Carlos Sainz y el anorac que valió su primera corona mundial hace ya 28 años

18/10/2018 20:31

Esto sucede, además, justo cuando Carlos Sainz y el felizmente repuesto Luis Moya recuerdan los 28 años de su primer título mundial. Es algo que merece ser recordado.

Por aquel entonces, los rallies eran 'lo más' entre la afición española. Sólo el hecho de salir de nuestras fronteras era ya noticiable. Y apenas teníamos pilotos de circuitos. Es más Adrián Campos había dejando la F1 a mediados de 1988 y Luis Pérez Sala finalizó su periplo en 1989.

Sainz ganó el título en el Rally de San Remo –afortunadamente en aquella época los rallies tenían personalidad propia y las federaciones no habían impuesto el nombre nacional– que era además mixto. Los Alpes que rodean San Remo ofrecían unos tramos increíbles, por Paso Ghinbegna se llegaba a pasar cuatro o cinco veces y siempre de forma distinta gracias a las carreteras que confluyen en él, contrastaban con los tramos de la Toscana, serpenteando entre colinas, tierra casi roja que contrastaba con los campos verdes de alrededor y parque cerrado en Siena.

El centro de la prueba estaba en el Hotel Astoria y recuerda que toda la peña española presente –Pipo López, Emilio Pérez de Rozas, Josep Viaplana, Javier Bueno, etc.– íbamos a cenar  comer a un restaurante llamado 'La Chiesa Rusa'. Estaba casi al lado del hotel y frente a una iglesia ortodoxa que le daba nombre donde el Seños Carmelo nos obsequiaba con sus especialidades y el ambiente era espectacular porque Carlos y otros pilotos eran fijos. Todavía existe el restaurante –el hijo del Seños Carmelo, al que conocí de crío, es hoy el cocinero– pero desplazado a otro local, a unos 200 metros, frente al Casino. Mi mujer y yo hemos sido clientes fijos cuando el Rally San Remo, el Rally de Montecarlo o el GP de Mónaco –Mónaco no está a más de 30 kilómetros– hasta que hace un par de años me jubilé y se acabó el viajar.


DOS TROPIEZOS EN EL MISMO ÁRBOL

En el San Remo tenían Carlos y Luis su primer 'match ball' . Era la antepenúltima prueba del calendario y Ove Andersson, el patrón del TTE quería dejar todo sentencia allí porque el RAC británico, la prueba que cerraba el calendario, era una lotería, y ningún equipo oficial iba a ir al Bandama en Costa de Marfil.

Pero el San Remo era en casa de Miki Biasion, su rival cara al título, piloto de Lancia. Una prueba muy especial, con los tramos de asfalto de los Alpes que 'aislan' San Remo de Francia, las pasadas por Paso Ghimbegna, que abrían y cerraban la prueba y un largo desplazamiento de enlace –más de 500 km de autopista– hasta las especiales de tierra de la Toscana. Recuerdo que en Siena no encontramos habitación –no existía Booking, claro, e íbamos un poco sobre la marcha, y tuvimos que meternos cuatro: Emilio, el fotografo Albert Beltrán, Viaplana y yo– en lo único que hallamos, una suite en un hotel de lujo.

La prueba –35 especiales, 614 kilómetros cronometrados en 4 etapas– fue un toma y daca entre Biasion y Carlos hasta que Carlos tomó el mando en la 14ª de las 34 especiales. 

Pero todo pudo perderse en la última especial de Toscana, San Martino in Colle. Carlos volcó. Luis intentó calmarlo y pudieron poner el coche sobre cuatro ruedas y proseguir como buenamente pudieron cediendo 2'30"... y pensando que estaba todo poco más o menos perdido.

Pero no contaron con el factor sorpresa, suerte o milagro. Biasion también, que venía detrás, también se salió en el mismo punto –Carlos no pudo saberlo, porque ya había reemprendido la marcha– pero su Lancia quedó muy dañado y debió abandonar.
Una salida debida a un anorac. Sí, al anorac de Carlos Sainz. No está claro si había caído del coche en el vuelco o el madrileño lo había dejando allí. El caso es que Miki se despistó al verlo y acabó volcando.

La prensa española, que estábamos a final de esa especial, teníamos el corazón en un puño. Primero viendo que Carlos no llegaba y luego, comprobado que era Miki quien no aparecía. Del lloró al alborozo... y después cruzando los dedos y rezando.

El abandono del italiano, sin embargo, no era suficiente: Sainz tenía que acabar tercero en la prueba para ser campeón. Es cierto que pese a los 2'30" perdidos estaba cómodo tercero ya que cuando se salió disponía de 1'32" sobre el desaparecido Biasion y 1'40" y 1'46" sobre los otros Lancia de Auriol y Kankkunen en una demostración de superioridad. Pero Carlos necesitaba llegar a San Remo, reparar el coche y afrontar las especiales de asfalto nocturnas del día siguiente... y había dudas porque el Toyota estaba hecho unos zorros.

Eran otros tiempos. La asistencia era libre y las había en cada final e inicio de especial. Lo más importante, había 500 kilómetros de autopista entre el final de la especial y el parque cerrado, lo que daba tres horas para trabajar. Y Toyota llevaba siempre, en un remolque, un 'mármol' para enderezar chasis. La reparación surtió efecto y Sainz conservó sin problemas la tercera posición... y el título. Un título que hizo que Juanjo Lacalle y Carmelo Ezpeleta se fundieran en un abrazo bien regado con lágrimas.

Claudio Lombardi, el responsable de Lancia, dijo que Carlos había tenido la suerte de los campeones. Ya había superando un vuelco similar en Argentina, cuando supo del abandono de KKK. Y en este San Remo no sólo también continuó sino que al iniciarse la última etapa nocturna sus inmediatos perseguidores, Dario Cerrato y Alex Fiorio, le concedieron un minuto en la primera especial nocturna, por un trompo y un pinchazo.

Un título que Sainz gestó a lo largo de todo el año en detalles. Inscribiéndose en Nueva Zelanda –no previsto inicialmente– sólo una hora antes del cierre de las inscripciones, llevando a su ouvreurs a los entrenamientos del 1000 Lagos o convenciendo a Ove Andersson para correr el Safari, que tampoco estaba previsto. Y en aquella primera victoria en el Acrópolis que nunca olvidare. Pero esa es otra historia.