TECNOLOGÍA

Turbo eléctrico, llega la aceleración sin retardo

MIGUEL ARREDONDO

25/10/2016 19:57

Una gran parte de los vehículos que se comercializan hoy en día equipan sistemas de sobrealimentación en sus motores. Su función es aumentar la cantidad de oxígeno que se introduce en el motor mediante una turbina que instalada antes del colector de admisión. Al aumentar la presión del aire y la cantidad de oxígeno se consigue una mejor combustión del carburante y un aumento en la potencia del motor.

Aunque puede parecer que los motores turbo son un invento relativamente reciente, lo cierto es que las primeras mecánicas sobrealimentadas datan de los años 40 y eran empleadas principalmente en el ámbito industrial, marítimo y ferroviario. De hecho, no fue hasta el año 1962 cuando se instaló el primer turbo en un automóvil de producción, el Oldsmobile Jetfire Turbo Rocket.

Los primeros turbocompresores empleados en la industria automotriz eran completamente mecánicos y mantenían una geometría fija, y una vez alcanzan las revoluciones de giro necesarias, inyectan una presión de aire constante en el cilindro.

Tras los turbos de geometría fija, llegaron los de geometría variable. Estos varían la inclinación de los álabes en la turbina de soplado, lo cual regula la presión a la que introduce el aire en el motor en función del número de revoluciones a la que este trabaja. El sistema ‘twin scroll’ o de doble entrada es el más extendido actualmente en motores gasolina de cuatro cilindros, y evita la pérdida de presión por reaspiración de los gases de escape en cilindros alternos.

En los últimos años, los sistemas de turbocompresión eléctrica comenzan a abrirse paso en el mercado, pero todavía son escasos. Estos tienen un funcionamiento similar a los turbos mecánicos, pero equipan un segundo turbocompresor que elimina el tan denostado ‘turbolag’ –falta de presión a pocas revoluciones-.

El funcionamiento del turbo eléctrico es el siguiente. Un motor eléctrico mueve una turbina que no precisa de los gases de escape para funcionar, por lo que entrega aire a presión desde el primer momento. Cuando el motor aumenta su régimen de giro entrar en escena el turbo mecánico que aumenta la presión hasta su cenit.

De este modo se consigue una entrega de potencia más lineal desde el momento en que se pisa el acelerador, además de aumentar el par motor y contener el consumo de combustible.

No obstante, los turbocompresores eléctricos tienen un inconveniente, su precio. Aunque su funcionamiento supone una mejora en del consumo, un turbo eléctrico convencional genera prácticamente la misma potencia que los actuales ‘twin scroll’, por lo que las marcas consideran que no es rentable su instalación dado el incremento de coste de fabricación del vehículo sin una drástica mejora de las prestaciones.

Debido a esta circunstancia, el uso de turbocompresores eléctricos se ha limitado principalmente al mundo de la competición, aunque cada vez son más las marcas premium que optan por esta tecnología especialmente en vehículos híbridos.

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