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La lluvia en la Fórmula 1, una maravilla en peligro de extinción

Àlex Garcia
10/06/2015 18:54

Jackie Stewart en Nürburgring en 1968, Gilles Villeneuve en Canadá en 1981, Michael Schumacher en Barcelona en 1996 o Sebastian Vettel en Monza en 2008. Todas ellas, grandes actuaciones con un denominador común: la lluvia. El líquido elemento, aquello que nos da la vida y que buscamos fuera de nuestro planeta como señal inequívoca de un posible futuro más allá de nuestro hogar. No hay duda de que el agua es algo especial, también para la Fórmula 1.

El mundo del automovilismo siempre ha tenido una relación de amor-odio con el agua. En algunas categorías no se compite cuando llueve y en otras, las mejores carreras suceden cuando hay que sacar los neumáticos para pista mojada. La Fórmula 1 también ha tenido de todo con las precipitaciones, sobre todo cuando se tiene en cuenta que la categoría tiene más de 60 años de historia y siempre se ha permitido correr cuando el asfalto está mojado. Siempre... hasta ahora.

La situación actual de la Fórmula 1 tiene poco que ver con el azar, aunque realmente hace más de dos años que no llueve durante un Gran Premio -en Hungría el año pasado paró de llover justo antes de empezar la carrera y mejor nos olvidamos de ese maldito GP de Japón-. Aunque en tiempos recientes no nos estamos encontrando con agua en pista los domingos, la experiencia durante los sábados principalmente, pero también algunos viernes, nos deja ver que en caso de lluvia, las carreras corren serio riesgo de no disputarse.

Así lo hemos vivido en algunos de los últimos casos y lugares como Malasia o Brasil han sido víctimas de este hecho. Retrasos que empiezan como algo más de un cuarto de hora y que acaba alargándose hasta las dos horas... si es que se llega a competir, claro. La gran mayoría de sesiones clasificatorias bajo la lluvia a lo largo de los últimas temporadas ha terminado siendo pospuestas. 'Es lo que hay', se suele decir. Pero, ¿qué es lo que hace que estemos en esta situación?

El principal problema -según Charlie Whiting, en cualquier caso- es de visibilidad. Los coches levantan tal cantidad de agua con su paso que ello hace que la visibilidad sea nula y por lo tanto no sea seguro competir. ¿Significa esto que hace diez años teníamos carreras en condiciones inseguras de visibilidad? Está claro que no. Pero con unos neumáticos que dan considerablemente menos agarre que los anteriores Bridgestone, los diseñadores han tenido que encontrar agarre a través de la aerodinámica -como siempre, vamos-.

Lo importante es que aunque los tiempos no son mucho más rápidos que en el pasado, la aerodinámica sí es más eficiente, sobre todo en la parte del difusor. Tanta fuerza aerodinámica hace que cuando el agua sale de debajo de los monoplazas, lo hace a una velocidad mayor que antes y se ve lanzada a una mayor altura con más 'spray'. Un problema importante que posiblemente podría resolverse con unas normativas un tanto más estrictas en lo que respecta a la aerodinámica en la parte baja de los coches.

El otro problema viene dado, por supuesto, por los neumáticos. Desde el regreso de Pirelli a la categoría reina en 2011, vemos una tendencia clara cuando llueve; los coches salen a pista con neumáticos intermedios y no los de lluvia extrema. Esto sucede principalmente en las sesiones de clasificación o en carrera mientras que en los entrenamientos libres hemos visto pilotos en pista con los neumáticos marcados de color azul. La conclusión es que ¡los equipos están saliendo a pista con unas gomas que evacuan menos agua!

Lógico, hasta cierto, punto, puesto que con más surcos para evacuar agua, también hay menos zona de contacto con el asfalto y por ende, menos agarre. Pero el problema en tal caso es que los pilotos salen a pista con unos neumáticos que dan menos agarre cuando hay exceso de agua pero que evidentemente duran más -son más duros- y funcionarían mejor a poco que el asfalto empezara a secarse. Aún así, el peligro cuando la lluvia cae es importante ya que son mucho más propensos a sufrir 'aquaplanning' -lo vimos con Lewis Hamilton en los segundos entrenamientos libres del GP de Canadá-.

Desarrollar neumáticos de agua es complicado cuando prácticamente la totalidad de la Fórmula 1 parece estar moviéndose en dirección opuesta a correr bajo la lluvia. Hay menos días de lluvia que de sol y cuando el asfalto está mojado, no se sale a pista. Por ende, los neumáticos de lluvia extrema de la firma italiana no parecen estar a la altura. Una solución sería hacer unos neumáticos intermedios con menos duración o menos agarre, pero puesto que eso afectaría a la segurdad, hay que considerarlo como una opción no válida.

Además, el sistema del parque cerrado no ayuda. Aunque hoy en día la normativa contempla que si llueve el domingo pero no el sábado, los reglajes pueden cambiarse, el número de cosas que los mecánicos pueden tocar es muy limitado. Para que un Fórmula 1 pueda competir sobre pista mojada necesita tener más ala, suspensiones más blandas y levantar la altura del suelo para ayudar a la evacuación de agua. También se suele cambiar la relación de cambio con el objetivo de dar una respuesta del acelerador algo más suave aunque esto se corrige con los configuraciones de motor para mojado -accesibles desde el volante-.

Entonces, ¿unos mejores neumáticos de agua solucionarían la situación actual? Puede. Lo que está claro es que unos neumáticos de agua utilizables y aprovechables -para ello, habría que convencer a los equipos de que duran lo suficiente-. Pero el principal cambio debe producirse en los difusores, en como el agua sale por la parte trasera de los monoplazas. Hace un par de años, la Super Fórmula -antigua Fórmula Nippon en Japón- probó un sistema que reducía la cantidad de 'spray' que soltaban los monoplazas aunque los resultados fueron poco concluyentes.

¿Significa eso que nos alejamos definitivamente de las carreras en mojado? ¿No volveremos a ver grandes actuaciones de pilotos con esa sensibilidad y valor extremos que hacen falta para brillar cuando las nubes grises descargan? Es difícil de decir con certeza aunque sí hay que tener clara una cosa; se acabaron las carreras bajo la lluvia tal y como las conocíamos en el pasado. No habrá carreras como el GP de Mónaco de 1997, como el Gp de España de 1996 o el GPde Australia de 1989.

La época de las carreras sobre mojado en las que llovía a cántaros y los pilotos lidiaban con lo que fuera se ha terminado. Hoy en día la seguridad pasa por delante de todo -como debería ser, no nos confundamos- hasta el punto que parte de la esencia de lo que es el automovilismo parece estar perdiéndose. Está bien trabajar en pos de la seguridad -además, tristemente nos damos cuenta de que nunca hay suficiente- pero, ¿a qué precio?

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