Sir Frank Williams, el último garajista

07/09/2020 18:56

Reconozco que siempre fui algo superficial y lo que más me gustaba era aquella combinación de colores azul, amarillo, blanco y esos toques de color rojo del 'Red Five' o del patrocinio de Canon.

Me encantaba aquella combinación de amarillo Camel con azul Labatt's, que pasaron después a ser el azul y blanco de marcas como Sega o Rothmans, con aquellas líneas rojas y doradas que bordeaban el monoplaza o los pies de Sonic como decoración del lateral del cockpit. Mención aparte merece destacar que al pronunciar Williams-Renault se te llenaba la boca tal como en su día ocurría al pronunciar McLaren-Honda.

Las jugarretas de Michael Schumacher a Damon Hill en Adelaida en 1994 y a Jacques Villeneuve en 1997 en Jerez consiguieron, además de que el Káiser jamás me cayese bien, afianzar la sensación de que estaba del lado de los 'buenos' y que Williams siempre tuviese un rincón en mi corazoncito pese a lo que estaba por venir.

Tras 1997, Renault dejó de motorizar a Williams y fue sustituido por Mecachrome, una especie de lo que hoy llamaríamos 'marca blanca' de Renault. Hablar de Williams-Mecachrome ya no me atraía tanto. Con ellos, el patrocinio de Winfield y el color rojo que tan poco me gustaba. Aquello ya no era lo mismo.

Llegarían las vacas flacas, salvo alguna excepción. Con ellas, el aburrimiento que me produjo el dominio de Ferrari y Schumacher a principios de este milenio, que consiguió que dejase un poco de lado mi afición por la F1. Algo muy similar a lo que me ocurre con estos años de dominio de Red Bull o Mercedes. No la retomé con el mismo interés hasta que Renault volvió en 2002 como constructor. Durante esa época fui de cualquiera que venciese a Ferrari y Schumacher. Incluso si era necesario, de la archirrival McLaren, si es que se les puede calificar así respecto a sus compatriotas de Williams. Yo siempre los vi como dos vecinos, compañeros de viaje y negocios, cada uno con su filosofía y estilo pero un mismo objetivo, ambos dignos de mi admiración.

Williams-Renault era la combinación que me enamoró de este deporte y ahora ya no luchaban juntos, así que en mi corazoncito siempre hubo espacio para los dos y, pese a que luego fui más de Renault por razones obvias, Williams siempre ha estado ahí.

La venta y marcha de la familia Williams –en especial la de Sir Frank– del equipo y, por tanto, de la competición me llena de una tristeza difícil de describir. Mucho más de la manera en que se ha producido, de modo que su última carrera ha sido la celebrada este fin de semana en Monza. Queda su legado y su nombre, pero nadie sabe por cuánto tiempo.

Nada será igual, porque se marcha el último de los garajistas, tal y como describía despectivamente Enzo Ferrari a aquellos equipos británicos de la hormada de finales de los 50 e inicios de los 60, que marcaron una nueva forma de construir los monoplazas de Fórmula 1.

Se burlaba porque construían sus coches en pequeños talleres casi de aficionados, donde intentaban mejorar sus monoplazas para derrotar a los dominadores coches rojos. Las siguientes dos décadas fueron las que marcaron el nacimiento y evolución de estos pequeños equipos ingleses que luego serían leyenda, como Brabham o Lotus, y el inicio de lo que acabarían por ser McLaren o Williams.

Con la marcha de Sir Frank Williams y su familia de su propio equipo y de la Fórmula 1 se van los últimos resquicios de una Fórmula 1 que ya no volverá, que hace tiempo que desapareció, un equipo de la vieja escuela, un equipo de nombres, no de marcas, el último garajista. Algo que algunos echamos y echaremos de menos.

Saludos.

Javi C.

Tributo a Sir Frank Williams en el FW42