La hora de la verdad para Daniel Ricciardo

La 'silly season' está en marcha y, por el momento, el protagonista no es Fernando Alonso, sino Daniel Ricciardo. Es cierto. El asturiano está en el candelero, ha sido el protagonista del invierno, por otras razones, su desafío de combinar dos mundiales, Fórmula 1 y Resistencia –¿se imaginan si los gana ambos? Sería una primicia irrepetible–, algo que parece de otros tiempos y que responde al 'espíritu Samurái', del que tanto se vanagloria.

Pero en el tema de fichajes, que eso es la 'silly season', todo parece centrarse en Ricciardo y con dos pilotos a la espera de la decisión del australiano, es decir involucrados por lo que haga éste. Dos pilotos que son casi 'espectadores' de la historia, pero a la vez se ven arrastrados por éste, casi sin voz y por supuesto, sin voto. Carlos Sainz y Valtteri Bottas.

Ricciardo acaba contrato con Red Bull y ha sido claro: "Me juego mucho con mi próxima decisión, llegar a campeón o no". Y tiene claras algunas cosas. La primera, que Max Verstappen "es el compañero más difícil" que ha tenido nunca. La segunda, que Helmut Marko parece beber los vientos por el holandés, que tiene contrato en vigor todavía al menos hasta 2020, tras haber renovado el pasado año. La tercera y no menos importante, que no está claro qu´r motor usará el próximo año y sobre todo que las oportunidades de título pasan por ser piloto en un equipo oficial de marca, en lugar de un equipo cliente –desde el punto de vista del motor– como Red Bull; un detalle que reconocen los responsables del propio equipo austríaco.

Está claro que Daniel es considerado como un campeón en potencia y es el hombre que 'acabó' con Sebastian Vettel en Red Bull. Ahora se encuentra en una tesitura similar a la del germano y con el agravante de que parece complicado reeditar una pareja Vettel-Ricciardo vestidos de rojo. En este sentido, una dupla Hamilton-Ricciardo parece más factible y es un runrún que sonó y cuyos ecos no acaban de apagarse, quizás porque Bottas no acaba de convencer a todos.

Volviendo a Ricciardo y Verstappen, está claro que el joven holandés lleva la voz cantante. Han sido compañeros durante 37 carreras y Daniel ha ganado dos por tres de su compañero. Por el contrario, el australiano ha sido más eficaz, ya que ha sumado 17 podios y 420 puntos por 11 y 359 del holandés, quizás más arriesgado y exuberante, con más empatía hacia los aficionados y también los jefes del equipo. No debemos olvidar que Red Bull es un equipo 'comercial' –y que nadie vea en esto algo peyorativo– y el rendimiento que les ofrece Max es espectacular.

La situación de la pareja me recuerda un poco a la de Max y Carlos cuando coincidieron en Toro Rosso. Los responsables del equipo siempre mantuvieron que las prestaciones de ambos eran prácticamente iguales. Pero el estilo no: Max era un espectáculo y sus resultados brillaban, mientras que Carlos 'machacaba piedra' y lograba resultados con eficiencia y sobriedad, no pilotando de cara a la galería.

Y aquí entramos en el tercer elemento de la problemática. Sainz. Es piloto oficial de Renault… pero Red Bull se ha guardado las opciones decisivas por si necesita repescarlo en 2019. Es una jugada clara de los austríacos: reservarse el posible 'usufructo' del piloto madrileño, pero seguir apostando por su formación, que conozca como trabaja un equipo oficial desde dentro y asuma mayores responsabilidades de desarrollo de las que tendría en Toro Rosso. Una experiencia formativa podría ser preciosa para su futuro.

Si me lo permiten, quisiera hacer un inciso, aunque es cierto que las diferencias con este caso son importantes, casi brutales, si no se tienen en cuenta las diferencias de época entre uno y otro. La clave de los éxitos en F1 de Alonso se gestó en 2002, un año en el que el asturiano no compitió, pero acumuló 50.000 kilómetros de tests al volante de los Renault. Fue lo que le pidió Flavio Briatore para completar su formación y lo que aprendió es uno de los activos más importantes del asturiano, aunque hoy la prohibición de tests no le permite sacar el máximo partido de la experiencia. Así que, en los tiempos actuales, lo que Red Bull hace con Carlos bien podría ser considerado como el equivalente.

¿Qué hará Ricciardo? Difícil es saberlo. La clave está en conocer si el motor Honda da el anunciado y siempre postergado o desmentido por la realidad salto cualitativo, en cuyo caso podría quedarse en el equipo, o en saber si realmente Mercedes tiene asiento libre cara a 2019. Lo primero es algo que no se sabrá hasta mediada la temporada.

Pero también saber cómo evoluciona el duelo con Verstappen. Y éste recuerda en muchos aspectos a aquel 2007 entre Alonso y Lewis Hamilton. Mark Webber, hombre de experiencia, gran amigo del español y también conocedor de como es el ambiente en Red Bull y de los caprichos de Helmut Marko –se fue de Red Bull y la F1 para dejar el asiento a su paisano– le ha dado un sabio consejo.

"Lo mejor que puede hacer Daniel es no pensar en 2019, sino centrarse en batir a Max. Es uno de los grandes pilotos y puede cambiar de equipo, pero Mercedes antes de fijarse en él valorará lo que les da Bottas y no tomará una decisión hasta por lo menos Canadá. Así que debe centrarse en batir a Max, porque en Red Bull apoyarán ante todo al piloto que vaya por delante en el campeonato y quisieran que uno de sus pilotos fuera campeón", señaló recientemente Webber.

Sainz estará a verlas venir hasta que Ricciardo no tome su decisión y ésta sea firme. Pero ello no debe ser un problema para el madrileño. Su continuidad en la F1 está asegurada y si no es con Red Bull, seguirá en Renault. Y eso es un factor de tranquilidad.

Mientras tanto, los rumores serán una constante y la batalla entre los dos pilotos de Red Bull uno de los puntos de morbo de la temporada que viene.

Y Ricciardo se fija en dos puntos clave, seguro. Cuando en 2007 Alonso dejó McLaren, el camino hacia su tercera corona se convirtió en una escalada que todavía no ha conseguido superar. Por el contrario, cuando Hamilton decidió decir adiós a McLaren y apostar por Mercedes, el acierto se ha revelado como total. 

Una decisión, por tanto, tan delicada como trascendente. De esas que no pueden tomarse deshojando una margarita.

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