Las penalizaciones por cambio de motor y los trucos para minimizar sus efectos

18/11/2022 19:35

Vaya por delante que no me satisface para nada eso del ‘numerus clausus’ para los elementos mecánicos a emplear una temporada. No quiero que la Fórmula 1 se convierta, desde el punto de vista mecánico, en las 24 Horas de Le Mans. 

De hecho, sobre el papel, un motor de Fórmula 1 actual debe estar pensado para durar entre 3.500 y 4.000 kilómetros mínimo… lo que da lugar a que se ‘administren’ los minutos de funcionamiento a plena potencia y en ocasiones, en aras de la fiabilidad, se limite la potencia de los propulsores utilizando las varias posibilidades que ofrece el ‘maping’ de un motor.

Pero en la práctica, esto no es suficiente. Diversos equipos han duplicado el número de elementos utilizados, particularmente MGU-H y propulsores térmicos. Lo que ha llevado a algunos ‘team principal’ y motoristas —Ferrari especialmente— a pedir una ampliación del número de propulsores, para evitar el ridículo de las penalizaciones.

La gran diferencia que este año —sobre todo cuando comenzaron a acechar los problemas de fiabilidad— es que había equipos que podían permitirse el lujo de penalizar sin que ello perjudicara en exceso su resultado final. Se buscan circuitos donde se pueda adelantar con facilidad: Red Bull, Ferrari o Mercedes lo lograban con facilidad.

No se trata de sustituir un motor dañado o de hacerlo para evitar un abandono. Se trata de disponer de ‘unidades frescas’ a las que poder exigir potencia por más tiempo. O bien jugar para que el final de la ‘vida útil’ de la unidad de potencia no coincida en un trazado donde sea complicado adelantar.

En zonas intermedias, el discurso es diferente. El cambio se procura realizar en circuitos que a priori son menos favorables para el equipo, para aprovechar al máximo los que parecen más favorables.

Es un poco lo que hacen los entrenadores de fútbol con las rotaciones o los descansos a determinados jugadores ya sea reservándoles para un partido más importante o complicado o para evitar riesgos de tarjetas, por ejemplo.

Todo legal… pero en cierta forma contrario al espíritu de la norma que busca incentivar la fiabilidad para disminuir costes. 

El juego táctico se acabará —o disminuirá, que quizás sea más exacto— con penalizaciones mayores u otro tipo de penalizaciones. El principal problema es conseguir unas penalizaciones que sean inteligibles para el gran público y que no provoquen el galimatías que este año se ha generado en algunos Grandes Premios en el momento de confeccionar la parrilla.

No es fácil la solución, desde luego.