CURIOSIDAD

Coches eléctricos, ¿cero emisiones?

José Miguel Vinuesa
09/12/2016 14:27

Los coches eléctricos son un futuro que se ha convertido en una realidad muy presente en nuestros días. Sus ventajas son muy amplias: no hacen ruido, podemos cargarlos en nuestras casas y su autonomía ha aumentado considerablemente. Y además, no producen emisiones contaminantes, lo que es fundamental en las ciudades. Pensemos en que Madrid quiere prohibir los coches Diésel en 2025.

Pero, ¿realmente un coche eléctrico no produce emisiones contaminantes?. El coche, posiblemente, no. Salvo la batería, que está hecha de un material, el litio, que de por sí no es contaminante, pero que sí que contiene materiales como el cobalto, cuya obtención, mayoritariamente en países subdesarrollados, sí que comporta emisiones dañinas. Además del hecho de que el reciclaje de estas baterías es bastante costoso, porque cambiarlas hay que cambiarlas.

No se puede obviar tampoco que los coches eléctricos (y los híbridos) son una media de un 24% más pesados que los coches habituales. Ese peso repercute en, por ejemplo, el uso de los frenos, al ser necesario una utilización más intensa para frenar el vehículo, lo que aumenta el desgaste y el desprendimiento de partículas que de por sí contaminan. Y por supuesto, los neumáticos también sufren un desgaste mayor. Un ejemplo extremo de estos dos puntos son los camiones, cuyo gran peso les hace sufrir estos desgastes de forma más acusada. Y por supuesto, mayor peso es igual a mayor necesidad de energía para moverlo.

Y así, entramos en lo que podríamos llamar la contaminación secundaria. Puede que un coche eléctrico no contamine por sí mismo tanto como uno de combustión, pero su funcionamiento sí que lo hace. Para cargar el coche, necesitamos energía. Esa energía se obtiene normalmente por medio de métodos que sí emiten CO2 y otras sustancias a la atmósfera. Por ejemplo: en un alto porcentaje, la producción de energía eléctrica depende del quemado de energías fósiles. Así, una demanda masiva de energía para la recarga de los coches, aumentaría la necesidad de producción energética, lo que repercutiría en un aumento de las emisiones.

Siempre podríamos decir que existen energías limpias, como la solar o la eólica, y es cierto. Sin embargo, estudios demuestran que la carga de los coches se produce de manera mayoritaria por las noches, cuando la energía solar no está disponible. Y aunque hoy en día el almacenamiento de energía evoluciona, todavía se produce lo que podríamos llamar el consumo instantáneo: la electricidad se consume conforme se produce. Obviamente, la energía solar no está disponible por la noche.

Pensemos también en el siguiente dato: de media, un coche eléctrico necesita unos 30kw para recorrer unos 160 kilómetros. Esa es la electricidad consumida por una persona en cuatro días. Por lo tanto, el uso del coche durante unas dos horas en un trayecto interurbano consumiría toda esa cantidad de energía, cuya producción sí que ha realizado emisiones a la atmósfera.

Y quizás hay un dato que se nos pasa por alto. Hoy en día, pese al escándalo Volkswagen, los motores de combustión tienen unas emisiones muy reducidas de por sí y sistemas como el start and stop ayudan también a un uso más eficiente del combustible y reducen las emisiones. No podemos pasar por alto, además, un estudio de la Universidad de Hertfordside que demostró, en un circuito cerrado, que sólo una tercera parte de los 39 microgramos de partículas que emitía un coche con motor de combustión provenían del motor mismo.

Por último, un elemento importante es el de la oferta y la demanda. Supongamos que una gran mayoría de coches fueran eléctricos. Lo lógico sería que el precio del petróleo bajase sustancialmente, ante la ausencia de demanda y que el de la electricidad aumentase por el hecho contrario. Eso haría que resultase más económico para una persona utilizar un automóvil de combustión que uno eléctrico, lo que podría revertir la balanza del mercado y volver al uso de la tecnología antigua. Una suposición, por supuesto, pero acorde a la clásica regla de la oferta y la demanda.

En definitiva, no todo es blanco o negro. Los coches eléctricos ofrecen muchas ventajas y su llegada es bienvenida. En cuanto a emisiones directas, seguramente no tienen rival, pues jamás un motor de combustión podrá llegar a esos niveles de emisiones, casi cero. Pero si no nos centramos en el coche en sí, sino en sus necesidades adyacentes, el mantra de 'cero emisiones' se convierte en insostenible.

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