4, 5 y 6 de abril, el revival del Circuit de Barcelona-Catalunya

Lo que ABBA diría al Espíritu de Montjuïc

30.000 personas peregrinan hasta Montmeló para revivir el Espíritu de Montjuïc
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Martí Muñoz | Circuit de Barcelona-Catalunya
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13 Abr 2014 - 12:55

Inconfundibles donde los haya, ABBA y su Waterloo irrumpen con fuerza por los altavoces cuando entramos en el Circuit de Barcelona-Catalunya. Acaba de comenzar el Espíritu de Montjuïc y, con él, la fiesta de lo clásico, la celebración de un pasado mitificado que por unos días vuelve a ser presente, como si nunca se hubiera ido.

Casualidades de calendario hacen que esta canción suene por el hilo musical justo en el día de su 40º aniversario. Se dice rápido. Todo un clásico, por mucho que tenga mortificado a más de uno. Waterloo ganó aquel año en Eurovisión, donde comenzó la peculiar tendencia estilística estrambótica que ha perdurado hasta hoy, como también fueron estrambóticos en su día alguno de los coches que hoy pueblan el paddock de Montmeló.

ABBA presentaría su disco homónimo en 1975, un trabajo famoso por canciones como Mamma Mía o S.O.S. Seis días después de su lanzamiento, cinco personas perderían la vida en la Montaña Mágica fruto del lamentable accidente de Rolf Stommelen, que condenó para siempre el destino de la categoría reina en la ciudad de Barcelona. Desde entonces, ningún Fórmula 1 ha vuelto a competir por las calles del Parque de Montjuïc, si bien el trazado original aún permanece en impecable estado al tratarse de vías urbanas en uso. 

Montjuïc, Jarama, Jerez, Montmeló. El Gran Premio de España ha perdurado en el tiempo, sólo ha cambiado de emplazamiento cuando la situación lo ha requerido. Hoy, por cuarto año consecutivo, la sede de la carrera moderna alberga su tributo anual a sus orígenes -"El libro de historia siempre se vuelve a repetir", que reza Waterloo- con tres días de motor, ruido y coches de ensueño, un paddock donde los apasionados con más talento exhiben con orgullo sus clásicos mientras en el asfalto pilotos de todas las nacionalidades se suceden a los mandos de Fórmula 1, prototipos Le Mans y deportivos de época. Las carreras son algo secundario, esto es un museo en movimiento en el que coches de 40 y 50 años de edad rugen con fuerza a escasos metros de niños que nacieron cuando Fernando Alonso ya era campeón del mundo.

Para un circuito como el de Barcelona, sede de un Gran Premio de Fórmula 1 y de uno de MotoGP, un fin de semana como el del Espíritu de Montjuïc es un auténtico rara avis que hay que saber apreciar y disfrutar. "Acerca el circuito a la afición", cree que su director, Salvador Servià, y es que en los próximos tres días la inaccesibilidad del mundo del motor quedará reducida a un simple mito.

 

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Accede aquí a la extensa galería fotográfica del Espíritu de Montjuïc

 

No importa qué hora sea, siempre se escucharán una veintena de coches rugiendo a lo largo de las mismas rectas que en apenas cuatro semanas albergarán el primer Gran Premio europeo de la nueva era. En pista, un reducido grupo de afortunados y apasionados conducen coches que el resto de mortales sólo podemos tener a escala en nuestras estanterías. En boxes, los mecánicos trabajan apurados para acabar de hacer los últimos ajustes a unas máquinas frágiles y viejas, propensas a las averías, que requieren de paciencia y destreza, sobre todo si hablamos de los grandes protagonistas del evento, los 34 monoplazas que en su día compitieron en el Mundial de Fórmula 1.

El cuarteto sueco que nos ha dado la bienvenida se fundó en 1972, pero un año antes, en Hethel, tres británicos de apellido Chapman, Phillipe y Rudd tuvieron la brillante idea de colocar los radiadores de su nuevo diseño en los sidepods, en lugar del frontal. También optaron por reforzar la refrigeración de su motor con una toma de aire superior por encima de la cabeza del piloto. Todo esto, sazonado con un grado de desarrollo aerodinámico pionero que revolucionó por completo el concepto de monoplaza. Quizá por eso Lotus optó por bautizarlo como 72 a pesar de que compitió en 1970, porque representaba un punto y aparte en la historia del deporte. 20 victorias y un total de cinco títulos en cinco años con los que se ganó a pulso el ingreso en el simbólico olimpo del motor, donde años después se le unirían el MP4-4 de McLaren, el F2002 de Ferrari y, por qué negarlo, el RB9 de Red Bull. Esta vez el 72 regresaba a la vida en Barcelona, y lo hacía de la mano del departamento de coches clásicos de Clive Chapman, Classic Team Lotus.

