El secreto mundo de los tests

El juego de las expectativas

30/01/2014 21:15

Coches con morros fálicos, banderas rojas inexplicables (e inexplicadas) y secretismo de alto nivel. Así son los tests de la pretemporada, un tiempo proclive a especulaciones de todo tipo y en el que, al final, casi nadie sabe nada. Aquí no valoraremos el nuevo Ferrari ni si el nuevo Caterham es el coche más feo de la historia. Para ello nos reservamos al GP de Australia. 

La sala de prensa llena. Bueno, no del todo. En realidad, ocupamos el 40% de su capacidad máxima, que sólo se alcanza en el Gran Premio de Fórmula 1, en mayo. Público en las gradas abonando un simbólico precio por ver pasar los monoplazas de la nueva temporada. Los equipos, entre tanto, escondidos en sus búnkeres de trastienda de box, abrigados hasta las orejas y con una ristra de elementos –desde biombos a paraguas, pasando por fundas de carbono diseñadas ex profeso– listos en todo momento para cubrir sus monoplazas a su llegada al pit lane. Los pilotos ruedan; casi todo el mundo especula, pero, en realidad, casi nadie sabe nada.

Hace ya bastantes temporadas que hemos convertido el análisis de los test en una pieza noticiable de gran calado. Escudriñamos el vuelta a vuelta a todos los equipos, valoramos los cambios en sus chasis y carrocerías y hasta juzgamos unas ruedas de prensa en las que no nos dicen nada. Al final del día, los jefes de prensa de los equipos lanzan sus comunicados con una manida terminología: "Día productivo", “tenemos que seguir trabajando”, “hemos sacado muchas conclusiones”, “no nos fijamos en los tiempos”, etc. 

Diarios y webs titulamos a partir de la mejor vuelta del día. Cuanto más rápido, mejor. Y si nuestro piloto preferido está a media tabla, mejor que haya dado más de 100 giros a la pista para quedarnos tranquilos: “Así se demuestra que, por lo menos, el monoplaza es fiable”. Pero todos nos equivocamos, porque este tipo de sesiones representan el triunfo del oscurantismo informativo, del secreto sobre la verdad objetivable. Y ello se debe a una circunstancia: a esta altura de la temporada, sólo un diez por ciento de la gente que acude a los test sabe lo que pasa. 

Uno de los que, por ejemplo, poco o muy poco conoce es el propio piloto. Por más que consideremos a algunos de ellos como pseudo-ingenieros (por aquello de que saben reglar el coche mejor que nadie), la realidad es más cruda, y en estas sesiones son puros conejillos de indias. Y es así porque, desde el box, lo que se requiere de su labor es la más fiel transmisión de las sensaciones de pilotaje. Con suerte conocen el tipo de neumático que monta su coche y la carga de combustible. A partir de ahí, no más que las prerrogativas de ritmo, DRS y compañía, y a esperar a que los comentarios del corredor rellenen un libro blanco encaminado a rellenar hojas y hojas de Excel. 

Nosotros, desde la comodidad de la “acera de enfrente”, especulamos sobre unos y otros sin saber nada. No deja de ser una situación cuanto menos pintoresca pero que, año a año, crece exponencialmente. Más medios que dan cobertura para la misma información y las mismas conjeturas. Suerte de nuestros especialistas, como Pol Santos, cuya didáctica interpretación técnica nos da ese plus interpretativo sincero que ayuda a ver un poquito de luz entre tanta oscuridad. Aunque luego, como él mismo reconoce en ocasiones, “la verdad esté escondida dentro”. 

Asumido que costará descifrar detalles de la nueva Fórmula 1 a partir de lo que ocurra en Jerez o Baréin, esperaremos pacientemente a Australia. Eso sí, puestos a ampliar el espectáculo, no estaría de más que la FIA y la FOM regularan unas sesiones de test a modo de Gran Premio cero para vestir mejor el asunto. Un circuito, un fin de semana completo y una lista de sesiones que, por ejemplo, reservasen tiempo a los pilotos financiadores de la mayoría de equipos (léase, probadores) o que acotase un espacio para realizar simulaciones de Gran Premio. En la Nascar hace años que el Preseason Thunder de Daytona ayuda a disparar expectativas y calentar la temporada. En la F1, además, podrían hacer su negocio, de paso, un poquito más redondo.