El Seat Toledo Marathon y el susto que me dio Josep María Servià

Pero en mi interior se han despertado viejas emociones, de cuando todos vimos en él un coche digno para ‘asaltar’ el Dakar. Por segunda vez un coche español podría figurar en los mejores lugares de la prueba africana –todavía se disputaba en este continente– después de los intentos de Nissan Motor Ibérica con los Patrol.

Pero sobre todo me trajo a la memoria el día que maldije a Josep Mª Servià. Josep María podría haber sido el piloto de este coche en este RallyClassics de no ser porque él y Fina Román se encargaron del recorrido y de confeccionar el roadbook, una tarea que conocen a la perfección porque la han hecho para la TransAfricana que organizaba Jean-Louis Schlesser y que pasaba por las mismas zonas de Marruecos, aunque de camino a Dakar. Servià fue quien más raids corrió con este coche, pero Rius también disputó algunos.

Jaime Puig me invitó a la entonces sede de Martorell para explicarme cómo era el coche y de paso me obsequió con un ‘paseo’ en el mismo como ‘copi’ de Josep María, que debía probar algunos detalles. La pista de pruebas era un trazado improvisado en los terrenos tras el Centro Técnico Seat de Martorell, con algunos desniveles realmente impresionantes.

Recuerdo sobre todo uno, una recta en subida de armas tomar, que acababa en una cresta que desembocaba en descenso en ‘picado’ y una curva muy cercana de 90 grados, a derecha o izquierda según deseara el piloto. La pista tenía numerosas variantes.

La primera vez fue impresionante. Morro al cielo, aparente silencio y la nada por debajo del coche… que por un momento pareció detenerse a varios metros –demasiados en la primera impresión– para girar, bajando el morro y subiendo el culo, hasta iniciar un picado más que espectacular, acongojante. Todo sucede muy rápido pero en la mente lo ves a cámara lenta, lo que agudizaba la sensación de angustia y el temor al golpe en los riñones en cuanto las ruedas delanteras tocaran el suelo… si es que no acababa todo el ballet en volcada hacia delante. Pero de repente todo estaba bajo control y uno se daba cuenta de que ese ‘eterno siglo’ del vuelo en realidad había sido un fugaz instante.

Las suspensiones aguantaron el envite de forma increíble, incluso con cierta suavidad. Así que en la segunda pasada uno la afrontaba con mayor tranquilidad… sin saber lo que el ca***n de Josep María me tenía reservado.

Aterrizamos y cuando debía disponerse a frenar y girar para el ángulo, Josep María lanzó un grito que me heló la sangre… "Hostia, los frenos, ¡no tenemos frenos!". No giramos, seguimos rectos, atravesamos el seto que delimitaba la pista y de repente nos encontramos volando de nuevo. Francamente pensé que pasaríamos la valla que delimitaba el recinto de la fábrica de Martorell por encima y no tenía ni idea de lo que teníamos debajo… porque el seto ocultaba un escalón de unos dos metros.

No pasó nada. Josep María comenzó a reír como un loco –parece que vio mi lívida cara– y me dijo, una vez estábamos de nuevo con los ‘pies negros’, las cuatro gomas en el suelo: "No pasaba nada. Es el ‘recibimiento’ a los novatos, para que se lleven una buena impresión".

Eso fue hace 40 años, en 1983, y todavía hoy lo recuerdo, aunque ya aliviado e incluso riendo. Quizás porque recuerdo las muchas ‘perrerías’ que en el mundo de las carreras habían organizado. Después de todo, los que hemos corrido de copi –un centenar de pruebas en mi currículum– ya decíamos medio en broma medio en serio: "izquierda tope, barranco. Si hay suerte, derecha sin valla".

El Toledo no fue el primer coche ‘marathon’ de Seat. De hecho, en el Salón de Barcelona había presentado un ‘Ibiza Dakar’, pero los responsables del Grupo Volkswagen consideraron que la imagen de aquel Ibiza correspondía a la época Fiat y prefirieron que el coche elegido fuera el Toledo, de reciente lanzamiento y el primer coche Seat de la era Volkswagen.

Motor cinco cilindros turbo Audi de 2,1 litros y 330 caballos, tracción a las cuatro ruedas, diferencial central autoblocante, cambio de seis velocidades, chasis multitubular, carrocería en fibra, suspensiones de gran recorrido, dos amortiguadores Ohlins por rueda, depósito de gran capacidad. Segundo en la Baja Portugal, ganador de la Baja de Grecia.

El coche no llegó a disputar el Dakar. Seat decidió que, con el lanzamiento del nuevo Ibiza, debía apostar por este coche y el Mundial de Rallies en la categoría ‘kit car’ era lo más adecuado. Un equipo portugués compró una unidad con el objetivo de correr el Dakar.