21 días para los test: De los polvos de 1981 llegan estos lodos o la gestación del Pacto de la Concordia

La victoria de Balestre era pírrica. Tan pírrica que en el fondo era una claudicación, rendición o entrega. Como prefieran.

La ofensiva final se inició en el Jarama el año antes, con aquel famoso GP ‘pirata’ que no figura en los anales de la FIA, en la que los promotores del trazado madrileño -el Marques de Cubas como presidente y Carmelo Ezpeleta como responsable deportivo y gestor del circuito- decidieron apostar por los equipos británicos, los rebeldes, mientras que los legalistas prefirieron seguir bajo el amparo federativo.

Antes ya había habido escarceos, protestas de los pilotos por el precio de la licencia, incluso amago de huelga en Suráfrica por ello, al mismo momento que la FIA anunciaba la prohibición de las faldillas laterales de los coches que se usaban para potenciar el efecto suelo.

La batalla continuó en Imola, sede aquel 1980 del GP de Italia, donde los constructores de la FOCA -es decir los ‘rebeldes’ para la FIA- estaban dispuesto a ‘partir peras’ y boicotear el GP. Incluso Bernie tenía previsto presentar el campeonato alternativo, calendario incluido, para 1981. 

Ferrari, obviamente, estaba en contra, pero con eso ya se contaba. Es más, Bernie fue personalmente a visitar a ‘Il Grande Vecchio’ a Maranello para intentar llevarlo a su redil. Se encontró con una firma e inquebrantable negativa. Ferrari estaba fascinado por la aventura turbo y no quería volver atrás, sólo contra los ‘garajistas’ de motor Cosworth. 

Lo que no contaba Bernie es que Colin Chapman también se negó al boicot; el patrón de Lotus creía que los circuitos no estaban por la iniciativa y temía una ‘espantá’ de los principales y más generosos patrocinadores. De hecho, Chapman había tenido una reunión antes de la prueba con el pintoresco y enigmático David Thieme, el patrón de Essex, y su mano derecha para el deporte, el ex piloto François Mazet, que había corrido un Gran Premio hacia una década, en la que instaron a Colin a abandonar el redil de Bernie.

E intervino un personaje clave. Aleardo Buzzi, abogado, el patrón de Marlboro-Europa y en el fondo el hombre que propició el crecimiento de la F1. Cogió por banda a Ron Dennis, patrón de McLaren, equipo al que patrocinaba: “O corres o te quedas sin patrocinio”. El GP de Italia se desarrolló sin mayor problema.

Pero la situación era de alta tensión, nada de guerra fría sino un simple receso para rearmarse. La batalla estalló con el nuevo año. El GP de Suráfrica fue considerado pirata, tampoco consta en los anales FIA y fue una carrera de ‘Fórmula Libre’ para evitar represalias posteriores.

Antes de la siguiente prueba, el GP de Long Beach en Estados Unidos, hubo negociación entre FIA, Bernie, su abogado Max Mosley, Ferrari y los legalistas. Una negociación con Aleardo Buzzi como ‘anfitrión’ o ‘mediador’. Tras tres o cuatro días de reuniones maratonianas. Los equipos británicos aceptaron deshacerse de las ‘faldillas’, que el coche estuviera a 6 cm.

Balestre y los equipos legalistas se habían salido con la suya… pero la derrota fue brutal. Bernie sale con el poder económico y el monopolio de la gestión comercial. Es decir, la victoria.

La FIA no podrá inscribir un GP que no tenga acuerdo previo con Bernie. Se entiende que algo así sucedía también con los equipos, aunque esto quedo evidente más adelante.

El Acuerdo Concordia, llamado así no como pacto de paz sino porque se gestó en la sede de la FIA en la Place Concorde, en París. Pero se firmó el 11 de mazo en Maranello, en la sede de Ferrari.

Ya lo decía Bernie, para organizar la F1 necesito sólo Ferrari y otros 20 coches. La bendición de ‘Il Commendatore’, puso fin a la guerra de bandos… aunque las escaramuzas continuaron y seguirán.

En el GP de Long Beach, con el que debuta oficialmente la temporada hay una ausencia notable, Jean Marie Balestre. El orgulloso y dictatorial presidente de la FIA -en cada GP exigía agua Evian a una temperatura concreta y no cumplir con ello traía consecuencias- no podía aceptar tal derrota, ni contestar preguntas.