Almacén F1

GP de Hungría de 1998: nada es imposible si es Michael Schumacher

José Miguel Vinuesa
19/07/2016 16:53
En la historia de los Grandes Premios, hay un reducido número de parejas que, trabajando juntos, eran capaces de lograr funcionar como uno sólo, basándose en el talento recíproco, y en una confianza ciega en las habilidades del otro. Podríamos nombrar a Alfred Neubauer y Rudolf Caracciola en la Mercedes de los años treinta; a Colin Chapman y Jim Clark en la Lotus de los sesenta; a Ken Tyrrell y Jackie Stewart en los inicios de los setenta; a Ron Dennis y Ayrton Senna a finales de los ochenta y principios de los noventa, por ejemplo.

Pero hay una, que precisamente comenzó su relación en los primeros años de la década de los noventa y la extendió hasta el año 2012, que posiblemente haya sido la combinación de estratega y piloto más unida de todos los tiempos. Hablamos de Ross Brawn y Michael Schumacher.

Ya había surgido esa química especial en los tiempos de Benetton, llevando al piloto alemán a lograr dos títulos mundiales. Luego, con la marcha de Schumacher a Ferrari, éste no dudó en pedir la llegada de Brawn a Maranello. Y llegó en 1997, sin tiempo para incidir en el diseño del coche, siendo el F300 de 1998 el primero surgido bajo la batuta de aquél equipo de ensueño formado por Byrne y Brawn en el diseño.

Pero el cambio normativo para la nueva temporada, con coches con un chasis más ancho, alerones más estrechos, distancia entre ejes acortada y la introducción de neumáticos estriados, provocó que el Ferrari, que no era un mal coche, fuera superado por el ingenio de Adrian Newey, recién llegado a Mclaren, con su implacable MP4/13. El inicio de temporada dejaba clara la situación, con un Mika Häkkinen que vencía las dos carreras inaugurales. Michael Schumacher no se rendía, como tampoco Ferrari, y pese a la superioridad manifiesta del finlandés y su monoplaza, pasado el ecuador de la temporada tras el G.P. de Inglaterra, estaban en segunda posición a sólo dos puntos del liderato. Dos Grandes Premios después, y tras sendas victorias del finlandés, la distancia se había ampliado a los dieciséis puntos.

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