Almacén F1

De Campeones y sus méritos

José Miguel Vinuesa
11/11/2014 19:40

Últimamente se ha hecho bastante frecuente escuchar o leer frases como las siguientes: "ha ganado el campeonato porque tiene el mejor coche", "sus títulos no tienen valor porque le dieron un monoplaza que era muy superior", "sólo cuando gane con un coche inferior, demostrará su valía".

Lo cierto es que muchas veces esos razonamientos son de una lógica aplastante: quien gana el campeonato del mundo de pilotos suele tener el mejor coche a su disposición. Porque en este deporte, el automovilismo, el piloto es una parte importante, pero sin una buena máquina, todos sus esfuerzos raramente se verán recompensados con la corona al finalizar la temporada. Ni Senna, ni Ascari, ni Alonso, ni Lauda, ni Vettel, ni Mansell ni muchos otros pilotos ganaron mundiales con coches que no fueran los mejores. 

Vamos a tratar de demostrar el por qué de este razonamiento de una manera muy sencilla: yéndonos a la tabla de campeones del mundo desde el año 1950 hasta 2014. Sesenta y cinco temporadas de Fórmula Uno, y 32 pilotos campeones del mundo (33 en el caso de que Rosberg se coronara campeón este año). Para tratar de explicarnos y tratar de resolver la cuestión, seguiremos un baremo que quizás parezca demasiado simplista, pero que es el único que objetivamente determina cuál fue el mejor coche/equipo en una temporada: el campeonato del mundo de constructores, instaurado en 1958. Para ello debemos solucionar antes los años que van de 1950 a 1957, en los que no hubo título de marcas, para lo que seguiremos el sistema de puntuación utilizado en 1958 para obtener el equipo campeón (sólo puntúa el coche con mejor resultado, y discriminamos igualmente si se compartió o no el coche: el equipo puntúa según la posición en que quedó en la carrera). El resultado es que los campeones hubieran sido los siguientes: 1950 Alfa Romeo, 1951 Alfa Romeo, 1952 Ferrari, 1953 Ferrari, 1954 Ferrari, 1955 Mercedes, 1956 Ferrari y 1957 Maserati.

Ya tenemos a todos los coches campeones del mundo hasta 2014. Aceptemos entonces la premisa de que el coche ganador del mundial de constructores es el mejor coche. Lo es por rendimiento, y lo es por desempeño del conjunto del equipo, de modo que tanto el piloto número uno como el número dos han conseguido buenos resultados para su escuadra, aunque ninguno de ellos haya ganado el mundial de pilotos, de modo que quizás en otras manos o en otras circunstancias un piloto de ese equipo hubiera podido lograrlo.

De este modo, y manteniendo la afirmación de que un campeonato ganado con el mejor coche no tendría el mismo valor que uno ganado con un coche inferior, sólo tendríamos a los siguientes campeones "válidos" en nuestro deporte (en paréntesis el coche con el que ganaron el título, distinto del campeón de constructores):

  • 1954: Juan Manuel Fangio (Mercedes) - Ferrari
  • 1958: Mike Hawthorn (Ferrari) – Vanwall
  • 1973: Jackie Stewart (Tyrrell) – Lotus
  • 1976: James Hunt (McLaren) – Ferrari
  • 1981: Nelson Piquet (Brabham) – Williams
  • 1982: Keke Rosberg (Williams) – Ferrari
  • 1983: Nelson Piquet (Brabham) – Ferrari
  • 1986: Alain Prost (Mclaren) – Williams
  • 1994: Michael Schumacher (Benetton) – Williams
  • 1999: Mika Hakkinen (Mclaren) – Ferrari
  • 2008: Lewis Hamilton (Mclaren) – Ferrari

Es decir, de los 32 (o 33) campeones hasta 2014, sólo 10 serían verdaderos campeones siguiendo la vara de medir de que “sólo se es un verdadero campeón con un coche inferior”, erigiéndose Nelson Piquet como uno de los más grandes por el hecho de ser el único que fue capaz de repetir la hazaña (de hecho, es uno de los más grandes por su tricampeonato).

Todos los demás no serían verdaderos campeones del mundo, y todos sus títulos deberían ser cuestionados al haber contado siempre con el mejor coche. Siempre.

Porque como puede extraerse de esta estadística, es altamente extraño que un piloto consiga ganar el título de pilotos si su equipo no le proporciona un monoplaza capaz de dominar el campeonato con mayor o menor holgura. Y así vemos que, de las únicas tres épocas en las que hubo un apabullante dominio por un piloto, los pilotos contaron con la mejor montura:

  • 1954-1957: cuatro títulos seguidos para Juan Manuel Fangio, dos con Mercedes, y uno respectivamente con Lancia-Ferrari y Maserati. En este periodo, Fangio ganó 17 carreras de 28 (sin contar Indianápolis), y logró 4 podios más. Sólo podría ponerse en valor el título de 1954, logrado pilotando para Maserati y Mercedes, porque Ferrari hubiera ganado el título de constructores, aunque el Mercedes W196 era una máquina superior que sólo compitió desde el tercer Gran Premio (Francia). 
  • 2000-2004: cinco títulos seguidos para Michael Schumacher, todos con Ferrari. De 85 Grandes Premios, ganó 48, consiguiendo 18 podios. Sin embargo, en 2003 contó con un coche que, siendo superior, estaba más al alcance de los demás. Y por supuesto, en 2005, con aquéllos neumáticos que no funcionaban, no pudo competir por el título.
  • 2010-2013: cuatro títulos seguidos para Sebastian Vettel, todos con Red Bull. 34 victorias y 19 podios en 77 Grandes Premios. Curiosamente, en 2010 y 2012 Vettel no fue tan dominante, coincidiendo con los dos años en que Alonso y Ferrari estuvieron a punto de ganar el título.

