El Dakar cumple 40 años

01/01/2019 11:59

Melenas, aspecto poco menos que de clochard o hippie. Como nostálgicos que acudían a conmemorar los diez años del famoso Mayo del 68… aunque estábamos en periodo navideño.

Los últimos TT junto a coches modestos que en algunos casos deberían estar en un desguace. ¿Qué hacia allí un Citroen DS con barras de protección delanteras? ¿O un viejo Renault KZ11 de los años 20? ¿Una carrera donde estaban coches como un modesto Dyane o un R4 L frente al primer gran SUV de la historia del automóvil, aunque sus capacidades off road ridiculizarían quizás a los actuales, el Range Rover?  De hecho, la mayor parte de participantes no eran siquiera 4x4. Y por supuesto motards.

¡Nada menos que 167 vehículos, coches y motos! Y unos participantes dispuestos a vivir una aventura increíble, única, diferente. De París a Dakar pasando por Argelia, Níger, Malí y Alto Volta –Burkina Faso– antes de entrar en Senegal rumbo a Dakar… pasando por el Lago Rosa. Entre ellos algunos hombres que, con el tiempo, escribirían la leyenda del Dakar: Cyril Neveu, Hubert Auriol, 'Fenouil', los hermanos  Marreau, René Metge. Curioso, Auriol, Fenouil y Metge fueron más adelante los directores de la prueba.

Antes de partir, Thierry Sabine fue claro: “No me vengan con sus quejas y lloros. ¡Guárdenselos para ustedes! Esto no es el Club Med”. Pero también definió el Dakar con una frase que todavía es cierta: “Un desafío para los que se van -los participantes- y un sueño para los que se quedan”.

Nada que ver con el Dakar actual. Casi 10.000 km de recorrido con 3.168 de especiales…. ¡en sólo 8 etapas!

No había vivacs. Sabine daba la salida y les decía…. Nos vemos dentro de 500 kilómetros. No había teléfono móvil, ni GPS: mapa, brújula y compas. Y al llegar a la población final de etapa, a buscarse su suerte para comer, repostar y dormir. Es cierto, no había muchas dunas a franquear ni un exceso de 'hors piste' al menos sobre el papel porque encontrar el camino entre las pequeñas pistas elegidas, algunas de ellas solo intuidas, no era fácil.

Dicen que Sabine ideó el Dakar en un delirio de moribundo. Estaba al borde de la extenuación tras dos días perdido por el desierto de Libia mientras tomaba parte en el Abidjan-Niza, el primer gran raids africano que organizado por Jean Claude Bertrand, francés de origen, afincado en Costa de Marfil, organizador del Rally Bandama, aventurero y con una imagen entre clochard, embaucador o pirata.

Bertrand llevaba dos días buscándolo con una avioneta. Había perdido toda esperanza, pero antes de abandonar la búsqueda decidió un último intento. ¡Y la ruleta de la fortuna sonrió a Sabine!

De retorno, pensó arduamente en el tema. Podía ser la más grande aventura jamás vivida. Y él podía hacerla mediática. Sabine era hijo de un afamado dentista. Piloto de cierto renombre en Francia tanto en circuito como en rallies. También aventurero. Un buen comunicador y con buenas relaciones.

No es de extrañar que muchos de los que acudieron a su primera convocatoria también habían corrido el Abidjan-Niza. Una primera edición en la que coches, motos y unos pocos camiones tenían una clasificación conjunta. Una edición que ganó Cyril Neveu por delante de Guilles Comte y Philipe Vassard, los tres en moto. Por delante del Range Rover de Genestier-Temblard-Lemodand y el R4 Simpar de los hermanos Marreau.

Una edición que sentó las bases de lo que sería el Dakar. Duro y cruel. Implacable. Aventura total. Vivencia humana antes que competición.

Pero quizás todo ello no hubiera bastado de no ser por Max Meynier. Sabine supo 'engatusar' a los responsables de RTL y Meynier, con dos asistentes y un Toyota se las ingenió para dar en directo dos horas diarias de radio. Ellos llegaban cada tarde al final de etapa y montaban un largo mástil de 15 metros con una pequeña parabólica, para emitir su programa, que cautivó a la audiencia.

Fue clave para la prueba. En la siguiente edición llegaron ya los primeros pilotos profesionales y pilotos de fábrica.