La piedra de afilar

José M. Zapico
06/02/2017 14:58

Si a río revuelto ganancia de pescadores, es tiempo de audaces y en la Formula 1 toca jugársela. Dicen que cuando un líder ve un problema, en lugar de bajar la cabeza y quejarse con mohínes y lagrimones, lo que hace es afilar su espada. Los de colorao una y otra vez hacen notar que tienen la puerta muy cerca, cogida por el pomo y este es un discurso que resulta aburridísimo. Llevan décadas años diciendo lo mismo cada vez que el viento se les pone de cara, y al final entre dimes y diretes, siempre se quedan, pero a cambio de algo. Sergio Marchionne, el emperador encarnado, ha cambiado muchas cosas dentro de la compañía… y del equipo. Cuando llegó abrió la cartera y de allí salieron un túnel de viento de 35 minolles de lebros, fichaje de Sebastian Vettel, más personal, acabar de equipar el edificio de gestión deportiva y otros caprichos que han dado como resultado… er… nada. Sergio ha desgajado la marca del resto del grupo, la ha llevado a la bolsa de Nueva York, y hasta se ha sentado un rato de charleta con Donald Trump. El del jersey es un tipo laborioso, y si ciertamente ha elevado el número de ventas a esos 8.014 pepinos rojos que andan rodando por las autopistas del mundo, en lo tocante a lo deportivo el panorama es sombrío. 2016 se cerró con cero victorias, once pódiums si sumamos los acumulados por sus dos empleados y ninguna posibilidad de pelear por un título en una temporada que para ellos empezó mejor de lo que acabó. Con Mauro Arrivabene aka El Estanquero en entredicho, con James Allison que abandonó Maranello en mitad del desarrollo del coche de este año, con Sebas Vettel rezongando más que nunca, y hasta con Flavio Briatore diciendo que con lo nuevo este año se van a estrellar. Con estos mimbres y una revolución normativa en marcha nadie apuesta por que vayan a pegar un pelotazo. Los de rojo digieren mal los cambios, y se muestra una entidad grande, lenta y cachazuda a la hora de moverse y es justo el momento en el que se requiere justo lo contrario. 

La Fórmula 1 es a Ferrari lo que Ferrari a la Fórmula 1, ninguno de los dos se entenderían sin el otro. Son como las dos piezas simétricas de unas tijeras, una no funciona sin la otra, y las dos tienen un eje común: los aficionados, sobre los que giran para poder funcionar en conjunto. La F1 perdería mucho muchísimo sin los italianos, pero seguiría funcionando; si le quitases la competición a Ferrari sería como drenarle la sangre a un pura sangre y cambiársela por agua. Cambiar eso que va en el ADN mataría al caballo, los jinetes, sus cuidadores y la cuadra. Inviable, amigo Marchionne. 

Al otro lado del cuadrilátero:

En el lado opuesto, en todos los sentidos, se encuentra Red Bull. Los tíos son unos fenómenos, todo lo hacen de manera diferente, curran como animales y están con las tripas negras porque han padecido durante tres temporadas unos motores Renault que no han funcionado como a ellos les hubiera gustado… hasta finales de 2016. Los de Viry-Chatillon juraron en 2014 que su motor sería güeno-güeno en un par de años, y todo apunta a que el sucesor del fallido (o ex-falllido) RS27 sea un propulsor verdaderamente a la altura de lo requerido. El padre de la hija de la ex-Spice Girl Geri Halliwell, también conocido como Christian Horner, es uno de los tíos más espabilaos del paddock. Uno de los directores de escudería menos señeros es el que porcentualmente de más éxitos en forma de títulos puede alardear. 

A principios de siglo Ferrari encadenó cinco títulos consecutivos y la FIA, de acuerdo con el resto de actores en esto de la F1 cambiaron las reglas, más que para frenar a los italianos, para que el resto recuperase el resuello. Llegaron dos títulos de Alonso, uno de Brawn y luego los de Red Bull, en una situación un poco más imprevisible y excitante. Los cuatro entorchados consecutivos de los Blues Brothers dispararon una situación parecida a la anterior y se trajeron los motores híbridos con los que se consiguió romper la hegemonía azul, lo que cambió el escenario. Ahora es Mercedes la que martiriza al resto con tres coronas continuadas y esto de agrandar los coches, poner más ala, el nuevo difusor más alto y ancho y el resto de inventos muestra que las nuevas regulaciones no se han parido más que para que el resto de equipos recupere algo de nivel (Los antiFIA deberían valorar este sentido de la justicia). Cuando se empezaron a barajar estos cambios, los de Milton-Keynes sabían que su motor nuevo iba a ser mejor que el que han usado hasta ahora, y afilaron su espada. Se pusieron a maquinar antes que nadie y soltaron encima de la mesa de la FIA, con una notable inversión de tiempo y dinero, una propuesta de reglamentación común. Los únicos que pusieron pegas y añadieron algún cambio fueron lo de McLaren, pero el resto asumieron las ideas cuando vieron que la empresa no era complicada. Muchos piensan que Newey ha dibujado un coche hecho a medida, aunque en todo caso serían las medidas a las que tendrían que encajarse todos. El plus reside en que con toda seguridad han creado unas regulaciones en las que pueda crecer y expandirse con respecto a los mimbres que tiene. Su inversión, apuesta tu dinero, no ha sido a corto plazo y mientras estas nuevas reglas estén vigentes Red Bull va a crecer. Suma a esto como mínimo la eficacia reencontrada en su motor en el último tercio del año, zona espaciotemporal que los chicos de Horner suelen dominar a placer de manera mecánica cada temporada. La diferencia entre los de rojo y los de azul, es que mientras unos lloran por tener el filo de su hoja mellada, otros se han puesto a bruñirla como si se jugasen la vida en ello

Los del trailer del principio tienen ahora varias toneladas de motores Jaguar con los que no saben que van a hacer. Bueno… nosotros no lo sabemos, pero ellos sí y por eso montaron su asalto. Afilaron la hoja de su cuchillo sabedores de que el futuro también se crea. Algunos hacen esto, y otros se limitan a ser pasajeros de un guión escrito por otros. Es la diferencia entre ser el líder de la manada… o no.