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El día que se firmó la sentencia de los Grupo B y cambió la historia de los rallies

02/05/2019 14:55

Si el día de ayer, 1 de mayo, fue un día triste para los amantes de la Fórmula 1 por el 25º aniversario de la muerte de Ayrton Senna, como también lo fue el 30 de abril por el accidente mortal de Roland Ratzenberger en aquel fatídico GP de San Marino 1994, hoy lo es para los acérrimos aficionados a los rallies, pues fue un 2 de mayo cuando Attilio Bettega perdió su vida en el Rally de Córcega –o Tour de Corse– de 1985 y, ese mismo día un año después, lo hicieron Henri Toivonen y su copiloto Sergio Cresto, lo que a la postre supuso el adiós definitivo a los Grupo B.

Para los que no los conozcan, estos coches fueron los más venerados del mundo de los rallies. Diseños muy agresivos con primeros tintes de estudios aerodinámicos –algunos equipos contrataron ingenieros de Fórmula 1–, chasis tubular, motores que rozaban o incluso alcanzaban la friolera de 500 caballos de potencia, peso mínimo del coche irrisorio… en definitiva, estos coches fueron concebidos para superar los límites establecidos hasta el momento, pero al mismo tiempo se convirtieron en 'ataúdes con ruedas'.

Ari Vatanen, campeón del mundo de 1981, fue uno de los que pudo sufrir en sus propias carnes las penurias de la seguridad de antaño. En el Rally de Argentina 1985, el finlandés lideraba la prueba tras la primera especial disputada, pero en la segunda vivió uno de los peores momentos de su carrera deportiva: un accidente que estuvo a punto de costarle la vida y lo tuvo prácticamente alejado de la competición durante los dos años posteriores. De hecho, a partir de entonces comenzó a centrarse en otras modalidades como el Dakar o la subida al Pikes Peak.

Pero no fue el único. Joaquim Santos protagonizó un trágico accidente en el Rally de Portugal 1986 que, si bien no se cobró la vida de ninguno de los que marchaban dentro del coche, sí provocó la muerte de tres espectadores –además de decenas de heridos– en una salida de pista que se recordará para siempre. O el de Marc Surer en una prueba suiza, el Hessen Rally, cuando se salió en medio de una pradera y colisionó lateralmente con un árbol a decenas de metros de la pista, falleciendo su copiloto Michel Wyder.

Sin embargo, los accidentes más sonados de esta época fueron los del 2 de mayo. Primero el de Attilio Bettega, que con su Lancia 037 chocó contra un árbol en el Rally de Córcega 1985 y murió al instante –su copiloto, Maurizio Perissinot, salió ileso–. Su legado en Italia es inmenso, e incluso una vez al año se celebraba –hasta 2017– un evento en su memoria, el Memorial Bettega, donde algunos pilotos se daban cita para rendirle homenaje y deleitar a los aficionados que acudían.

Justo un año después llegó la puntilla de los Grupo B. En el mismo rally, en Córcega, Henri Toivonen y su copiloto –Sergio Cresto– se precipitaron por un barranco y, sin saberlo, cambiaron para siempre la historia de los rallies. El finlandés, que no llegó a ganar ningún campeonato pero tenía un futuro prometedor por delante, murió junto a su copiloto cuando lideraban la prueba en un misterioso accidente que nunca fue resuelto del todo. En parte, debido a que las llamas calcinaron casi la totalidad del coche y lo único que se pudo rescatar fue el chasis.

Pocas horas después del accidente, Jean-Marie Balestre, que por aquel entonces era presidente de la FISA –lo que a día de hoy es la FIA–, comunicó a los equipos la prohibición de los Grupo B para la siguiente temporada. El galo decidió que 1986 sería el último año de estos irrepetibles coches, asustado no sólo por los accidentes y la potencia de los coches, sino también ante los 'armas' que las marcas estaban preparando para el Grupo S, que debía sustituir a los Grupo B. Un ejemplo es el prototipo que Audi tenía entre manos, una 'locura' que nunca llegó a competir.

Prototipo de Audi del Grupo S en Goodwood

 

En lugar de estos Grupo S, que pretendían dar continuidad a esta época dorada de los rallies, la Federación tomó cartas en el asunto para volver a coches mucho más estrictamente derivados de serie, los Grupo A. Vehículos más limitados en potencia y peso –la mayoría de ellos con tracción total– que, para ser homologados, los fabricantes debían producir al menos 5.000 unidades en todo el mundo, aunque en el año 1994 la cifra fue reducida a 2.500 unidades.

Más tarde llegaría la generación WRC y la famosa frase de Juha Kankkunen, que fue el último campeón del mundo de rallies a los mandos de un Grupo B en 1986, con el monstruoso Peugeot 205 T16. "Los WRC son para niños, los Grupo B eran para hombres", dijo el finlandés. Y sí, perdimos los idolatrados Grupo B, pero al menos el trágico accidente de Toivonen sirvió para poner algo de cordura en la Federación y mejorar considerablemente la seguridad de los pilotos.