Primera crítica de la película en España

Rush: obligatoria asistencia

13/09/2013 14:10

La rivalidad entre dos colosos, Niki Lauda y James Hunt, y las circunstancias de la épica campaña de 1976 abrazan Rush, la mejor producción que se haya realizado jamás sobre la Fórmula 1. Desnuda de disfraces épicos, el film combina dramatizaciones de la época con imágenes reales, respetando la historia hasta el más mínimo detalle. Llegará a nuestras pantallas el próximo viernes.

Grand Prix ya tiene su digna sucesora. Bueno, quizá algo más que eso. Os confieso que llevo incontables meses intentando deshacerme de cualquier expectativa previa antes de ir a ver Rush, y creo haberlo logrado. 120 minutos después, os confirmo que, si las hubiera tenido, habrían quedado netamente superadas.

Rush es la historia de la rivalidad entre Niki Lauda (Daniel Brühl) y James Hunt (Chris Hemsworth). Desde la F3 hasta la caótica temporada 1976 de Fórmula 1, que marcó de por vida a ambos corredores por mucho más que dichas y accidentes. El director, Ron Howard, y el guionista, Peter Morgan, han sabido asesorarse para trasladar a la pantalla toda la magia del momento, captando desde su esencia general hasta los más pequeños detalles históricos. Así, no se escapan de lente los monoplazas de la época (en este sentido, el campeonato de F1 histórica supone una gran ayuda), las herramientas de los mecánicos, los sponsors (buen guiño, por cierto, con esa pancarta de Pegaso con el logo del caballo alado en la representación del GP de España de 1976) y la banda sonora de esos tiempos, a saber, los motores V8 Cosworth DFV. Cierto que, a diferencia de los coches, los corredores no son los auténticos, aunque poco importa: Pierfrancesco Favino clava a un barbudo Clay Regazzoni, Cristian Solimeno a Arturo Merzario e incluso se intuyen otras barbas igualmente míticas, las del piloto-periodista Harald Ertl, que interpreta Tom Wlaschiha.

La película ha sido rodada entre los trazados de Snetterton, Cadwell Park, Brands Hatch y el Nordschleife. Probablemente sea éste el ángulo del que emergerán la mayor parte de críticas, ya que en ocasiones se mezclan tomas de circuitos que no corresponden con la realidad. En este sentido hay que alabar los malabares del director de fotografía, que ha logrado reproducir curvas archiconocidas por todos los aficionados en escenarios absolutamente dispares. Ahora bien, en realidad, ¿a quién le importa que Mont Fuji sea en realidad Snetterton si no afecta a la trama?

En todo caso, cuando no ha sido posible tirar de los citados malabares fotográficos, Howard se ha hecho con imágenes reales de la época, utilizadas incluso para enfatizar acciones previamente dramatizadas, caso del accidente de Niki Lauda en el Nordschleife. Por si la impecable recreación no resultara lo suficientemente creíble. 

Con todo, el verdadero epicentro de la película es la historia de la rivalidad entre Hunt y Lauda, y en este sentido la película acaba dejando mejor sabor de boca que el documental Senna. Ron Howard ha descrito este duelo de contrarios con la mesura suficiente para no convertir la historia en una narración de buenos y malos. No. En Rush no hay ni amigos ni enemigos, sino dos personajes batallando por ser el número uno encarnando dos planteamientos vitales diametralmente opuestos: un Lauda que confirma por qué en su época se le denominaba "la computadora" frente a un Hunt que vive cada día como si fuera el último. Recordad: en Senna había un dios, Ayrton, y un villano, Alain. En Rush, el espectador acaba empatizando y amando por igual a ambos personajes, convirtiendo en verdaderamente anecdótico el desenlace del GP de Fuji de 1976.

Desde pequeño he tendido a idealizar la autoproclamada era dorada de la Fórmula 1. Rush nos da un billete a ese momento sin epopeyas ni las exageraciones a las que todo film de esta clase nos tenía acostumbrados. La historia nos da la pauta de los hechos de un modo implacable, y dos personajes con un aura muy especial son quienes nos conducen por ella. En suma, Rush es una verdadera obra maestra y, en mi opinión, se hace con el título de mejor película automovilística de la historia.

Por cierto, aprovecho estas líneas para dirigirme a mi amigo Óscar Cuesta, al que le diría que esté tranquilo; nuestra cita cinematográfica del viernes que viene sigue en pie.