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Solo: la esperanza de la industria automotriz británica de los años 80, Parte I

14/08/2022 11:37

Durante la década de los años 80, la industria británica del automóvil sufrió una recesión a todos los niveles que hizo tambalear los cimientos de la misma. Entre tanta oscuridad, una pequeña marca artesanal y su prototipo deportivo fueron ganando adeptos hasta recibir poco menos que el apelativo de ‘Salvadora’ a finales de la década. Esta es la historia de la gestación, declive y olvido del proyecto del Panther Solo.

 

La industria del automóvil británica vivió una de sus épocas más delicadas durante los años 80. El conglomerado automovilístico más importante del país, la British Leyland, se hundía a comienzos de la década de los 80 para dividirse en submarcas como Austin Rover o Jaguar, mientras a su vez el sector entregaba cada vez más terreno a fabricantes extranjeros como Renault, Peugeot, Volvo, Volkswagen, Fiat, General Motors o Nissan, esta última que abría además su propia factoría en Sunderland durante 1986.

En el sector de los deportivos la situación era aún más crítica, con cada vez más predilección por los 'Hot Hatchback'. Con el fin de la British Leyland, había finalizado sin reemplazos la producción tanto de MG como Triumph. La división europea de Ford aún cosechaba ciertos éxitos con el Capri, pero su comercialización cesó en 1986. Ante este panorama, muchos aficionados se agarraron al clavo ardiendo que parecía ofrecer una pequeña marca artesanal denominada Panther durante toda la década de los años 80.

Este fabricante de nicho ubicado en el condado de Surrey ofrecía vehículos artesanales como el Lima, en un estilo muy parecido al de Morgan. En 1980, la empresa es comprada por un inversor coreano, el cual decide darle el objetivo de diseñar, construir y fabricar un deportivo compacto de motor central, ligero y económico.

El diseño correría a cargo de Ken Greenley, director de Royal College of Art en su división automotriz, en una carrocería proyectada a fabricarse en aluminio, de testilo targa, mientras que el chasis tubular estaría concebido por Len Bailey, persona que trabajó nada menos que en el proyecto GT40. El resto de componentes mecánicos, a excepción de gran parte de la suspensión, fueron tomados de Ford para abaratar los costes, como el motor del Escort XR3i o la transmisión manual de cinco relaciones a las ruedas traseras.

Con 105 caballos de potencia para mover tan apenas 825 kilos, los planes productivos pasaban por fabricar nada menos que 2.000 unidades anuales.

De esta guisa fue presentado en el salón del automóvil de Birmingham en 1984, creando expectación entre el público a la vez que escepticismo, pues muchos dudaban de que lo que veían fuera un prototipo funcional. Es por ello que se anticiparon a ofrecer a la prensa especializada la posibilidad de probar el coche.

AutoCar fue uno de los medios acreditados, y en su prueba alabó el comportamiento dinámico del coche, exigente pero controlado a la vez, así como la posición de conducción, con todos los elementos esenciales bien colocados y al alcance correcto del conductor.

Los responsables ya comenzaban a pensar en diferentes versiones y ofertas mecánicas para el Solo. Se hablaba de una con el motor del Escort RS Turbo de 130 caballos, así como el del Peugeot 205 T16 y sus 200 caballos. Se pensaba también en el mercado americano con el uso de una mecánica Ford V6 de 3.0 litros y hasta se planeó una variante con tracción a las cuatro ruedas.

No obstante, no todo pintaba tan fantástico: pronto se hizo patente que hacer uso de una carrocería de aluminio no era compatible con ofrecerlo al público a un bajo precio de venta. Con pesar, se decidió entonces que todos los paneles de la carrocería, a excepción de capó, techo y portón, se fabricarían en poliuretano.

En este camino continuaba el desarrollo del vehículo cuando en verano del año 1985, se cuenta que el inversor coreano Kim Young Chull, en plenas vacaciones, tuvo acceso a los mandos del nuevo Toyota MR2… Y quedó fascinado. Hasta tal punto que tenía claro que ni en un millón de años podrían competir con este modelo, tanto en calidad de fabricación como en ventas.

Por ello, ni corto ni perezoso, llamó a sus empleados con la noticia de que debían dejar sus labores y cambiar por completo la filosofía del Solo. Debían dar un paso adelante, dejar el sector de los deportivos asequibles y atacar uno más exclusivo. Ello comprendía un vehículo más potente, caro y tecnológico, aquel que llevaría al Reino Unido de vuelta a la palestra del automóvil.