Homenaje al viejo circuito urbano de Alcañiz este viernes

Un circuito sin el que el actual MotorLand –instalación ejemplar– no hubiera sido nunca posible. Un circuito que nos hizo soñar y mucho. Un trazado que seguía las carreteras que rodeaban la ciudad, casi a modo de 'cinturón' y que atravesaba el río que le daba nombre y que, en mis tiempos, vaya usted a saber por qué, me recordaba al mapa de Australia.

Hace relativamente poco paseé de nuevo por él. Como Montjuïc, está prácticamente intacto, alguna rotonda y ensanchamiento puntual aparte; sus puentes, el mítico embudo, la subida del Corcho, la zona rápida que bordea el río junto al parque y que acaba en el segundo puente.

Este viernes, a partir de las 19:00 CEST, coches históricos que corrieron allí montarán una parrilla simbólica, recorrerán la recta, el mítico embudo y recalarán en la Plaza de España. No darán la vuelta al recorrido completo, pero eso es lo de menos, y junto a ellos, algunos de los actuales coches del Campeonato de España de Turismos.

El Honda de Erik Zabala, el Peugeot de Tony Herrerías y Toni Albacete, con el Citroën Saxo de la Copa Saxo 8v, estarán presentes. También el Alfa Romeo 33 que en su época pilotó 'Correcaminos' –Jaime Sornosa–; el Alfa 155 de Luis Villamil y un Citroën de la Copa Saxo, que pilotarán sus propietarios actuales, Manuel Murillo, José Javier Calvo y Eduardo Ballester.

Me hubiera gustado mucho poder estar allí. Como cuando el 'Espíritu Montjuïc' rodó en la 'Montaña Mágica del Motor', creo que no podría contener más de una emocionada lágrima. Quien no hubiera vivido aquellos años quizás no pueda darse cuenta de lo que fue Alcañiz, ese invento del doctor Joaquín Repollés que hizo que una pequeña población turolense fuera conocida y lugar de peregrinación para todos los aficionados españoles.

Sabía de Alcañiz desde hacía tiempo. La gente recuerda el Gran Premio, pero muy pocos recuerdan que el Rally de España hacía 'parada y fonda' para disputar una especial en circuito con los mejores españoles en liza y algunas figuras de relieve internacional en el momento. Al menos en 1966 y 1967 se corrió allí el Rally RACE-Vuelta a España.

Lo descubrí personalmente pocos años después, cuando bastantes miembros de la Penya Motorista 10 x Hora –el pequeño club más grande de España y en el que acababa de inscribirme– acudió a ayudar a la organización. Control de Pista justo tras el Embudo, mi cometido. Después volví en varias ediciones, en cronometraje o ya como periodista.

El ambiente, indescriptible. Muchos pilotos habituales de los rallies catalanes cambiaban de especialidad –es un decir porque en aquella época se corría en todas las especialidades– para gozar de ese fin de semana tan peculiar.

No había hoteles suficientes en Alcañiz, era como un Alcañiz en fiestas. Alguna vez dormí en Caspe; otras, en una casa particular… O en el convento donde se instalaban camastros alineados para poder dormir unas horas, entre las copas nocturnas y la carrera.

Había un gran restaurante montado cerca del parque cerrado, de bullicio ensordecedor, y en el que había que tomar mesa casi por asalto a mediodía.

Por la noche era otra cosa, los bares de la subida que llevaba desde el embudo hasta la colegiata eran el obligado punto de reunión: las carreras eran de cubatas o de carajillos –a ver quién iba más deprisa en acabarse una decena de carajillos, por ejemplo–. Recuerdo que en una ocasión, justo cuando aparecieron los billetes de 5.000 pesetas, alguien depositó uno de estos billetes y ordenó: carajillos hasta que se acabe la pasta.

Pero la carrera era especial. Allí ví correr primero a los Porsche 908, después, a ¡el 917 de Alex Soler-Roig!. También al Ford GT40 de Juncadella o a las barquetas Lola o Osella de Juan 'Danone' Fernández.

La Copa TS era plato fuerte. Tan fuerte que por ir a rebufo dos de los participantes acabaron en el río antes del segundo puente. Después vino el CET, cuando el Campeonato de España de Turismos tuvo un gran nivel, increíble. Ese que hoy la RFEdA intenta recuperar aunque queda mucho trabajo por hacer.

Alcañiz era otra cosa, mucho más allá de una simple carrera. ¡Si hasta el cura del pueblo corría con un Simca 1000!