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Las cuatro dimensiones de la nueva industria del automóvil

29/12/2017 14:36

Añadir automatismos a los coches no es nada nuevo. Este fenómeno en pro de la comodidad empezó con los cambios de marchas, continuó con los controles de crucero o los climatizadores y hoy ya tenemos frenos que actúan por sí solos o luces y limpiaparabrisas que se activan instintivamente. El siguiente paso de la industria automotriz es enfrentarse a una completa automatización de la conducción y centrarse de lleno en la experiencia a bordo del vehículo –terrestre–, dejando de lado las sensaciones al volante, si bien todas las marcas no creen en este modelo.

Según la consultora McKinsey, el consumidor del futuro fiará la compra de un automóvil en esta línea experiencial, lo cual hace necesaria una profunda transformación del paradigma actual en materia de comercialización por parte de los fabricantes y sus proveedores, así como de sus estructuras organizativas, de forma que puedan continuar con su evolución y garantizar su permanencia en un sector sumamente competitivo. Pero lo que a priori puede suponer un riesgo, será una gran ventaja: el valor de esta industria pasará de 2,9 a 5,5 billones de euros en 2030, casi el doble.

Con China a la cabeza de esta visión, es de esperar que la mitad de los beneficios automotrices se concentren en Asia dentro de una década, aunque las compañías europeas y americanas todavía están a tiempo de amortiguar estas previsiones con proyectos que convenzan y fidelicen a la población del gigante oriental, restando cuota de mercado a sus productos domésticos. En cualquier caso, ya es visible que las grandes empresas de la automoción han virado sus inversiones hacia el desarrollo de capacidades automáticas, incluso por encima de las nuevas energías.

Por su puesto, queda espacio para avanzar en la seguridad o la eficiencia, pero al ritmo que cambian las reglas de la competencia en este arduo escenario, las tendencias marcan el rumbo del dinero, que hoy se dirige imparable hacia las tecnologías de la conducción autónoma, la conectividad y la movilidad compartida, entre otras, como la completa electrificación de los vehículos, pese a que actualmente apenas otorgue beneficio o un simple retorno de la inversión. Pero, ¿qué es lo que realmente aprecia el usuario medio de esta coyuntura en el mercado automovilístico?

McKinsey asegura en su último informe que, a partir de la información que ha obtenido de diversas encuestas, el 86% de los consumidores de turismos, si pudiesen, cambiarían de vehículo para disfrutar de un sistema avanzado de asistencia al conductor –ADAS–, mientras que el 37% también cambiarían de fabricante si este fuese el único que ofreciese un coche con acceso total a aplicaciones, datos y medios. Estas propensiones emergentes ponen de manifiesto que el cliente está cambiando la forma de ver el automóvil, que deja de ser un producto para pasar a ser un servicio.

Así, la consultora resume al final de su artículo que, con el propósito de sobrevivir a esta irrupción digital, la industria 4.0 que afronta el sector automotriz como uno de los mayores retos de su historia, deberá despuntar en cuatro dimensiones tecnológicas: detectar los puntos críticos de la cadena de valor que generan las nuevas reglas con el foco en la satisfacción del usuario, controlar la monetización de los datos en un entorno virtual, diversificado y sin propiedad, agilizar el I+D en materia de software sin subestimar el hardware y, finalmente, optimizar la productividad de los recursos.

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