Fuera de estos tres periodos, ningún piloto ha dominado con mano de hierro al resto de sus rivales por un período continuado, siendo lo más común (aunque no tanto), el lograr dos títulos consecutivos, pero sin extender más el dominio en el tiempo.

Así pues, si observamos al resto de grandes campeones que pueblan las estadísticas de la Fórmula Uno, nos encontramos con que Prost tuvo el mejor coche en 3 de sus 4 títulos (sólo podría considerarse luchado el de 1986, pues Williams tuvo el mejor coche); en los tricampeones, Senna tuvo en Mclaren un equipo dominador en sus tres campeonatos; Jack Brabham igualmente en sus tres títulos, dos con el revolucionario Cooper de motor trasero, y el otro con su propio coche (que en 1967 también dio el título a Denny Hulme); Lauda lo mismo con su tricampeonato, dos con Ferrari (que pudieron ser tres sin su accidente en 1976), y uno con Mclaren en un sufrido 1984…contra su compañero de equipo Prost; Jackie Stewart con Matra y Tyrrell, aunque al escocés le concederíamos el título de 1973 (no valoramos la no participación del piloto y su equipo en la carrera final, USA, porque Lotus ya iba por delante en constructores en la carrera anterior); sólo Nelson Piquet se erige como hemos dicho en un digno campeón al lograr dos de sus tres campeonatos con un Brabham inferior (el tercero lo lograría con un dominador Williams).

En el rango de bicampeones, ni Alberto Ascari, ni Jim Clark, ni Graham Hill, ni Emerson Fittipaldi, ni Fernando Alonso serían (siempre según el criterio con el que nos manejamos) campeones válidos, y sólo Mika Hakkinen podría reivindicarse por su título en 1999 con Mclaren frente a una Ferrari mejor (y sin Michael Schumacher casi toda la temporada), pero no por el de 1998. Y si bajamos a los campeones únicos, sólo Hawthorn, Hunt (con Lauda ausente por su accidente gran parte de la temporada, y aún así sufriendo en la última carrera), Keke Rosberg (con el extra de que sólo ganó una carrera) y Hamilton (in extremis en la última curva de la última carrera de 2008, de momento, si no gana el segundo con la dominante Mercedes) serían campeones que, con un coche inferior, hubieran ganado el campeonato del mundo. El resto lo hicieron con máquinas superiores en mayor o menor grado, pero superiores.

A lo que nos lleva todo este estudio es al peligroso reduccionismo que supone considerar que los campeonatos conseguidos por un piloto conduciendo un coche dominador no tienen el mismo valor que el ganado con un coche inferior. Porque normalmente el piloto ha trabajado con el equipo para lograr ese monoplaza ganador, y lo lleva hasta la victoria como ejecutor de las acciones del coche. Ahí un piloto se distingue también al ser capaz de exprimir todo el potencial de un monoplaza frente a un compañero que dispone del mismo material. Por el contrario, un piloto con un coche simplemente un eslabón por debajo del equipo dominante, sufre, trabaja en mejorar el rendimiento de su monoplaza, y pone lo mejor de sí mismo para intentar el asalto a la cima. Pero rara, rarísima vez, lo consigue. 

Cojamos un ejemplo: Ayrton Senna da Silva, para muchos el mejor piloto de todos los tiempos. ¿Consiguió algún título con un coche que no fuera el mejor? Indiscutiblemente, no. En 1985 fue 4º en el campeonato logrando dos victorias con un buen Lotus, en compañía de un Elio de Angelis que logró un triunfo. En 1986,  otra vez cuarto con dos victorias, machacando a su nuevo compañero, Johnny Dumfries. En 1987, un paso adelante, en parte gracias al nuevo motor Honda de su Lotus, 3º en el campeonato con otras dos victorias. En 1988, campeón con un estratosférico Mclaren; en 1989 subcampeón con toda la polémica por el choque con Prost, pero con el coche campeón en sus manos y logrando más victorias que el francés; en 1990 y 1991, otra vez campeón, logrando más victorias que ningún otro piloto. Y entonces, en 1992, llegó Williams: su Mclaren Honda le permitió ser 4º en el campeonato con tres victorias (dos para su compañero Berger), y superado incluso por un casi debutante Michael Schumacher en la tabla (sólo había disputado 6 Grandes Premios en 1991). Y en 1993, subcampeón frente a Prost y su Williams, con 5 victorias (dos de las cuales tras haber logrado el francés el título matemáticamente).  Ni siquiera “Magic” Senna podía ganar sin un coche a la altura. Pero eso ni desmerece sus títulos, ni desmerece sus extraordinarias habilidades al volante, ni puede minusvalorar los títulos ganados por sus rivales.

En conclusión, sólo la combinación de un buen coche con un buen piloto puede dar como resultado la gloria deportiva a final de año. Si uno de los dos flaquea, rara vez se logrará uno de los dos campeonatos, por mucho que el coche o el piloto están a la altura de la misión. Y es por ello que tratar de poner condiciones y peros a títulos logrados en la pista es un debate tan estéril como pueril. El “qué pudo haber sido” está lleno de victorias que nunca han sido. Desmerecer los logros de los pilotos, independientemente de quienes sean, es una actividad peligrosa que dejaría a la mayoría de ellos sin méritos. Y mérito lo tienen todos aquellos que han inscrito con letras mayúsculas, una o varias veces, su nombre en el Olimpo de los ases del volante.