Cuando Semana Santa era Rally Safari (I): el más cómodo para la prensa

10/04/2020 07:58

Por si fuera poco, los equipos parecen decididos a no efectuar el desplazamiento por razones sanitarias, pero también prefieren ahorrarse este costoso desplazamiento a una prueba que se ha labrado justa fama por su dureza.

Si saco a colación esto es porque, durante muchos años, para mí Semana Santa tenía un significado especial: la semana Safari. La prueba se disputaba por Semana Santa y era una delicia ir de enviado especial. Entre otras cosas, porque entonces los diarios no salían el Viernes Santo –en Sábado Santo en Catalunya– y ello nos dejaba un día de absoluto relax en el hotel Intercontinental de Nairobi, donde estaba la base de la prueba.

Las características de la misma hacían que los de la prensa escrita no fuéramos a ver tramos –lo máximo, nos aventurábamos a alguno cercano a Nairobi– porque era un rally líneal, con unos promedios imposibles de seguir y sin poder transmitir si no llegábamos a tiempo a Nairobi. No tenía mucho sentido intentar todo el desplazamiento hasta Nairobi sin poder ver ni un tramo o asistencia.

Por entonces no había Internet, así que no eran necesarios directos. Te levantabas, buffet de desayuno y piscina, quizás una vueltecita por Nairobi. Uno iba subiendo a la sala de prensa cada cierto tiempo y traía las noticias a la piscina, donde había un buffet para comer. Y por la tarde, a la sala de prensa para enviar la crónica… por télex, por supuesto, o por teléfono, aunque esto era más caro.

Recuerdo que un año acompañé en una etapa a Albert Bertrand, fotógrafo de Solo Auto –yo trabajaba para Solo Auto y Mundo Deportivo–. Ver a la afición local era espectacular y con la placa de prensa pudimos ir a ver un tramo en una reserva natural… con susto incluido. Estábamos haciendo fotos con unas gacelas de fondo cuando de repente vimos entre ellas ¡dos leones!... a menos de 50 metros; parecían medio sestear y sólo levantaban la cabeza al pasar un coche. El guía que llevábamos nos dijo: "¡Tranquilos! No pasa nada. Ya han comido. Si tuvieran hambre, las gacelas no estarían junto a ellos".

Otro año, el jefe de prensa de Lancia, Franco Liistro –con quien todavía tengo buena amistad, labrada en los 80 cuando venía con los equipos Fiat y Lancia al Costa Brava– llegó el jueves a media mañana a la piscina y nos dijo: "Acabad pronto las crónicas hoy. A las siete de la tarde nos vamos a visitar Masái Mara".

 

 

Masái Mara es una de las mayores reservas de Kenia. De hecho, podía considerarse la parte keniata del gran parque de Serengueti, el gran parque de Tanzania. El vuelo con un vetusto DC-3, en medio de una tormenta, fue no apto para cardíacos. Los rayos pasaban rozando el avión porque el techo de altitud del mismo era inferior a la altura de la tormenta. De hecho, incluso para superar unos escarpados montes –creo que era la sierra de Mau, que llega a los 3.000 metros de altura– debimos hacerlo ayudados por una térmica y superamos las afiladas rocas tan justos que todavía creo que tengo rascadas en el culo.

Llegamos al anochecer, dormimos en tiendas y nos levantamos temprano para una visita turística: gacelas, leones, un par de rinocerontes, hipopótamos en una laguna, jirafas, muchas hienas, elefantes…. Y, ¡oh fortuna, porque son difíciles de ver!, un par de guepardos sesteando… y que arrancaron a correr delante de nosotros; espectacular su elegancia corriendo, incomparable. Los guías se negaron a llevarnos a ver cocodrilos: "ha llovido mucho, el río ha crecido y se habrán adentrado entre las hierbas. Si te pillan, entre ellos y el río, antes de que los veas, eres hombre muerto", nos dijeron.

El único susto, tres elefantes con tres crías que aparecieron delante de nuestro Land Rover en una curva. Una de ellas se puso sobre las patas traseras, con las delanteras amenazando con pisar el capó del coche. "Nos os mováis, ni siquiera una foto y no pasará nada", dijo el guía. En cuanto los pequeños, atravesaron el camino y se alejaron unos metros, la elefante nos dejó continuar.

Visitamos un poblado masái y uno de nosotros compró un arco con flechas para matar hienas… que sirvieron después para tirar al blanco en el hotel porque se clavaban bien en las puertas… sólo que en una ocasión las puertas estaban abiertas, la fecha atravesó el pasillo, la habitación de enfrente, atravesó la cortina… y la detuvo la barandilla del balcón. ¿Te imaginas la flecha cayendo desde la 11ª u 12ª plaza del hotel sobe la plaza más grande de Nairobi?

Es una de las muchas anécdotas, no todas confesables, de la prueba… que a más de un fotógrafo le costó el equipo: no había nadie alrededor, hacían las fotos junto al coche… pero aún así les robaban. Los mejores fotógrafos segían la prueba en un helicóptero alquilado: era la única forma de coger a los favoritos… porque en ocasiones había diez o 15 minutos entre el paso de dos coches.

¿La información? Entre la sala de prensa y los jefes de prensa de las marcas, uno se hacía una buena composición de cómo iba la prueba.