Fisker, tocada de muerte: su socio industrial ya no tiene ninguna fe en ellos

Fisker es una empresa de ingeniería, pero no tiene el capital humano necesario para ensamblar vehículos de una forma competitiva. Por eso mismo, en su momento llegó a un acuerdo con la compañía austríaca Magna para que fuera ésta quien se encargase del ensamblaje de sus vehículos. El contrato original preveía un volumen de unas 120.000 por año, pero nada hace prever que se pueda cumplir.

Hace un mes y medio, Fisker no pudo pagar el interés de un crédito y en consecuencia anunció que suspendía la producción del Ocean durante seis semanas para centrarse en encontrar financiación. Lo hizo bajando el precio del Ocean para acabar con las unidades en stock y así generar liquidez, y también emitiendo bonos convertibles por valor de 150 millones de dólares.

Ahora bien: las seis semanas ya han pasado y las cosas no han mejorado. Fisker no ha hablado públicamente al respecto, pero su contratista sí lo ha hecho. Magna ha confirmado que la fabricación del SUV eléctrico sigue en pausa y ha ido un paso más allá al decir que no esperan que vuelva a activarse.

El consejero delegado de Magna, Swami Kotagiri, ha dicho a sus inversores que "la producción del vehículo está actualmente inactiva. La perspectiva que hoy hemos hecho pública asume que no habrá más producción". Kotagiri ha confirmado así que las cosas no han cambiado respecto al mes de marzo y que Fisker no ha conseguido mejorar su situación financiera en todo este tiempo.

UNA CARRERA DE OBSTÁCULOS CONSTANTE

El Fisker Ocean es la obra del ingeniero danés Henrik Fisker, que está empedernido en crear una marca de coches independiente. De hecho, ya lo intentó hace casi 20 años. En 2007 ya fundó Fisker Automotive, la compañía original, que acabó quebrando en 2013 y transformándose en Karma Automotive en 2015.

La Fisker actual es Fisker Inc, que nació en 2016 con el objetivo de crear coches eléctricos. Su primer vehículo fue el Ocean, que se hizo esperar cinco años antes de presentarse en noviembre de 2021. Consiguió llevarlo a producción de la mano de Magna, aunque con múltiples problemas de calidad y con un software inacabado que ha causado mucha frustración entre los clientes.

En verano de 2023, cuando todo parecía ir sobre raíles, Fisker se permitió incluso presentar el que iba a ser su siguiente modelo: el Pear. Un vehículo que iba a ser una realidad en 2025 y que iba a costar apenas unos 30.000 dólares, pero que en los últimos meses ya se ha tenido que retrasar sine die ante la grave crisis que atraviesa la compañía.

Fisker continúa operando a día de hoy, pero todo hace pensar que puede estar tocada de muerte. Magna, su socio industrial y el único capaz de convertir el Ocean en una realidad, prácticamente se desdice del acuerdo que tienen firmado porque no tienen ninguna fe en que puedan seguir pagando. Y Fisker tiene demasiados problemas encima de la mesa como para solucionarlos todos de golpe.