Otro bienvenido de la parrilla es el Hesketh con el que James Hunt participó en las dos últimas carreras de 1975. El 308E destacaba por su suspensión neumática, aunque eso no lo convertía en el coche más rápido de su clase. Hunt terminó cuarto en Estados Unidos antes de que el equipo se fuera a pique y él reflotara su carrera fichando por McLaren, listo para un 1976 que recientemente ha quedado retratado por el director de cine Ron Howard. El chasis no cayó en el olvido, sino que fue comprado por Sir Frank Williams, que lo rebautizó como FW05 para que pilotos como Jacky Ickx o Chris Amon corrieran con él en 1976. La fortuna no les sonrió, al contrario que a James.

 

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Joaquín Folch escrutina fugazmente con la mirada el Lotus 92 de Elio de Angelis

 

Un único piloto español habita la parrilla de la Fórmula 1 Histórica. Su nombre es Joaquín Folch, es de Barcelona y, como en años anteriores, vuelve a enfundarse su casco verde y amarillo para gobernar el Brabham BT49C con el que Nelson Piquet se proclamó campeón en 1981. Rápido y fiable, el BT49C ha ganado carreras a pares en anteriores ediciones del Espíritu, pero esta ocasión será diferente. El domingo, el Ensign N180 de 1980 parte desde la Pole y mantiene la primera posición en la salida, seguido de bien cerca por un Hesketh que ha dejado atrás al coche de Folch por pura aceleración. Pasan las vueltas y tanto el Ensign como el Hesketh enfilan el camino de boxes para abandonar, mientras que en pista el Arrows A4 de 1982 adelanta al Brabham para tomar la segunda victoria del fin de semana. El sábado también había visto la bandera cuadriculada en primera posición, para redención de la historia de Arrows.

Porque no sólo de Fórmula 1 vive el hombre, el Espíritu de Montjuïc recibe también una veintena de coches del Grupo C, entre los que se encuentra uno de los inconfundibles prototipos que Peter Sauber diseñó en su juventud, el Sauber-Mercedes C11, una bestia de 950 caballos y una velocidad punta que, en sus tiempos mozos, superaba los 400 kilómetros por hora. Un tal Michael Schumacher pilotó este mismo coche en 1990 en las tres últimas carreras del Campeonato del Mundo de Coches Deportivos y Prototipos, después de que su representante Willi Weber le convenciera de que le interesaba la exposición mediática que ofrecían este tipo de carreras. El Kaiser tomó uno de los C11 para alzarse con la victoria en el Autódromo Hermanos Rodríguez, donde hizo equipo con Jochen Mass para vencer al Nissan R90CK, un modelo que también está en Montmeló este fin de semana, al igual que varios Porsche 956 y 962 de mediados de la década de los ochenta. 

Fórmula 1, Grupos C, deportivos, turismos... y también el Trofeo Javier del Arco, creado en honor y recuerdo de uno de los grandes pioneros del periodismo de motor en España. La parrilla del Espíritu de Montjuïc convierte este evento en el festival de clásicos más destacado que se celebra en la Península, y eso se nota en la respuesta de la afición. Aproximadamente 30.000 personas se acercaron al Circuit de Barcelona-Catalunya para festejar por unas horas la historia del motor y ser testigos en directo de coches que no desentonarían en un museo.

Los próximos Fórmula 1 que negocien curvas como la Repsol, la Campsa o la zona del estadio serán muchos más modernos. Equiparán tecnología híbrida, alerones que se abren para facilitar el adelantamiento y neumáticos que se desgastan en nada para multiplicar el espectáculo. Puede que ya hayan pasado 101 años del primer Gran Premio de España, el de Guadarrama, 91 del primero de Terramar, 63 del de Pedralbes, 46 del de Jarama, 45 del de Montjuïc o 28 del de Jerez, pero el Circuit de Barcelona-Catalunya está listo para seguir con la tradición el próximo 11 de mayo. Y como diría ABBA, que el ganador se lo lleve todo.

 

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