Breve historia de los faros halógenos, xenón, led y su mantenimiento

Hace unos años publicamos un texto en el que exponíamos las características diferenciativas de las distintas opciones de faros que se ofrecen a día de hoy en el mundo del automóvil. Como complemento extensivo, hoy relataremos brevemente los pasos que ha dado esta tecnología hasta llegar a la época actual, para finalizar con la exposición de unos consejos simples a la hora de realizar su mantenimiento en nuestro propio coche.

El camino dio comienzo hace más de 100 años, a finales del siglo XIX, cuando las carreteras nocturnas se iluminaban con luces de velas y lámparas de gas. Una tecnología rudimentaria y con alto peligro de inflamación, pero que cumplía con la necesidad básica. A comienzos ya del siglo XX aparecería el primer faro eléctrico, firmado por Bosch.

Osram sentó las bases de la luces cortas y largas con su 'Bilux' de doble filamento y sería la tecnología en uso hasta mediados de la década de los 60, momento en que comenzaron a implantarse los faros halógenos, característicos por incorporar un gas del grupo los halógenos —valga la redundancia— en la cámara del filamento, lo que permite elevar la luminiscencia.

Las bombillas H4 y H7 son capaces de producir unos 1.500 lúmenes y, aunque su eficacia y eficiencia energética es menor que las alternativas más modernas y son sensibles a la suciedad, aún son utilizadas a día de hoy debido su economía de uso. No obstante, hay que recalcar que la unión europea prohibió la fabricación de nuevas unidades desde el 1 de septiembre de 2018, por lo que ningún coche moderno fabricado en el Viejo Continente sale de la factoría con ellos.

En cuanto al mantenimiento, puede realizarse por uno mismo, siempre que se lleve cuidado de no mancharse con la bombilla o romper la misma y de no cerrar a continuación el capó con brusquedad, pues los filamentos son altamente sensibles a los impactos. Una buena idea es sacar el faro de su alojamiento, aunque requiere de algo más de trabajo y habilidad.

Fue con la década de 1990 que llegaron los de xenón, en referencia al mencionado gas a través del cuál se hace pasar una corriente de alto voltaje para la iluminación, con BMW y su Serie 7 como pionera.

El resultado es una capacidad lumínica de en torno a 3.000 lúmenes, el doble que los halógenos, con una mejor dispersión del haz. Asimismo, el consumo es menor y tanto la durabilidad como la resistencia a los impactos gana enteros con relación a las halógenas. Por el contrario, llevan cierta electrónica que las hace más complejas y caras.

A la hora de realizar el mantenimiento, también puede hacerlo uno mismo, pero hay que llevar cuidado, quitar la llave de contacto y desconectar la batería, pues éstos funcionan a voltajes altísimos. Lo mejor, así como en el caso previo, es hacerlo con el faro desmontado.

La tecnología de xenón no terminó de alcanzar su pico de desarrollo en dos décadas cuando se impusieron los ledes, de igual o mayor luminosidad incluso, con una vida útil de decenas de miles de horas, sin el uso de sustancias problemáticas como el mercurio o el propio xenón unido a un consumo muy reducido.

Los ledes también han permitido a los diseñadores crear líneas más complejas y personalizadas para sus ópticas, con el añadido de que, al poder activarse cada led de manera individual, puedan crear secuencias y patrones llamativos y sobre todo funcionalidades como las de los faros matriciales, que evitan automáticamente el riesgo de deslumbramiento mejorando así incluso la seguridad vial.

Los próximos modelos, sobre todo los más lujosos, podrán aprovechar esta tecnología incluso para proyectar información en el pavimento, ya sea para los viandantes o como ayuda visual para el propio conductor.

El inconveniente en cuanto al mantenimiento es que, en caso de reparación o sustitución, hay que hacerlo en un taller especializado. Y lo cierto es que no sale barato, pues una unidad nueva se eleva con seguridad bastante por encima de los 1.000 euros. Otro defecto es que las temperaturas bajas favorecen la aparición de humedad en su interior. Para ello, los fabricantes suelen colocar un tubo comunicante con la zona de la parrilla para generar succión y evacuar esas gotas de agua.

La tecnología láser ha sido la última en hacer acto de presencia, de nuevo con BMW y su i8 de 2015 a la cabeza, cuya capacidad principal es generar un haz que llega a cubrir una distancia de hasta 600 metros. Por el momento, únicamente se ofrecen como opción en segmentos premium, a precios relativamente altos.