A nadie le sorprende que Newey se quede en Red Bull: es su casa, hecha a su imagen y semejanza

¿Sorpresa?  Ninguna. Todo lo contrario. La sorpresa o la revolución habría sido que Newey hiciera las maletas con otro destino… incluso que se fuera a casa pillaría a más de uno desprevenido.

El atronador comienzo de Red Bull esta temporada ha permitido a Horner, Marko y Newey sentarse a discutir los detalles del nuevo contrato. No debe haber sido muy difícil: unos no quieren perderlo y otro no quiere irse. Ya lo dijo Flavio Briatore: “perder un piloto campeón es malo, perder un gran ingeniero, mucho peor”.

Hay muchas razones para ello. En otras palabras, Red Bull puede perder a Max, porque tiene a Sergio Pérez y seguro que los mejores pilotos de parrilla ‘matarían’ por estar en un coche de Adrian. Pero no hay en el panorama de la F1 un ingeniero-director técnico como él.

En el caso de Red Bull, está claro que Newey, por mucho que todavía le guste dibujar los coches con pantógrafo en lugar de los modernos programas de diseño, sigue estando conceptualmente no uno, sino dos pasos por delante -mínimo- del resto de directores técnicos. De otra, el ingeniero tiene manos libres en Red Bull para ir por donde desee, libertad absoluta. Adrian hace y deshace allí, no en vano fue él quien diseño su estructura, organigrama y modo de funcionamiento. Y no sólo eso, ejercerá supervisión sobre Red Bull Powertrains con el fin de poder conseguir el pack idóneo para el coche de 2026. También supervisa Red Bull Advanced Technologies. Quizás estos departamentos no están bajo sus órdenes, pero si bajo sus deseos.

Adrian es la punta del iceberg tecnológico de Red Bull… o sería mejor decir la parte visible. Pierre Wache, el hombre de los chasis; Ben Hodgkinson, responsable de los nuevos motores, y Rob Gray, de tecnología avanzada, son sus brazos ejecutores.

Su papel hoy quizás es más de Ross Braws que de Rory Byrne —por citar los dos técnicos de la era dorada de Ferrari — y Horner alaga su liderazgo y cómo sabe interactuar con los ingenieros más jóvenes.

Newey, que el pasado 26 de diciembre cumplió 64 años, se ha rodeado de un equipo fiel y, sobre todo, competente —lo segundo es tan importante o más que lo primero —. Le permite delegar y disponer de tiempo libre para muchas otras cosas que le interesan. Y posiblemente este nuevo contrato le permita perfilar su sucesión.

Puestas así las cosas, ¿cómo va a irse? Esta es su casa, en la que se siente a gusto y cómodo. Difícilmente en Ferrari podría encontrase con algo así. Si tuviera manos libres, debería comenzar a construir de cero o casi de cero, como en su día hizo con Red Bull. Sólo que Dietrich Mateschitz tenía paciencia y en Ferrari esa virtud escasea.