2José M. Zapico
| 29 ene 2017 - 14:27
En la comedia musical “El diluvio que viene” Don Silvestre, el cura de un perdido pueblo de montaña italiano, recibe la llamada de Dios y le advierte de que tiene programado un segundo diluvio universal. El nuevo dios de la Formula 1, el bigotudo Chase Carey, llamó del mismo modo al que hasta ahora ejercía de deidad, Mr. E, para advertirle de un aterrador diluvio similar que aunque sea de otro orden a medio plazo va a ponerlo todo patas arriba. Los nuevos amos no gritaron ‘cuidado, chaval’ a su llegada, aunque traen nuevas ideas, nueva filosofía, nueva imagen, y nuevo todo con sus cosas buenas y malas como las ha habido durante el casi medio siglo del reinado de Bernie I El Grande. Al que se marcha muchas gracias, a los que llegan bienvenidos, que ya han olisqueado la cara oculta de la luna y se han dado cuenta de que hay tres asignaturas importantes que aprobar: el reparto de los dineros, la fisonomía de un deporte que ha de cambiar, y la imagen del conjunto que emerge de estos dos puntos anteriores y que afecta a la percepción que de él tiene su principal clientela: tú. No pierdas de vista que la F1 no vende emoción, ni velocidad ni nada de eso, vende número de espectadores y sin ellos, la fiesta no es la misma.
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