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La demanda de eléctricos hace temblar la producción de litio

22/08/2017 18:14

El litio es un material cada vez más difícil de extraer, especialmente desde que la fabricación de baterías con iones de este mineral crece exponencialmente en sectores como el tecnológico o el automovilístico. Los pocos productores que existen a nivel mundial ya trabajan a marchas forzadas para cubrir la excesiva y repentina demanda que han sufrido desde hace apenas un lustro.

Ya se han previsto nuevas minas tanto en Australia, el país que más litio produce del planeta a día de hoy, como en América del Sur, si bien las mayores reservas del mundo que se conocen yacen aquí, bajo la superficie de Argentina, Chile y Bolivia –más de dos terceras partes del total–. Pero este recurso finito y poco abundante requiere jornadas infinitas para su obtención con los métodos actuales.

Si existe un eléctrico por excelencia, es el Tesla Model S. Este modelo, en su versión básica de 75 kilovatios hora, ya requiere aproximadamente 45 kilogramos de carbonato de litio para su fabricación. Hay decenas de miles coches como este y otros cuantos millones que vendrán el próximo lustro de mano de prácticamente todos los fabricantes de automóviles a nivel global y, sin embargo, la solución al problema que presenta esta materia prima es difusa.

Tan primitivo como el hidrógeno o el helio, ya se ha llegado a calcular que las reservas existentes acreditadas tardarían aproximadamente dos décadas en consumirse con el ritmo de fabricación actual –y lo que crecerá–. Sin embargo, existe una esperanza en este sentido y es que, a diferencia del petróleo, el litio puede recuperarse si se recicla, aunque no está considerado como un recurso renovable.

Por otra parte, es de esperar que a lo largo del próximo lustro surjan nuevas tecnologías energéticas que reduzcan considerablemente la necesidad de consumir litio en cantidades ingentes o que incluso prescindan completamente de él, como las nuevas baterías NMC –níquel, cobalto y manganeso–, tal y como el carbón puso fin a la tala masiva de madera como combustible hace más de tres siglos. Al fin y al cabo, la evolución siempre ha tenido dos caras.