El Honda Invisus para circuito de 2020

El diseño pertenece a Leonardo Nitole Moreira, que influenciado por la tendencia de varias marcas en producir coches pensados solo para la acción en pista, no homologables para el tráfico abierto, crea esta maravilla bajo el emblema de Honda.

Sí, nos recuerda en algunas zonas a coches como el Aston Martin Vulcan, y en puridad es innegable que bebe de la idea general del modelo británico. Un morro alargado, unos faros de LED sutiles, un alerón prominente. No, este Honda Invisus no se parece a nadie de su familia actual. No es un descendiente, es un producto espontáneo nacido del tejido de los sueño, hilvanado con el deseo.

Con un monocasco de fibra de carbono, que también ocupa los paneles de la carrocería, imaginamos su bajo peso, que unido a un motor V8 de combustión, sin más especificaciones, nos hace visualizar su brutal rendimiento, casi escuchar su sonido agudo pero grave. Sentimos, a través de los píxeles, su velocidad.

Una velocidad controlada, sostenida, que podrías mantener con firmeza gracias a su elaborada aerodinámica proveniente de su alerón trasero, de su enorme difusor, de unos bajos esculpidos para canalizar el aire de manera que el coche se pegue al suelo hasta besarlo entre la dulzura y la emoción que sólo la velocidad es capaz de lograr.

Invisus no ha nacido y ya está muerto, en el silencio. Sólo vuela en nuestra imaginación, sólo se codea con los coches reales desde el papel. Ahí, al menos, se enorgullece de ser quien es, nadie le mira desde arriba ni le supera. Otro concepto que excita nuestro lado más primitivo: el del pilotaje puro. Nunca antes Honda fue más el 'poder de los sueños'.