El futuro incierto de la Fórmula 1

Carta de un joven aficionado a Bernie Ecclestone

21/12/2014 19:56

Estimado Sr Ecclestone,

He de confesar que el hecho de que el deporte que más me gusta esté en sus manos no me tranquiliza especialmente. Si en algún momento defendí su figura, los argumentos que me llevaron a situarme en el lado de la balanza que no pedía su retiro poco a poco se van difuminando.

"Mira su gestión económica en la F1 y hasta dónde la ha hecho crecer" argumentaba yo; "mira la gestión económica que está haciendo en la F1 y hacia dónde la lleva", me rebaten ahora. Y es cierto, las pocas credenciales que usted tenía se están perdiendo al mismo ritmo que su cordura, y el único reflejo de aquel buen estratega que se hizo en los 70 con casi el total control de los derechos comerciales es la montaña de dinero que acumula desde entonces.

"I’m too old fashioned", confesó usted en una entrevista hace tiempo. Y es cierto, está chapado a la antigua, demasiado a la antigua, y eso, en un deporte que dice ir a la vanguardia de los tiempos, no es compatible. Consiguió su supremacía en el final de una época en la que el sexo era seguro y las carreras peligrosas, pero el mundo y la propia competición han cambiado tanto desde entonces que intentar mantener el mismo sistema de antaño es como pegarse un tiro en el pie, y la F1 está perdiendo ya mucha sangre.

Caterham corrió en Abu Dabi milagrosamente, de Marussia no se han vuelto a tener noticias y los equipos de mitad de tabla ponen sus barbas a remojar mientras ven al de la guadaña merodear por sus fábricas, y no pueden más que quejarse amargamente de las largas que reciben cada vez que acuden a usted en busca de ayuda para su situación. Llegados a este punto, parece cobrar un poco de sentido su frase de "no queremos mendigos en el deporte", sobre todo cuando los mendigos tienen voz y voto dentro de las reuniones de equipos, o al menos eso se dice. No hay dinero, y como decía George Clooney en la propaganda, "no party", y si no aportas nada, mejor quédate en casa. Esa es su idea, aquí solo está la élite, y es muy loable, pero el problema viene cuando la élite no es capaz de llenar más de 14 cajones de salida.

Y entonces usted discurrió lo siguiente: hay que llenar la parrilla, pero ni queremos que las riquezas se repartan de forma más equitativa, ni tampoco seguir escuchando los lamentos de quienes piden ayuda, así que nos deshacemos de ellos y ponemos en su lugar monoplazas iguales que serán vendidos al mejor postor. Es decir, una monomarca dentro de la propia Fórmula 1. Me gustaría decirle que la idea es tan mala como suena, pues ni siquiera es algo parecido a las CRT que se usaron en Moto GP. Aquí no hay nuevas marcas que "meten cabeza" en la competición gracias a un coste más bajo, aquí hay un constructor de chasis y otro de motores que, juntos, crearán un coche que servirá de comparsa a los grandes, simplemente para que el público vea 22, 24 o 26 coches en pista. El público de las gradas, me refiero, porque los que estén detrás del televisor olerán los mismos "Super GP" que estos alguna opción de victoria, o puntos. Y que no se les ocurra hacer algo de sombra a los grandes, porque entonces los constructores se le echarán encima quejándose de que un monoplaza que ha costado mucho menos dinero que los suyos, les está quitando enteros e incluso podios.

¿Y cuál es la solución? ¿Ralentizarlos? Si los haces más lentos, desvirtúas la competición, enfadas a los propietarios por no darles la oportunidad de luchar y marcas aún más la diferencia entre los "dos mundos"  de la F1. Por hacer un símil con la Resistencia, creas una LMP1 y una LMP2, y aunque sea emocionante ver ambas categorías todo el mundo reza cada año por leer que una nueva marca va a intentar el asalto a Le Mans.

¿Y si introducimos un tercer coche por equipo? Entonces seríamos más injustos aún con las formaciones más pequeñas que consigan mantenerse. La medida acarrearía muchos costes –por lo que su argumento de reducción de gastos quedaría aún más por los suelos- y podría hacer que las carreras resultaran incluso más aburridas y monótonas.

No me malinterprete, no soy adivino y seguramente me he ido del tema, simplemente he querido hacer  elucubraciones, un ejercicio basado en la especulación, en las reflexiones y en el deformar la figura de esta F1 que –como me dijeron en una ocasión- es una vieja de 60 años, pero está tan buena como el primer día. No obstante, debería saber que los cánones de belleza de ahora no son los que existían décadas atrás. Bernie, usted se enamoró de una joven muchacha con la fertilidad como uno de sus principales atractivos, pero los años pasan y para que la esterilidad no se adueñe de ella hay que hacer algunos arreglos, y sé que no está dispuesto a que se cambie ni un ápice de la niña de sus ojos.

El amor es ciego y terco a razones, y lo que parece no querer admitir es que, por el bien de sus hijos –el dinero- la Señora F1 no le tiene que resultar atractiva a usted sino, y no me malinterprete, a gente como yo. A esos a los que mira con recelo y desdén a través de los cristales de su palacete. A esos tildados de "frikis"  que pasan las horas pensando en coches y escribiendo sobre ellos. A los imberbes aún no emancipados que en su vida han pisado un banco y que no necesitan un Rolex porque con el móvil tienen suficiente. A los críos que juegan con una caja de cartón a simular que son los Alonso, Vettel, Ricciardo o Hamilton del momento. A esos que, en un futuro, cuando los fans de 70 años a los que usted apela estén criando malvas, encenderán el televisor para ver los Grandes Premios, ingresarán capital en los bancos cuyos logos colorean los circuitos cada fin de semana y, con el dinero obtenido de su trabajo, llevarán a sus hijos a ver las carreras, creando nuevas generaciones de aficionados más leales que nunca, pues habrán visto desde pequeños el espectáculo más grande y bonito del mundo y habrán quedado prendados no por el champán que se sirve en el Paddock Club, sino por los adelantamientos, el sonido y el ambiente de la zona de pelouse o por la emoción radiada a través de los micrófonos, como es el ejemplo de un servidor, que se enganchó hace más de diez años a base de ver los cochecitos por la tele y quien, por cierto, ni tiene reloj, ni cuenta bancaria.

Como cantaban en un capítulo de «Los Simpsons», «niños,… niños,… futuro,… futuro». Y los niños de ahora están delante de una pantalla y las 24 horas del día son bombardeados con mensajes, fotos y noticias sobre fútbol, baloncesto, tenis, y algo de Fórmula 1 que, por supuesto, viene de la gente que quiere compartir su pasión, como los integrantes muchos medios digitales a quienes usted quisiera cortar las alas. No, señor Ecclestone, las redes sociales, internet y los medios digitales no son un sinsentido; el sinsentido es que usted no vea la enorme cantidad de promoción y publicidad que estos medios son capaces de generar a un coste prácticamente gratuito. Aunque entiendo perfectamente su postura, más medios es igual a más opiniones y puntos de vista, como los de este plumilla que, juntando un par de letras sobre una pantalla, cree que algún día tendrá la ocasión de decirle estas palabras.

Un saludo,
Firmado: el futuro –aunque usted se niegue a verlo-.