En Red Bull se quedan solos. Miran por el retrovisor y no ven a nadie. No les viene bien…

José M. Zapico
02/10/2013 18:53

Cuenta la leyenda -absolutamente comprobable- que en la casa de Marbella del actor sueco Dolf Lundgren entraron unos chorizos durante un periodo en que estaba rodando alguna peli de mamporros en Hollywood. Los colegas restolaron por toda la casa buscando cosas de valor hasta que se toparon con las dos señoras del servicio, que se quedaron petrificadas de manera instantánea de puro miedo.

Estas pasaron del sofoco inicial a casi la risa floja cuando uno de los manguis preguntó que por qué había tantas fotos de 'Ivan Drago', 'El Soldado Universal' o de "ese mercenario con cara de mala leche que sale en 'The Expendables'. El actor salía retratado junto a Sylvester Stallone, Arnold Schwarzeneger, Jason Statham, Chuck Norris, Jet Li, y toda una panoplia de repartidores de hostias del celuloide capaces ellos solos de acabar con el 'glorioso' ejército de Corea del Norte con una mano atada a la espalda. Las chachas fueron breves en su respuesta: 

— Es que es el dueño de la casa.

Con ese octeto de palabras y de manera mágica, como si fueran Harry Potter, el pavor pasó de aquellas, hasta ese momento aterradas señoras, para pasar a las entrañas de la pareja de cacos. Estos dos perlas salieron por patas del chalet del intérprete escandinavo llevándose poco más de lo que en las manos les entró al grito de esa frase lapidaria capaz de contar tantas cosas con tan pocas letras: 

"Vámonos de aquí". 

Esto es un poco lo que empieza a pasar en la Formula 1. Algo más de dos decenas de coches llegan a un circuito y alguien 'da el agua' al grito de "que viene Red Bull", y automáticamente ninguno de los jefes de equipo necesita zamparse un yogurt ese que anuncia José Coronado y con el que te vas por la pata abajo como si te hubieras tomado diez cafés de máquina. Están condenados, los Red Bull les van a pasar por encima como si en lugar de un coche, llevasen un helicóptero artillado Apache. Hagan lo que hagan, van a palmar sobre el asfalto que toque. Sebas Vettel volverá a desenfundar su Frigodedo, el champán Mumm se lo beberán los mecánicos de los Blues Brothers, y todos torcerán el gesto cuando pase Adrian Newey con su carpetilla de notas negra, uno de los blocs más deseados del planeta. 

De estos polvos aquellos abucheos, la F1 se torna aburrida, la figura de Vettel empieza -inmerecidamente- a perder brillo, a ganarse antipatías, y en la marca que le patrocina se echan las manos a la cabeza porque en todo deporte donde han asomado se les han hecho reverencias y se les ha puesto una alfombra roja bien mullida que ellos se encargaban de regar con money. Esto de que la gente les haga cortes de manga en la ceremonia del podium es algo completamente nuevo para ellos, algo que nunca, ni en la peor de sus pesadillas, entraba en su guión. 

La obligación de todo equipo es ganar al resto y los de Milton-Keynes lo han conseguido. Sin apenas historia han logrado derrotar a marcas señeras como Ferrari o Mercedes, a equipos lustrosos como Williams o McLaren, tratan como meros proveedores a gente como Renault, marca histórica donde las haya en esto del carrerismo... 

No es normal, porque no lo es, que su pepino azul saque hasta dos segundos y medio al resto de la parrilla

Por si todo esto fuera poco, el actor secundario australiano de este melodrama que empieza a adquirir tintes sicilianos le toca el pan duro y la diferencia que le receta su jefe de filas es absolutamente anormal. El pastaponedor vende a los cuatro vientos su reconocimiento ante lo deportivo, lo igualitario, lo competitivo de cada cual, pero Webbo parece llevar el tercer Toro Rosso y no uno de esos azulamoratados, lustrosos y meteóricos Errebénueve; un Errebbéseis o siete, como mucho. 

Después, cuando se duda se las capacidades al volante de Sebas Vettel, su batallón de seguidores salta y se retuerce ante las limitaciones observativas y una falta de criterio fiable para saber que parte pone él, y cual su coche. Nadie debería dudar de su habilidad, pero desde luego poca gente duda de que tiene ventaja. Legal, ilegal, alegal, o casuística, pero no es normal, porque no lo es, que su pepino azul saque hasta dos segundos y medio al resto de la parrilla, y entre ellos su lacayo australiano. 

Las puyas no deberían estar apuntadas hacia el futuro tetramasca; sencillamente hace su curro, que no es otro que el de echar a volar sin mirar hacia atrás. Cuando se les pregunta por esto a los de su equipo, se quitan el mochuelo de encima con eso de "nosotros vamos de ©0_!0π€$, y que los demás se las compongan", mientras se extiende el rumor desde hace meses, si no años, de que esos coches tienen 'algo más' que el resto. 

No se trata de hablar de trampas, ni fullerías, sino de una ventaja abismal que se torna en pesadilla para los mejores equipos del mundo, los mejores técnicos del mundo, y los mejores pilotos del mundo. La humillación que están recibiendo no es de recibo y la parte deportiva de este negocio se troca en abuso, tedio y algo ajeno a la sorpresa. Es muy posible que RBR no haga trampas literalmente, sino que eluda la reglamentación, que la vadee como los ñus esos de la tele cuando saltan por encima de los cocodrilos sin que les peguen bocado, y el responsable de poner orden, concierto y límite a las reglas no es otra que la FIA. Es el árbitro el que ha de dictaminar que la pelea sea justa, y de momento... no lo está siendo. Red Bull se ha labrado a golpe de talonario y duro trabajo su demoledora eficacia, pero si hay unas reglas para todos, es para que todos se ciñan a ellas. 

En las teorías más conspiracionistas de las alcantarillas de paddock corre el rumor de que a estos les dejan hacer para mantener a raya a los equipos de siempre, muy pagados de su peso histórico y con ínfulas de pirarse a otras posibles categorías. Virutas no lo sabe, pero en el pulso al que permanentemente somete Bernie a sus peones esto es una posibilidad plausible y algo coherente en el ámbito político interno de aquellos que tratan directamente con reyes y presidentes de gobielno. Bernie baila por encima de las trincheras afghanas, mientras el resto busca guarida. 

¿Guerra? Sí. ¿Ingeniosa por partes de Los Príncipes Azules? Mucho, enhorabuena. ¿Justa? Creemos que no, y las regulaciones también son para que la batalla sea la debida. Al igual que a Williams se le quitaron las suspensiones activas, a McLaren su repartidor de frenada lateral, o a Brabham su aspiradora móvil, a lo mejor hay que parar los pies a un equipo al que debemos mucho y siempre les tendremos que estar agradecidos, pero a todas luces desvirtúan el conjunto con una lucha envenenada. Es como echar a pelear a 'Ivan Drago and The Expendables Tortas Band' contra una Mercedes Vito cargada de rumanos de los que mangan cobre. No habrá pelea, sólo masacre. Si alguien quiere ver algo de justicia en todo esto, que mire al ente regulador, a los de la Plaza de la Concordia, que o están dormidos, amordazados, o de copas en el Hotel Costes, que está justo a espaldas de sus dependencias parisinas. 

En cuanto a Red Bull… ¿qué te apuestas que en lo que queda de temporada, de golpe empiezan a dejar de ser tan rápidos? Ganarán, pero sin correr...