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La ingobernable Fórmula 1: ¿Deporte, show o negocio?

Àlex Garcia
12/11/2015 08:58

La Fórmula 1 es actualmente, y a pesar de la caída del número de espectadores presenciales en ciertos lugares, uno de los deportes más seguidos a nivel mundial, superado tan solo en términos globales por los Juegos Olímpicos y los mundiales de fútbol. Es evidente, por lo tanto, que la Fórmula 1 sigue siendo la reina del automovilismo y uno de los deportes más populares del planeta. Pero, ¿es sólo un deporte?

Desafortunadamente, la respuesta más acertada es algo así como 'ni por asomo' y esa es tanto su mayor virtud como el principal problema con el que ha tenido que lidiar en los últimos años -aunque habría que hablar de las últimas tres décadas-. Lo que en su día era un pasatiempo de gente rica en el que se vieron envueltas marcas comerciales que pretendían ganarse la vida allí se acabó convirtiendo en un negocio donde 'cualquiera' podía acceder y sacar dinero.

En cuanto a lo que sucede cuando se mezcla el deporte con el negocio, es bastante previsible. La importancia de una normativa justa y estable disminuye y aumenta la necesidad de responder a las necesidades de quienes se ganan la vida en la Fórmula 1. Equipos, promotores, Bernie Ecclestone... la Fórmula 1 se olvida ligeramente de sus orígenes como pasatiempo y más adelante deporte y por su transformación a negocio se acaba convirtiendo en un espectáculo y no necesariamente en el buen sentido de la palabra.

En años recientes, la Fórmula 1 se ha convertido en un 'show' que pretende darle a la gente lo que quiere ver con el objetivo de que se vendan más entradas, se miren más carreras y se aumente el valor de un patrocinio en dicha competición. Cuantos más aficionados están pendientes de lo que pasa en el 'Gran Circo', más valor tiene un logo en un coche de carreras, más dinero recibe el equipo y al final, más ricos se vuelven todos. En algunos casos, la actitud es medianamente justificada al tratarse de equipos que sufren por llegar a final de año -aunque por otra parte, habría que cuestionar la lógica de meterse en algo que les queda grande-. En otros no es así.

Pero más allá de los motivos de ciertas partes, el problema que una situación de este tipo acarrea es que afecta a todas las áreas de lo que en principio se publicita a sí mismo como un deporte. La Fórmula 1 está llena de contradicciones como por ejemplo el gran esfuerzo gastado en crear una normativa que funcione y reducir los costes para acabar cambiándola en cuestión de un lustro, volviendo a disparar dichos costes y descolocando al espectador. Todo por evitar un dominio de un equipo que ha sido más listo que los rivales y le ha sacado más partido a una normativa que era justa desde el principio.

Sí es cierto que hay casos en los que una clarificación de algún punto de la normativa es necesario; puntos como los concernientes a los difusores dobles, escapes soplados, F-Ducts y demás tenían una lógica. Estar todo el año valorando entradas y salidas de motores, cambios de tamaño de neumáticos, variaciones en las normativas de comportamiento en pista y demás con el 'mero' objetivo de mejorar el espectáculo es algo que roza el ridículo. Está claro, todos queremos ver grandes carreras y entretenernos pero, ¿a qué precio?

¿Queremos nosotros reducir el valor de una gran carrera? ¿Es incluso inteligente hacerlo? Los grandes momentos de la historia de la Fórmula 1 brillan por lo únicos que fueron. La batalla entre Gilles Villeneuve y René Arnoux, los espectaculares adelantamientos de Nigel Mansell, las luchas despiadadas entre Ayrton Senna y Alain Prost... todo esto funcionó y se mantuvo en la memoria colectiva por lo mucho que sobresalía por encima de las demás carreras. Si a partir de 2016, 2017 o cuando sea, todas las carreras están repletas de emociones, se corre el riesgo de reducir el valor de estas acciones.

El entretenimiento 'barato' mejorará pero a medio y largo plazo nos quedaríamos sin esos momentos épicos porque no destacarían sobre los demás. No sabríamos diferenciar una gran carrera de otra más normalita porque... no habría apenas diferencias entre ellas. De la misma forma que para ver los mejores pilotos, hay que compararles con aquellos que son menos veloces, si todas las carreras son espectaculares, con el tiempo nos acostumbramos y ninguna nos resultará especial por ser la acción en pista lo normal. Además, esa no sería la esencia de la Fórmula 1.

Pero pensándolo bien, ¿qué es la esencia de la Fórmula 1? Hace 65 años, era un pasatiempo de ricos con cuatro pioneros que conseguían ganarse la vida gracias a ello. A través de las décadas fue pasando por etapas de trabajo arriesgado y sin sentido para apasionados del motor, profesión vocacional y peligrosa digna de estrella del rock y negocio que saca provecho del 'show'. Esta última etapa la llevamos viviendo desde hace 30 años así que en cierta forma, esa es la esencia de la Fórmula 1, sobre todo la actual.

Aun así, es innegable que en los últimos años el aumento del contacto entre el mundo de la competición y los aficionados -a través de las redes sociales en particular- ha cambiado cómo se percibe el deporte. La Fórmula 1 corre el riesgo de caer en el error de escuchar a los aficionados más ruidosos y pensar que sus opiniones son compartidas por todos los seguidores de la categoría reina del automovilismo. Las redes sociales son herramientas con un gran potencial pero hay que saber sacar provecho sin confundirse ni confundir a la gente.

Eso es precisamente lo que parece estar pasando en la actualidad. Hablando en plata, 'el aficionado no sabe lo que quiere'. Podemos pensar que lo que queremos es ver carreras emocionantes pero en realidad, no nos basta. En muchos casos, las opiniones de los aficionados se ven teñidas por los resultados de los pilotos y equipos a quienes siguen. ¿Podemos así fiarnos de los seguidores de Alonso en este 2015? ¿O de los tifosi en años recientes? ¿Valdrá la pena escuchar a la gran masa británica cuando no haya un campeón de casa? 

Puede que por ello haga falta ignorar un poco a los aficionados o por lo menos, filtrar las opiniones. No todo lo que se oye en este gran escenario es válido. Hay que escuchar atentamente los sonidos que llegan y separar cada frase para ver si hay algo de verdad en ella. Jackie Stewart da un importante consejo para la vida. No hay que tomar decisiones precipitadas; siempre es mejor dedicarle un buen tiempo a pensarlo todo bien para que el resultado sea el mejor posible. En otras palabras, es mejor tardar un par de temporadas de más en arreglar los problemas que reaccionar rápido y equivocarse al elegir los cambios por los que debe pasar la Fórmula 1.