98 OCTANOS

Los guardarraíles de la realidad: "Sólo eres un piloto"

28/05/2016 19:45

Los guardarraíles de Mónaco parecen atraer a los coches con mayor fuerza y habilidad que el talento de los grandes campeones para evitarlos. Lección de humildad para todos.

Cuando Ben Hur derrotó a Mesala, hubo un desfile triunfal con el nuevo ídolo de la multitud aupado en su carro engalanado recibiendo el merecido baño de gloria. Pero a su lado, uno de sus esclavos/asistentes le iba susurrando. “Mira atrás y recuerda que eres sólo un hombre”.

En la F1 actual, la escena de gloria se repite circuito a circuito. Pero la figura del ‘esclavo’ ya no existe. La F1 no la necesita. Se bastan el circuito de Mónaco o el canadiense Muro de los Campeones para recordar a los pilotos más consagrados, a las grandes estrellas, a los futuros campeones, que son sólo pilotos.

Max Verstappen, el astro ascendente, lo ha comprobado hoy por dos veces en Mónaco. Tras su victoria –espectacular e inesperada, todo hay que decirlo, aunque fuera auspiciada por la autoeliminación de Mercedes–  en Barcelona, Max ha vuelto duramente a la tierra en forma de doble encontronazo con las vallas de Mónaco.

 

Algo que no sorprendió totalmente. El pasado año fue el artífice de un toque con Grosjean a menos de 15 vueltas para el final que propició un error táctico de Mercedes y Hamilton, que dio el triunfo a Nico Rosberg.

Gracias a Dios existe Mónaco. En estos tiempos de ‘superescapatorias’ asfaltadas donde los errores no se pagan, a lo sumo cuestan una propinilla de dos o tres décimas –quizás por eso algunos pilotos jóvenes despuntan tan rápido, porque "no pasa nada"–.

Se bastan
el circuito
de Mónaco
o el canadiense Muro de los Campeones para recordar a los pilotos más consagrados que son sólo pilotos

Los golpes de teatro en estas estrechas calles del Principado han sido muchos. Los guardarraíles parecen actuar de imanes que atraen a los coches pese a los desespetads intentos de los pilotos por evitarlos. De hecho, ir deprisa en Mónaco obliga a ser diestro en el arta de acariciar el raíl sin llegar a tocarlo. Es tan estrecho que los toques entre los coches, las carambolas múltiples, son habituales. Pero nos interesan los errores de los ‘líderes’.

El primero, el que cometió Alberto Ascari en 1955, cuando a poco del final se encontró con el liderato por abandono de los dos que le precedian y, tras perder el control, ‘se tiró’ a la aguas del puerto en un chapuzón que era todo lo contrario a una celebración de triunfo.

En 1970, Jack Brabham era sólido líder por delante de Jochen Rindt. El austríaco de Lotus remontaba de forma espectacular y Brabham parecía preocupado: tanto que en el último viraje se fue solo y mientras intentaba salir marcha atrás Rindt le superó y llegó a la meta primero con 28” de ventaja sobre el australiano.

Aquí, en 1988, Ayrton Senna, en su primera temporada con McLaren, se fue al muro con la carrera ganada; tenía 48 segundos de ventaja sobre Prost cuando se le pidió desde boxes aminorar el ritmo para no castigar la mecánica. Perdió concentración y se fue contra el muro.

En 2006, Michael Schumacher quería evitar la Pole de Fernando Alonso y se fue al muro en la última curva durante la clasificación. Error voluntario que le envió al fondo de parrilla. Un Alonso que en 2004 vio cómo Ralf Schumacher, a quien quería doblar en el túnel, le envió contra las paredes del mismo.

Pese a los golpes, la estrechez de su bajada –parece una pista de bobs– o las dificultades de la Piscina, Mónaco no es un circuito peligroso. Sólo un fallecido en su historia de 63 Grandes Premios: Lorenzo Bandini. Sólo la salida del túnel y entrada en la zona del puerto es realmente peligrosa: Karl Wendlinger puede acreditarlo

Mónaco da para muchas historias, vencedores sorpresa; ganadores que se enteran de que lo han sido cuando se bajan del coche. Vuelos a la altura de tres pisos o carambolas con una decena de coches implicados. Por ello se dice que el Gran Premio es un juego de la ruleta. Quizás éste sea el auténtico secreto de su magia, más allá del glamour que se le adjudica.