El diluvio que viene

José M. Zapico
29/01/2017 14:27

El primer conato de crisis que se ha topado Bigote, nada de rumores sino realidad pura y dura, ha sido el fallecimiento de la escudería Manor. El cadáver aún está caliente, no se ha extendido el certificado de defunción, pero las posibilidades de que vuelva a la vida son muy remotas. Al que su dinero arriesga, su trabajo le echa y se presenta limpio al trabajo cada domingo hay que respetarle, siempre. Atizarle por su carencia de éxitos es sólo para los que no gustan de este deporte, porque hacerlo significa comprenderlo, y sólo en la testa del que no lo entiende entra brear a equipos necesarios como Manor. Los antiguos Virgin se alistaron en la categoría a finales de 2009 con compañeros de viaje de los que basta con recordar tan sólo su nombre: Hispania/HRT y Lotus/Caterham. A todos les vendieron la burra con la premisa de "no os preocupéis, que esto se hace con 45 millones, que lo vamos a arreglar". El tema no se arregló, los gastos eran en realidad el doble y los tres se fueron directamente uno tras otro al carajo. En teoría de Jaime Alguersuari padre, creador de las exitosas y veinteañeras World Series-antesala-de-la-F1, "este es un negocio inviable". Se equivoca aunque tenga razón... sí que es viable. Lo que resulta inviable es aplicando la actual estructura financiera propia de la Era Bernie: dinero hay, lo que no hay es el los bolsillos de todos. La canción es vieja y bien sabida, y es algo que el del felpudo bajo la napia lo ha visto nada más llegar. Que se premie al que mejor lo hizo no sólo no es malo sino que es lo justo; lo que no es justo es que se lo lleve todo hasta el punto dejar morir de hambre a los menos afortunados del pelotón y que desaparezcan cuando pasta hay de sobra para que subsistan. Si de los aproximadamente 160 millones de lebros (en un cálculo estimado) que va a levantar Ferrari este año sacásemos 10 o 15, los italianos no cambiarían en gran medida su situación y sin embargo habría dos asientos más para Manor, una formación donde Merhis, Alonsos, Webbers, Wehrleins u otros tipos que se encontraron con sus respectivas mañanas de gloria gracias a que hubo formaciones de acceso que en su momento les dieron calor. Para que haya un ganador ha de haber un perdedor, así que una estructura normal y aceptable puede ser la de los 24 coches en pista con una docena de equipos cada temporada. Que se premie a los que se lo ganaron es merecido, pero diferencias de seis a uno entre el de delante y el de atrás resulta infame. Tanto el farolillo rojo como el campeón del mundo pasan por las mismas curvas, se juegan el tipo de la misma manera, han de desarrollar su coche igualmente, contratan personal, viajan a los mismos sitios… Mismas reglas mismo dinero no, pero mismas atribuciones y un reparto más equitativo que garantice la subsistencia de todos los payasos de circo si. Bigote va a tener que fajarse con los grandes para restolar en sus bolsillos y cambiar esto al modo en que la liga de fumbol inglesa reparte sus beneficios a razón de un tres a uno de mayor a menor. Al'nadie protesta y todos disfrutan. 

En el inicio de "El diluvio que viene", el cura Silvestre es ordenado crear un arca en el que salvarse con un puñado de bichos, pero cuando ve que el resto de su pueblo puede fenecer bajo las bíblicas aguas se baja del barco, se planta como un manifestante del 15-M y dice que con él que no cuenten, que o se suben todos en la chalupa y no se zarpa.

