20º aniversario de su muerte

El eterno respeto hacia Juan Manuel Fangio

Àlex Garcia
17/07/2015 11:42

Juan Manuel Fangio, el Chueco, el Maestro, para muchos el mayor piloto de Fórmula 1 de la historia. Se ha hablado mucho de sus gestas al volante. De su habilidad, de su valor, de su ética como piloto y de su forma de pensar mientras conducía unos bólidos que habrían hecho que la mayoría de gente prudente diera la vuelta y se encerrara en casa, temerosa siquiera de tenerlos cerca. Fangio tenía un talento especial, una gran inteligencia y aún así, destilaba humildad por todas partes.

Por ello, el piloto de Balcarce se ganó a lo largo de los años el respeto de sus semejantes, de todos aquellos otros pilotos que también tomaban parte tanto en los grandes premios de Fórmula 1 puntuables para el campeonato del mundo como aquellos que no lo eran, cuyo valor era principalmente monetario... y en todo caso, de honor -y siendo más prácticos, información para el constructor, que podía probar sus coches fuera de campeonato sin riesgo de perder puntos si no funcionaban bien-.

El respeto entre pilotos en esa época no era nada raro. Viajaban juntos, competían juntos, se jugaban la vida juntos y ante todo, disfrutaban del mundo de los coches y las carreras justas. Por ello, era natural que existiera respeto entre ellos. Pero en ocasiones, ese respeto traspasa las fronteras de lo habitual y llega a cotas mucho más inusuales que incluso afectan al devenir de los grandes premios. Juan Manuel Fangio vivió algo así en dos ocasiones, además de aquel Gran Premio de Gran Bretaña que Stirling Moss afirma que le regaló...

La primera se dio en el Gran Premio de Italia de 1956, última cita de la temporada. Tras el Gran Premio de Alemania, el campeonato era prácticamente del argentino. Pero en las carreras, muy a menudo pasan cosas y llegan sorpresas... y Monza no es legendario sin motivo. La mayor sorpresa posible llegó de la mano de la retirada de Juan Manuel Fangio, el líder del campeonato, con un brazo de suspensión de su Lancia-Ferrari D50 roto. Sería campeón siempre que Peter Collins no ganara la carrera. Pero el británico era líder e iba dispuesto a triunfar.

En aquella época estaba permitido que en una parada en boxes hubiera cambio de piloto, aunque entonces los puntos se repartirían entre los ocupantes del mismo. Por ello, Ferrari le pidió a Luigi Musso que parara a boxes para cederle el coche a su jefe de filas. El italiano había ganado en Argentina junto a Fangio pero sin haber vuelto a puntuar hasta el momento, no se jugaba nada en términos del campeonato. Aún así, Musso se negó y siguió compitiendo -acabaría abandonando a tres vueltas del final con problemas de dirección-.

Al cabo de pocas vueltas, Collins pasó por boxes por una parada rutinaria y al darse cuenta de que su compañero y rival estaba de pie fuera del coche, se percató de que algo había pasado y le ofreció subirse a su coche. El tricampeón argentino, tan apenado como estaba, reaccionó con un gran abrazo y hasta con un beso al sorprendido británico. Fangio no pudo ganar la carrera -fue segundo tras Stirling Moss- pero fue suficiente para ser campeón. Collins renunció a su oportunidad de proclamarse campeón por respeto a Fangio.

Ese mismo día dijo unas palabras que aún hoy se recuerdan: "No me habría sentido orgulloso de ganarle por su mala suerte. Yo sólo tengo 25 años y tendré más posibilidades de ganar títulos por mi mismo, cuando lo merezca". Desafortunadamente no pudo ser, ya que Collins falleció en el Gran Premio de Alemania de 1958 tras ganar la última carrera que finalizó, en su Inglaterra natal. Por aquel entonces, Fangio había ganado no sólo el título de 1956 sino también el de 1957 y ya se había retirado de las carreras.

Precisamente la última carrera del 'Chueco' en la Fórmula 1 tuvo la segunda historia de enorme respeto de un rival hacia el gran campeón. También esta vez estuvo involucrado otro británico de Ferrari, dejando claro que esos eran dos elementos de 'clase' en la época. Tras la demostración de pilotaje del Gran Premio de Alemania de 1957 -en la que los tres protagonistas de estas dos historias se subieron al podio-, Fangio aseguró que había llegado a su límite y que jamás sería capaz de pilotar tal y como lo había hecho ese día. Fue su última victoria y la temporada de 1958 empezó con un cuarto puesto en Argentina.

Luego llegaría un periodo difícil que empezaría con su secuestro -del que salió indemne y con buena relación con sus captores-, varios problemas en algunas carreras más allá de la Fórmula 1 y el frustrado intento de tomar parte en las 500 millas de Indianápolis. Por aquel entonces se había perdido ya los grandes premios de Mónaco, Holanda y Bélgica. Fangio sí tomó parte en la sexta carrera del año, en el circuito francés de Reims. A bordo de su Maserati 250F, el argentino se clasificó con muchos problemas en octava posición, lugar que ocuparía en la parrilla de salida del domingo.

La carrera fue un monólogo de Mike Hawthorn, tras el accidente en el que falleció Luigi Musso. La lucha era por la segunda posición inicialmente aunque a medida que la carrera fue avanzando, Stirling Moss primero y Wolfgang von Trips luego se escaparon del grupo. Fangio tuvo que conformarse con una cuarta posición que debió haber sido quinta de no ser por los problemas de Collins, que se quedó sin carburante justo al final. Fangio estaba cansado de competir e incluso llegó a trompear en la última vuelta.

Ahí es donde Hawthorn demostró el respeto por su rival, con quien había tenido un gran duelo en el mismo circuito en 1953. Al 'Maestro' no se le podía robar una vuelta y a pesar de haberle doblado, el de Ferrari redujo su ritmo y dejó pasar a Fangio para que se desdoblara y pudiera completar la distancia de carrera. El campeón en título llegó a boxes y tras parar el coche, sabía que había llegado el momento de parar de competir. Ya no se sentía a gusto en el coche; no tenía la velocidad necesaria para batallar con los más jóvenes y hasta allí llegaba su carrera. Luchando por el podio con los pilotos del momento y con todo el respeto del mundo.