La Fórmula 1, conmocionada por Jules Bianchi

Los que salen ahí fuera

09/10/2014 19:20

Ahí fuera. Bajo el crepúsculo de una bóveda plomiza. Sobre un anegado tablero de ajedrez en el que juegan espacio y tiempo. Un tablero repleto de fichas que libran cruentas batallas. Que describen y descubren nuevas trayectorias en una guerra contra esa física que no explican las máquinas.

Los datos ya no son concluyentes. Hace tiempo que dejaron paso a las sensaciones ahí fuera. En el argot denominan borderline a este juego escurridizo y sutil.  A esa delgada línea roja que determina el horizonte, que divide las ventanas de rendimiento entre intermedios y lluvia extrema, que otorga oportunidades a aquellos que ahora navegan por Suzuka sin botín alguno bajo el brazo.

- "Está lloviendo más y más fuerte"- reporta una opaca voz a través de la radio del Mercedes número 44. Es un mensaje que se repite. Nada nuevo bajo un sol ausente.

- "Cuida tus neumáticos"- es el feedback que recibe. -"Ahora mismo eres el más rápido ahí fuera"-.

Y ahí fuera es precisamente donde siguen todos ellos. Mirando a Phanfone a los ojos, como antes han mirado ya a tantos otros. No son más que la última generación de pilotos de la Fórmula Uno. Los que frenan más tarde y los que aceleran antes. Los que pelean, cada fin de semana por esa décima de segundo que les aúpe hacia la victoria o el podio, o simplemente a hacia la posición número quince antes de que las banderas amarillas siembren el más absoluto de los terrores.  

El paddock es un hervidero y una marabunta de camisas rojinegras se agolpa a la entrada del centro médico. En mitad de ella, una joven busca consuelo en el  rostro de Matteo Bonciani. Escruta cada uno de sus gestos y aguarda su turno con la entereza de quien conoce las entrañas de una profesión siempre a medio camino entre lo mundano y lo divino. El jefe de prensa de la FIA la rodea con el brazo, le susurra algo y más tarde afirma con la cabeza. Jennifer Becks no tiene de qué preocuparse. Adrian pronto regresará sano y salvo de ahí fuera.

La antesala del podio combina forzadas palabras con el más contundente de los silencios. Seb ni siquiera ha llegado todavía. Lewis se abrocha el reloj de espaldas a la cámara antes de secar su rostro con otra toalla. Nico tiene la mirada perdida.

El alemán ha sido el primero en comparecer y abandona la estancia en busca información.  A su regreso, se aproxima a Hamilton y musita algo su oído.

-¿Bianchi?- interroga el inglés, al tiempo que se vuelve tímidamente hacia su rubio compañero. La interpelación lleva implícita ese amargo sonsonete de quien conoce la respuesta pero no desea escucharla.

Rosberg simplemente asiente con la mirada. Una mirada plomiza como el cielo de Suzuka en esta tarde de otoño.  Es la primera conversación que les vemos mantener en varios meses.

Tras ello, Lewis abandona sus compulsivas tareas de secado y se santigua tímidamente. Sebastian ha llegado al fin y estrecha la mano de ambos con semblante igualmente abatido. Sobran las palabras y ni siquiera habrá tiempo para ellas porque es la hora de dejar de ser simplemente Nico, Lewis o Seb, para transformarse en Rosberg, Hamilton o Vettel. Es la hora de salir al podio para los tipos que han estado peleando ahí fuera.