El otro zarpazo que pueden dar los de Liberty no está tanto de su mano aunque puede influir en que se module: el plano deportivo. En el país donde se erige Graceland, el chabolo del El Rey del Rock, están acostumbrados a las formas de la Nascar. Allí se ve de forma asumida y supernatural que sus coches sean prácticamente iguales, así que los nuevos amos entienden, aunque acepten mal, la falta de competitividad de un deporte que parece destinado reglas en mano a que siempre domine uno y el resto se coma el boquete de un donut, o sea, nada. En la F1 siempre ha habido eras y la que ahora acaba y desde principios de siglo crea una reglamentación que conduce a la dictadura de manera inevitable. Cuando en 2010 llegó Red Bull con su revolucionario concepto de todo, equipo, sistemas de desarrollo, implementación de la aerodinámica los pilló a todos con el pie cambiado y se llevaron un sopapo de calibre bíblico. ¿Cómo un equipo sin motores propios, sin tradición, sin 'no ser más que un mero soporte publicitario' les estaba dando sopas con ondas al resto? Bernie estaba encantado porque así los podía dominar a todos al tenerlos de rodillas. A pesar de su debilidad consiguieron imponer el advenimiento de los nuevos motores, la única pieza que Red Bull no era capaz de autosuministrarse. Esto condujo a una situación sencilla: sin un motor ganador, no podrías ganar. O eras el mejor en esto, o dependías de tu proveedor que siempre daría sus mejores actualizaciones a su propia escudería… jamás ganarías sin una ventaja así. De nuevo el lobby de las escuderías de toda la vida graznaron y dijeron que esto no podía ser, que más aero, que lo de Mercedes les venía mal. Si se resta preponderancia al propulsor y se la otorga de nuevo a la aerodinámica siempre puede salir un Brawn, otro posible Red Bull, o incluso un nonato Toyota TF110 del que de haber corrido el año en que los japoneses se piraron, podría haber sido un coche demoledor (incluso varios equipos quisieron comprarlo para echar un vistazo). En definitiva, las reglas 2017 dejan espacio a que en casa puedas inventar sin depender de otros proveedores. 

Para ganar has de tener algo especial, algo que no tengan los demás, un gadget mágico, un revólver de siete balas. Puede ser un motor, un escape soplón, un amortiguador de inercia en el morro, o un difusor de doble plano, pero un invento que te aporte un plus. La reglamentación se abre ahora para que un outsider pueda meterles caña a los de siempre a base de buenas ideas, ingenio o picardía, pero ya no se sustentará en un propulsor, una pieza fundamental que va a ser casi siempre ajena a sus manejos en casa. El problema añadido que trae esta nueva era es que no se va a hablar de pilotos, sino otra vez de ingenieros. Hasta aquí hemos visto la habilidad y posibilidades técnicas de uno y otros, pero —y aquí está la perla de esta almeja— la imagen de la Formula 1 jamás volverá a ser la misma hasta que no veamos a los pilotos jugársela desde que el semáforo se apaga y hasta que cruzan la meta, y hoy vemos en demasiadas ocasiones una procesión. La clave del disfrutismo de las carreras no son las prestaciones, las tecnologías usadas o el grado de imaginación de sus técnicos, sino ver a dos berracos darse candela hasta que caiga la bandera y hace demasiado tiempo que esto no ocurre. La Nascar es un caldo de cultivo perfecto para las apuestas, porque nunca se sabe quién va a ganar. En la F1 ya sabemos que este año va a ganar o Lewis o uno de los Red Bull, y muy probablemente Max… y aún no hemos visto ni los coches, y esto es tan divertido como bailar agarrao con tu hermana. 

Conclusiones. Si Liberty quiere dar alas a un deporte que en poco más de una década ha perdido a casi la mitad de su audiencia la receta es sencilla: mejor reparto de los talegos, (de alguna manera) ecualización de los motores, menos aero (menos costes de desarrollo) tope presupuestario en cartera, y vuelta al agarre mecánico para que se vea más de qué están hecho los pilotos. Hoy, un tío medianero puede ganar carreras con el coche adecuado, y el mejor de los corredores jamás llegará al cajón con un coche de mitad de la tabla. Liberty tiene una oportunidad de oro en que las añoradas décadas de los 70 y 80 vuelvan. En sus manos está. 

Al final de "El diluvio que viene" Dios, magnánimo, perdona a Silvestre por joderle su plan al querer salvar a todo su pueblo pero en vista de que el tío lo hizo de buena fe, baja del cielo y acude al convite que montan para celebrar que siguen todos vivos, de ahí que originalmente la obra se denominó: "Pon un sitio más en la mesa". En la conocida escena bíblica reproducida en miles de interpretaciones de la última cena eran doce más el jefe, ¿no? Pues aún debería haber sitio para dos más en el alpiste de la Formula 1, Bigote, tu decides cómo pero que coman todos, ya tienes tu silla. 

(Dentro de esta viruta están solapados los títulos de los diez discos que a criterio de El Vaticano resultan los mejores de la historia. Descúbrelos… Están todos menos uno: "The Nightfly", de Donald Fagen, el favorito de siempre de Virutas. Tras este disco el autor pasó once años viviendo de las rentas de forma improductiva y tituló a su siguiente disco "Kamakiriad". Respondía al nombre de un imaginario y futurista coche que funcionaba con un motor propulsado por plantas hidropónicas. Quién sabe si este tío ya escribió el futuro de la Formula 1 hace veinticuatro años…)