil club de Alemania—, puso su acento en los reglamentos de F1, entre otras cosas.

Digamos que Paul Abt no tenía nada que ver con los Abt, la familia de pilotos y preparadores alemanes; era suizo.

Dicen que Hitler enfureció y que no quiso un final oficial en el estadio olímpico. Pero Betty habló de que, tras acabar la prueba en Avus y el reparto de premios oficial, fueron en caravana hasta Berlín entre vítores y banderas por parte de una multitud entusiasmada.

De este rally olímpico no deberíamos olvidar a la francesa Marcelle Lafont, que tenía incluso permiso para conducir camiones, quien más tarde fue miembro de la Resistencia y que, durante la guerra, hizo viajes con un camión a Alemania para llevar alimentos a los campos de trabajo forzados e incluso colaboró en la fuga de al menos dos prisioneros ocultos en su camión.

Lafont era ingeniera química de estudios y hablaba inglés y alemán (su abuelo era de origen suizo de habla alemana y su abuela prusiana), además de malgache. Su padre había fundado una fábrica de "petos" y ropas de trabajo.

En 1935, su tío Ernest fue nombrado ministro de Salud y Deporte, y Marcelle estuvo a cargo de las guarderías, los orfanatos y el seguimiento de los jóvenes delincuentes y los niños enfermos, aunque en 1936 su tío dejó el ministerio y se convirtió en diputado y ella en su asistente. También tuvo título de piloto de avión y, tras la guerra, estuvo implicada en política, especialmente municipal.

1 comentarios
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11 Ago 2024 - 14:25

Excelente lectura !

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